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La falsa revolución tras la renovada España de Luis Enrique

Spain's coach Luis Enrique celebrates his team's second goal during the UEFA EURO 2020 Group E football match between Slovakia and Spain at La Cartuja Stadium in Seville on June 23, 2021. (Photo by Julio MUNOZ / POOL / AFP) (Photo by JULIO MUNOZ/POOL/AFP via Getty Images)
Julio MUNOZ / POOL / AFP) (Photo by JULIO MUNOZ/POOL/AFP via Getty Images.

Luis Enrique Martínez es cabezón por naturaleza. No sé si podemos definirlo como una virtud, porque un entrenador solo tiene virtudes cuando gana, que no son más que defectos cuando pierde, pero es evidente que es un muestra evidente de su personalidad.

Si 'Lucho' se estrenó en la Eurocopa con un sistema repleto de matices que no guardaban relación alguna con lo visto anteriormente, su puesta en escena ante Eslovaquia, con el subyacente riesgo del 'todo o nada', no iba a ser menos. Eso sí, ahora volvía a disponer de Sergio Busquets.

Con la recuperación de su eje estructural, el seleccionador pudo permitirse surfear el oleaje de la incertidumbre que provoca la falta de certezas en su alineación para confiárselo todo a su modelo. Porque Luis Enrique no tiene un once, pero sí tiene una idea. Una idea que da forma a su manera de entender el mundo, de entender el fútbol, y que se estructura a partir de los cimientos que el de Badía edifica desde el pase, la gestión del balón, las distancias, las relaciones y la presión.

España abordó la cita decisiva ante Eslovaquia con un lavado de cara completo en cada una de las líneas del inamovible dibujo en 1-4-3-3 con el que el técnico reparte espacios y roles. Azpilicueta y Eric García, por, sorpresa, Marcos Llorente y Pau Torres; Busquets por Rodri y Sarabia por Dani Olmo. La entrada del excentral 'citizen' en el perfil diestro también reubicó a Laporte a su perfil natural, el izquierdo. A la inversa ocurrió con los extremos, pues Sarabia no solo ocupó el sitio del atacante del RB Leipzig, sino que mandó a Gerard Moreno al perfil izquierdo.

Cambios más 'luisenriquistas' que Luis Enrique, en tanto que inesperados, improbables, discordantes con las probaturas vistas durante la preparación e incluso inconexos con los contextos idóneos de algunos de los jugadores, como Gerard, en sus clubes. Podrá no tener un equipo titular, pero Luis Enrique tiene una idea. La suya. Y un Busquets, que es tanto o más importante.

Porque, aunque no vimos venir el movimiento, sí reconocimos, pasada la nube de polvo, que la revolución tenía más de evolución que de otra cosa. De hecho, no por insólitos los ajustes fueron menos eficaces. Eric naturalizó la salida de balón a partir de su privilegiada capacidad para trasladar el balón a las siguientes líneas, desordenando al rival y provocándole fracturas con conducciones y pases filtrados. También ayudó en la salida la posición de Azpilicueta, que funciona como un sparring a cada altura del campo y en cada momento del juego, siempre dispuesto a tender la mano y a encontrar una solución que airee a su compañero.

Por delante, todas las piezas del tablero se ordenaron a partir de la jerarquía y el talento de Busquets, con dos extremos fijando abiertos, Gerard Moreno y Sarabia, y dos interiores, Pedri y Koke, que ganaban altura, peso en campo contrario y protagonismo en la presión gracias a las descargas de un Álvaro Morata tan imprescindible como viene siendo habitual en el libreto de Luis Enrique.

Spain's coach Luis Enrique looks on during the UEFA EURO 2020 Group E football match between Slovakia and Spain at La Cartuja Stadium in Seville on June 23, 2021. (Photo by MARCELO DEL POZO / POOL / AFP) (Photo by MARCELO DEL POZO/POOL/AFP via Getty Images)
MARCELO DEL POZO / POOL / AFP) (Photo by MARCELO DEL POZO/POOL/AFP via Getty Images.

España fluía y fallaba. Jugaba bien, pero y eso qué más da. Comenzaba una carrera contra el cronómetro que debía saldarse con un gol antes de que se acercara el colapso. Morata la volvió a tener y la volvió a fallar, demostrando que, además de delantero, es un diagnóstico de la sociedad española. La Selección presionaba, coordinada por un Busquets que cuanto menos corre más asfixia, y conseguía progresar por dentro, ordenarse por fuera, construir desde abajo o hacer efectiva la presión sobre la mitad eslovaca. Y volvía a fallar. Pases, presiones y fallos, la historia de una fase de grupos.

Hasta que Martin Dúbravka se prestó a la causa nacional con una acción que no corresponde al fútbol de élite ni al altísimo nivel que está ofreciendo la Eurocopa para espantar esos fantasmas que solo los goles espantan. Un palmeo a la red contra natura, pero a favor de la justicia universal, pues equilibraba el nefasto ratio de efectividad y conversión de la Selección española.

España ya iba ganando, así que ahora fluía y no importaba que fallara, por lo que no se preocupó tanto por fallar y, fíjate tú por dónde, falló menos. Como que le entró todo. El fútbol y su inmutable capacidad para hacer del hoy la única verdad. Eslovaquia, eso sí, puso todo de su parte para no acercarse a las inmediaciones de Unai Simón y, sobre todo, para facilitar la recuperación de moral, confianza y ánimo que necesitaba el ataque español con una deficiente defensa de su área.

Tan cierto es que funcionó la falsa revolución de Luis Enrique, en la que cambió todo para no cambiar nada, mejorando el juego de España y ayudando a conseguir los objetivos anímicos y clasificatorios, como que los pupilos de Tarkovic no pusieron ningún impedimento y que, de haberlo hecho, podrían haber dejado los halagos en simples tozudeces.

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