Se están llevando los palos, pero ¿nadie piensa en los jugadores del Fuenlabrada?

Jugadores del Fuenlabrada caminando lamentándose tras un partido.
Jugadores del Fuenlabrada tras un partido. Foto: Diego Souto / Quality Sport Images / Getty Images.

La temporada en la Segunda División ha tenido un final traumático. Todos los partidos de la última jugada en los que había algo en juego debían disputarse a la misma hora del pasado lunes 20 de julio. Y efectivamente, todos se jugaron... menos uno: el Deportivo de La Coruña-Fuenlabrada. Horas antes del momento previsto para que el árbitro pitara el arranque se detectó un brote de coronavirus en la plantilla madrileña que obligó, primero, a la suspensión con fecha indefinida, y más tarde a la cancelación del partido.

A poco que uno observe la clasificación, es fácil deducir que, desde el punto de vista estrictamente deportivo, el gran perjudicado por todo lo ocurrido es precisamente el equipo azulón. Porque los gallegos, aunque hubieran tenido un día perfecto, no se habrían podido salvar del descenso a Segunda B, consecuencia no tanto del gol del Albacete a última hora en su encuentro contra el Cádiz sino del desastre de temporada que han completado, incluyendo el hecho de haber sumado solo cuatro puntos de los quince posibles en las cinco jornadas anteriores. Sin embargo, para los madrileños era una victoria relativamente asequible (así lo dan a entender los doce puntos de ventaja que le llevaban a su rival y la tendencia de tres triunfos en los tres partidos anteriores) que le habría permitido ni más ni menos que meterse en el playoff de ascenso a Primera. El club no renuncia a que el partido se acabe jugando, pero tal como están ahora mismo las cosas, esa posición será para el Elche.

Y sin embargo, revisando declaraciones institucionales, comunicados oficiales de esos que tanto abundan últimamente y hasta opiniones de aficionados en redes sociales, pareciera que los del suburbio de la capital son los grandes criminales que han liado todo este embrollo. El Deportivo les denunció, la alcaldesa de la ciudad les tilda de irresponsables y amenaza también con acciones legales, la Diputación Provincial del noroeste se expresa en los mismos términos. Como si los futbolistas, muy malvados ellos, hubieran decidido voluntariamente dedicarse a expandir la enfermedad por Galicia.

Todo esto, mientras el Fuenlabrada tiene veintiséis miembros de la plantilla infectados (los datos son variables según la fuente; nosotros nos quedamos con los que ha dado esta misma mañana el Servicio Gallego de Salud, que dice que allí hay dieciocho, más otros ocho que reconoce el propio club que se quedaron en Madrid). Veintiséis personas contagiadas con el microorganismo cuya mortalidad, literalmente, ha parado el mundo. Veintiséis personas con su vida en peligro grave ahora mismo. Uno de ellos, de hecho, ha tenido que ser ingresado en el hospital.

Enfermeros bajan de una ambulancia a un futbolista del Fuenlabrada.
Un jugador del Fuenlabrada infectado con el coronavirus llega a un hospital coruñés en ambulancia tras sentirse "indispuesto". Foto: M.Dylan / Europa Press via Getty Images.

Las muestras de solidaridad con los que más están sufriendo las circunstancias son más bien escasas y, generalmente, muy de pasada en medio de otras reivindicaciones. Una que merece la pena destacar es la ofrecida por el Rayo Vallecano, que precisamente era uno de los rivales que optaban a esa plaza en los playoffs. Llegó unos cuantos días después de los hechos, todo hay que decirlo, pero llegó, que no es poco.

Porque además ¿es culpa del Fuenlabrada que se haya desencadenado toda esta secuencia de acontecimientos? A juzgar por las últimas informaciones disponibles, parece que no. El club asegura que cumplió escrupulosamente con la normativa de la Liga (entre otras cosas porque, de no haberlo hecho, podría enfrentarse a una sanción por incomparecencia)... y Javier Tebas, el presidente de la entidad, lo confirma de manera explícita y se responsabiliza de la situación.

No falta, claro, quien vincula este movimiento con la intención del mandatario de la patronal futbolera de proteger a su hijo, Javier Tebas Llanas, consejero en el Fuenlabrada. Aceptando que el conflicto de intereses es llamativo y que la solución propuesta (que de los asuntos del club ante la Liga no se ocupe Tebas padre sino el vicepresidente, el mandatario del Atlético Miguel Ángel Gil), es, por decirlo suavemente, poco elegante, sigue habiendo cosas que chirrían. Como por ejemplo que en el enésimo comunicado oficial que se han intercambiado unos y otros en estos días, la directiva fuenlabreña diga, literalmente, que “entendemos que LaLiga no es el órgano competente único para tomar esta decisión” (la de dar por suspendido el partido) y que no renuncia a jugarlo. La relación entre club y Liga no tiene pinta de ser demasiado cordial, visto lo visto.

Por si fuera poco, el Fuenlabrada ya indicó en su momento que facilitó en tiempo y forma toda la información necesaria tanto al Consejo Superior de Deportes como a las autoridades sanitarias madrileñas y gallegas. Hoy mismo, según cuenta elDiario.es, el laboratorio encargado de hacer los tests ha confirmado esta versión. Todos los organismos competentes tenían los datos de lo que estaba pasando y sabían que el equipo seguía al pie de la letra los protocolos: no hubo “contacto estrecho, más de 15 minutos a menos de dos metros” entre los afectados antes de emprender el viaje, motivo por el cual no se suspendió el desplazamiento.

¿Que el protocolo está mal diseñado? ¿Que ante una situación de riesgo extremo como la que vive España entera desde marzo lo sensato habría sido optar por la solución francesa y suspenderlo todo? No entraremos aquí a debatir al respecto, puesto que se trata de decisiones muy delicadas que competen a técnicos cualificados. Es cierto que hasta ultimísima hora todo ha ido bien. No es menos cierto que un solo fallo ha desencadenado el caos.

Pero, de nuevo, lo que ven unos y otros es que tal o cual equipo ha salido perjudicado. Que la competición se ha adulterado y la jornada entera, no solo ese partido, se tendría que haber suspendido. O que la liga se tiene que declarar nula y recuperar a todos los descendidos, como pide el Extremadura, que plantea una Segunda División con 26 clubes el año que viene. Todo el mundo intenta aprovechar para rascar algún beneficio.

Quizás tengan razón, aunque hay que insistir en que, dados los demás resultados, reiterando que el gol que lo cambió todo llegó en el minuto 90 del Cádiz-Albacete y recordando que la temporada consta de 42 partidos igual de valiosos unos que otros, el partido que no se jugó es intrascendente... salvo para el propio Fuenlabrada. Pero se siguen olvidando de lo más importante. Veintiséis contagiados. Y los que puede llegar a haber en La Coruña como consecuencia del viaje. En estas circunstancias, por mucho que a unos u otros les fastidie ver a su equipo perjudicado, el fútbol es lo de menos. O debería serlo.

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