Felipe Melo, el malo de la película
“Si no fuese futbolista hubiese sido un asesino”. Una frase que de sólo leerla, aterra. Su autor intelectual es nada menos que el volante de Palmeiras, Felipe Melo, cuyos antecedentes en materia de expulsiones lo pintan de cuerpo y alma.
Es que su historia de vida habla por si sola. Nacido en las violentas “favelas” de Rio de Janeiro, Felipe suele comentar que muchos de sus amigos y familiares murieron producto de la violencia que caracteriza a esos barrios marginales de la famosa ciudad brasileña. El jugador tiró la frase en una entrevista con Sky Sports de Italia, pero luego trató de suavizar la reacción del público, que la tildó de explosiva, diciendo que había sido un problema con el lenguaje.
Más allá de su gran capacidad como futbolista, muchas veces “se le sale la cadena”, como se dice en la jerga futbolística. Esos orígenes marcados por las situaciones límites muchas veces los traslada al campo de juego, a tal punto que lleva 15 expulsiones a lo largo de su carrera, un número que podría ser mayor si no fuera porque muchas veces “escapó” de la roja gracias a la “benevolencia” de ciertos árbitros.
Una de las patadas más recordadas fue cuando jugando para el Inter, le metió a Lucas Biglia, por entonces en la Lazio. Fue criminal, al punto que el entonces técnico del Neroazzurro, Roberto Mancini, lo acusó de “estúpido”.
Otro hecho que quedó marcado fue en la Copa Libertadores 2017, cuando ya en Palmeiras protagonizó una batalla campal con jugadores de Peñarol.
Este jueves, una vez más, Felipe Melo fue expulsado. Y otra vez por la Copa Libertadores, en el partido que el “Verdao” perdió con Cerro Porteño 1 a 0 (igual clasificó a Cuartos de Final por el agregado a favor de 2-1).
Otra mancha negra en su carrera, a pesar de que cada vez que suceden estos hechos, suele repetir: “No sólo pego patadas, también tengo técnica. Por algo jugué 13 años en Europa. Pero si tengo que dar una paliza, la voy a dar”…
También te puede interesar:
Libertadores: entre el bochorno y la vergüenza
Atlético Tucumán, la revelación del más humilde
Edgardo Bauza, el triunfador silencioso