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Beirut, 12 abr (EFE).- Decenas de feligreses abandonan la Iglesia Notre-Dame du Salut en el barrio beirutí de Ain el Remmaneh, donde hace medio siglo comenzó la guerra civil libanesa, mientras una furgoneta destartalada anuncia por los megáfonos un evento para conmemorar el aniversario de una tragedia que sus testigos piden no repetir pero tampoco olvidar. A primera hora del 13 de abril de 1975, en este punto exacto, milicianos del partido cristiano Kataeb mataron a un conductor de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) durante una trifulca. Poco después, los palestinos atacaban la iglesia durante un bautizo al que asistía el máximo líder de Kataeb, Pierre Gemayel. El ataque se saldó con cuatro muertos, entre ellos un responsable de la milicia cristiana cuyo nombre reza en una placa conmemorativa a pocos metros de la puerta, y provocó en respuesta otro mortal asalto contra un autobús, considerado el desencadenante de 15 años de conflicto en el Líbano. "Viví todas las fases de la guerra desde el comienzo hasta el final, desde el recuerdo de la primera bala que fue disparada aquí frente a esta iglesia", relata a EFE Tony, uno de los feligreses que salen de la misa en Notre-Dame du Salut, a punto de cumplirse medio siglo de los acontecimientos. 'Nuestra Señora de la Salvación' El vecino, de 60 años, no era más que un niño, pero recuerda perfectamente parapetarse en esta misma iglesia dedicada a 'Nuestra Señora de la Salvación'. "Ella fue nuestra salvación y nuestro refugio, solíamos venir aquí buscando seguridad durante los enfrentamientos, había sacos terreros", comenta. Tony es muy consciente de las secuelas que deja crecer en medio de la violencia y, de hecho, se siente como si en realidad tuviera "120 años", por lo que espera que nada similar vuelva a golpear un país aún demasiado fragmentado 150.000 muertos y más de 300.000 heridos después. "Recuerdo muchas atrocidades, la tragedia, los cuerpos siendo arrastrados, cadáveres por el suelo, francotiradores, el desplazamiento y estar sentados en refugios. Todo esto recordamos, está grabado en nuestra memoria, por eso deseo que esta generación no tenga que vivir la tragedia que nosotros vivimos", sentencia. Dos generaciones de libaneses viven aún con el mismo peso sobre los hombros y es difícil encontrar a alguien en este barrio que no haya experimentado historias como la suya o la de Alfred al Mouarkash. Según cuenta a EFE Al Mouarkash, su hogar fue alcanzado dos veces durante choques entre dos milicias cristianas, mientras que un proyectil "convirtió en pedazos" a uno de sus familiares, impactándole directamente en la cabeza cuando miraba por la ventana de su casa cerca de uno de los frentes de Ain el Remmaneh. No le cabe duda de que casi todos los que fueron testigos del conflicto arrastran el "trauma" de haber perdido a seres queridos y, en su caso, ha tratado de transformar el sufrimiento en concienciación para "aprender de los errores" del pasado. "Si implementásemos las leyes correctamente y tuviésemos un Estado competente, no hubiésemos llegado a este punto. Pero desafortunadamente durante la guerra civil se dividieron entre musulmanes y cristianos, así que se tornó en algo sectario y el Ejército colapsó sin un Estado fuerte", considera el residente. El 'Domingo Negro' Nasib Khalil no podrá olvidar "nunca" cómo transcurrió aquel domingo de abril en que todo se fue al garete: estaban en las montañas cuando tuvieron lugar los primeros incidentes y al regresar a la zona por la tarde se encontraron todas las calles cortadas, por lo que tuvieron que buscar una ruta alternativa para llegar a casa. "Nos quedamos en casa y recuerdo que por la noche empezaron los disparos, empezamos a oír un montón de disparos ¡Al día siguiente, la situación militar explotó y no fuimos al colegio!", explica el hombre en su floristería, a pocas calles de la iglesia. "Cada día pasaba algo, o el edificio era alcanzado o un cohete caía delante nuestro, o íbamos de camino al colegio y lo bombardeaban", agrega. Su familia no se movió de la mayoritariamente cristiana Ain el Remmane en todo el conflicto, pero sí tuvieron que buscar una alternativa a su colegio en el adyacente barrio de Chiyyah, cuya población predominantemente musulmana chií rivalizaba con la suya y de pronto convertido en "línea de confrontación". Aunque lamenta que la mentalidad "sectaria" perdura en buena parte de la población libanesa, él ha tratado de inculcar a sus hijos la idea de unidad e incluso critica que la de 1975 se considere una guerra "civil" cuando las facciones palestinas afincadas en el Líbano tuvieron un papel central. En aquellos años de subconflicto sobre subconflicto, a la par que sus comunidades se enzarzaban en enfrentamientos internos, el Líbano fue ocupado no solo por Siria sino también por Israel, que buscaba aplacar a la OLP. "Siempre decimos que sea recordado, pero que nunca vuelva a ocurrir", concluye Khalil. Noemí Jabois y Ana María Guzelian (c) Agencia EFE