FOMO, cuando las redes sociales se convierten en adicción

(Foto: Rosaura Ochoa/ Flickr)

A ese joven profesional del área de marketing de esa gran empresa multinacional desde la mañana de aquel fatídico día le transpiran las manos. Tiene una sensación de ansiedad que no pudo calmar ni siquiera cuando almorzó con su novia, a pesar de que ella se mostró más dulce que nunca. No había tenido ningún disgusto en particular en el trabajo ni enfrentaba una presentación inminente ante sus jefes. Lo que le ocurría era que se había olvidado el smartphone en la casa y no había podido participar de su vida virtual en las redes sociales. El millennial sufre de una especie de TOC (trastorno obsesivo compulsivo) que ya tiene nombre propio, se lo conoce como FOMO.

Éste es el acrónimo de las palabras en inglés Fear Of Missing Out, que no hay que confundir con la nomofobia (adicción al móvil) o al phubbing (esa maldita costumbre de mirar permanentemente la pantalla de un equipo, aunque nos estén hablando).

Aquellos que padecen de FOMO sienten que la vida pasa exclusivamente por las redes sociales, por eso, su participación en ellas tal vez resulta un poco excesiva para sus contactos. Siempre tienen que participar, comentar, publicar una foto. Si no lo hacen, tienen algo así como un síndrome de abstinencia.

Tenemos miedo de estar perdiéndonos de todo si no estamos frente a una pantalla conectada a Internet. Nos sentimos excluidos. Como esos jóvenes que van a una fiesta y no conocen a nadie. Escuchan las charlas, las carcajadas, y ellos no hablan con ninguno de los presentes.

El FOMO, que este año fue incorporado al tradicional diccionario Merriam-Webster, con el significado de “el miedo de no ser incluidos en algo (como una actividad interesante o divertida) que otros están experimentando”, no es necesariamente una patología, aunque según el grado que alcance.

Si notamos que nuestro rendimiento escolar o laboral disminuye debido a la actividad que desplegamos en las redes sociales, deberíamos pensar en hablar con algún especialista. Una forma muy fácil de saber si estamos ante un caso de FOMO es autoimponernos un día sin ejecutar las apps de Facebook o Twitter. ¿Qué sentimos? ¿Fue algo traumático? ¿Lo pudimos soportar?