Eurocopa: Lorenzo Insigne, el fanático napolitano de Maradona que brilla para Italia recién a los 30 y está ante el partido de su vida

Lorenzo Insigne celebra tras anotar el tercer gol de Italia contra Turquía en el estadio olímpico de Roma, por la Eurocopa.
Alberto Lingria

Ser de Nápoles y jugar toda la vida en Napoli es toda una experiencia volcánica. En la ciudad que santificó y malcrió a Diego Maradona caben pocos grises para un futbolista nacido en ese cráter. Lo sabe Lorenzo Insigne, que echó los dientes en Frattamaggiore, uno de esos barrios humildes donde al chico travieso de la calle se lo bautiza como “scugnizzo”. “Soy de Nápoles, orgulloso de serlo, y jamás me ofenderé si me llaman así. Crecí comiendo pizzetas con salsa”, ha llegado a comentar. Él fue un mal estudiante y, en cuanto dejó el colegio, se marchó a trabajar con un primo al mercadillo para huir de los líos y aprender a ganarse la vida hasta que pudo hacerlo con el fútbol y sacar así a la familia de las penurias económicas.

De ahí viene Insigne, de 30 años, y allí volverá después de la Eurocopa, con un asunto muy importante que resolver: su futuro en el equipo. Le queda una temporada de contrato y la renovación está atascada porque el presidente quiere aplicarle un tijeretazo en su sueldo de 4,6 millones de euros, algo a lo que él se niega. Un asunto nada menor en Nápoles, donde la relación entre el jugador y los aficionados muchas veces no ha sido pacífica.

El defensor de Austria Stefan Lainer marca a Insigne en el partido de octavos de final de la Eurocopa, en Wembley.
JUSTIN TALLIS


El defensor de Austria Stefan Lainer marca a Insigne en el partido de octavos de final de la Eurocopa, en Wembley. (JUSTIN TALLIS/)

Mientras llega ese momento, este atacante menudo, de 1,63 metros, al que tanto rechazaron de pequeño por bajito lleva un mes disfrutando de lo lindo en el plantel de Italia. “Es el mejor momento de mi carrera”, proclamó tras ganar en los cuartos de final contra Bélgica (2-1) con su tiro favorito, de rosca, el que se queda ensayando como un ritual después de cada entrenamiento. “Nunca me divertí tanto; parece que jugáramos con los amigos del colegio entresemana. Estoy feliz. Éste es nuestro secreto”, abundó el atacante, generalmente perfilado en el lado izquierdo y autor de dos goles en el campeonato (el otro fue en el debut, a Turquía).

Pases y remates, lo mejor de Insigne en Napoli

Está en la treintena y en la Azzurra ya suma 46 presencias y una decena de tantos, pero nunca había sido tan relevante en sus 10 años en la selección. “Es la primera vez que juego como protagonista en la fase final de un torneo importante”, reconocía en estos días. Estuvo en el Mundial 2014 y en la Eurocopa 2016, aunque siempre como suplente. Con Roberto Mancini, sin embargo, las piezas han encajado. Desde que el director técnico llegó al banquillo de la Nazionale, en 2018, sólo lesiones y algún descanso puntual contra rivales flojos lo han sacado del once. “Hay un sistema de juego que se adapta más a mí”, ha agradecido Insigne.

La invocación a Maradona

En la selección hace dúo ofensivo con su viejo amigo Ciro Immobile, con quien veranea y habla en napolitano. Ambos coincidieron hace una década, junto a Marco Verratti, en aquel Pescara que tanto se recuerda en estos días como germen del fútbol alegre que ha venido practicando esta Italia. Allí lo dirigió un revolucionario de la vida en general y del juego de ataque en particular, Zdenek Zeman, que lo puso en el escaparate. “Si he llegado hasta aquí, es por la confianza que me dio”, manifestó hace unos años a El País. Lo tuvo como entrenador en Foggia, en el que marcó 19 goles, y al año siguiente Zeman lo reclamó para ese Pescara, en el que Insigne se apuntó 20 dianas y 14 asistencias en el ascenso a la Serie A.

Uno de los 10 tantos de Insigne en el seleccionado italiano, contra República Checa en un amistoso previo a la Eurocopa.
Uno de los 10 tantos de Insigne en el seleccionado italiano, contra República Checa en un amistoso previo a la Eurocopa.


Uno de los 10 tantos de Insigne en el seleccionado italiano, contra República Checa en un amistoso previo a la Eurocopa.

Gracias al ansia ofensiva y a los entrenamientos casi militares de ese checo nacionalizado italiano, Insigne aprovechó la pasarela para asomar la cabeza y regresar, después de varias cesiones, definitivamente a Nápoles, al calor del hogar, donde no pocas veces han surgido roces con la grada del San Paolo. “Son silbidos de amor. Soy hijo de esta ciudad, que espera mucho de mí. Somos muy orgullosos y queremos que los que nos representan hagan un buen trabajo”, comentó en medio de una de esas crisis. Allí, entre dimes y diretes con la afición, ya se ha convertido en el quinto jugador en partidos (397, a 123 de Marek Hamsik) y el cuarto anotador (109). Si la sangre no llega al río con el club y el delantero continúa, al menos, otra temporada, muy probablemente supere el registro de 115 tantos de Maradona.

De entre la multitud de tatuajes que decoran su cuerpo, un enorme dibujo de Pelusa domina su pierna izquierda. Él siempre huyó de todo atisbo de comparación con el ídolo caído, pero en el fragor previo a la final de la Eurocopa contra Inglaterra, el partido más importante de la vida Insigne (tiene apenas dos Copa Italia), algunos han querido ver en su cuerpo antes de viajar a Wembley la aparición de la mano de Dios.