Estudiantes, Bilardo y "el Bidonazo": cuando las jugadoras del club homenajearon a su protector

El partido acaba de terminar y Estudiantes festeja. Micaela Sandoval, con la euforia en el cuerpo, celebra y mira para todos lados. Es 2018 y las Pinchas son campeonas de la Copa de Plata. Le ganaron a Excursionistas 4 a 0 en el Country de City Bell, primero, y ahora en la vuelta se coronan después de empatar sin goles. Pero no hay nadie más que un puñado de familiares con quienes abrazarse. Es invierno y la gente tiene puestos los ojos en el Mundial de Rusia. ¿Y la Copa? ¿No es que el torneo se llama así?

Tampoco hay representantes de AFA para saludar a las campeonas. Sandoval, entonces, hace foco en el bidón que está tirado en el medio de la cancha, vacío, y que tiene el escudo del club. Piensa que es lo más parecido a una Copa: corre, lo levanta, lo convierte en un trofeo y modifica la jornada. La vuelve un día histórico. El Bidonazo del fútbol femenino desde entonces se escribe en mayúsculas.

Impacto: la argentina de 18 años que contrató la Juventus de Italia

Sandoval había llegado al club a los 15 años. No había escuelita ni Reserva y ella nunca había tenido la chance de pisar una cancha de 11. Recuerda la tarde del Bidonazo como un día glorioso. "Teníamos ganas de tener los festejos que vemos en la televisión", dice hoy la 10 de Estudiantes.

La Copa de Plata fue un torneo que se disputó por única vez. Esa temporada, la 2017-2018, se organizó para que los equipos que habían terminado entre el séptimo y el 12º lugar siguieran compitiendo. Las Pinchas habían quedado décimas y entraron: le ganaron a Atlanta (el mismo día que la selección argentina masculina empató con Islandia en Rusia), después a Villa San Carlos (el partido de vuelta fue la misma jornada que Argentina se quedó afuera de aquel Mundial contra Francia) y después vencieron a Excursionistas.

Sandoval, como muchas de sus compañeras de entonces, no había nacido cuando se disputó el Mundial de Italia '90 y nació el mito del bidón. Carlos Salvador Bilardo jamás reconoció la leyenda: que había mandado a Galíndez, utilero de la selección, a ofrecerle a Branco agua mezclada con un somnífero. Años después Diego Maradona y José "Pepe" Basualdo sí lo hicieron.

¿Puede una corriente futbolística infiltrarse en el fútbol femenino? En Estudiantes el bilardismo está presente a través de Bettina Stagñares, hincha desde que nació, jugadora fundadora de la disciplina en el club, directora técnica y ahora coordinadora de la actividad: toda una vida Pincha. Gabriela Ramírez, parte del plantel que conquistó el Bidonazo y hoy DT en la escuelita femenina, no duda: "Para nosotras Bilardo siempre estuvo presente. Por Betti y porque siempre nos apoyó. Fue como un padre".

Bilardo, un protector del fútbol femenino de Estudiantes

La ex defensora -autora de un gol contra Atlanta en la Copa de Plata- recuerda un día en el que Bilardo les regaló cuatro cajas con indumentaria. "¿Sabés lo que era en aquel momento poder estar vestidas todas iguales? Nos dio shorts, camisetas y medias, cuando nosotras íbamos con nuestra ropa o no teníamos casi nada -recuerda-. Además, siempre nos empujaba a seguir, siempre nos trató de igual a igual".

En 2003, el Doctor les abrió la puerta del entrenamiento de varones a Stagñares y Paola Vinai; y cuando parecía que las mujeres no iban a poder seguir jugando en el club, el DT movió contactos para que siguieran. Es más: logró que las futbolistas dejaran de pagar la cuota social, algo que los varones no hacían.

Carlos Bilardo durante un partido de Estudiantes en 1996

En la campaña que terminó con el Bidonazo, Bettina dirigió hasta la 11ª fecha. Había conflictos en el plantel y hubo algunos interinatos (Joaquín Latreite, hoy delegado, fue el técnico en un partido), hasta que Pablo Pastor se convirtió en el entrenador. Es el mismo que volvió a asumir ahora, en plena pandemia.

Camila Uzqueda, que acaba de firmar contrato con Gimnasia después de dos años en UAI Urquiza, dice que el bilardismo en el fútbol femenino se hizo cuerpo por el trabajo de Bettina. "Me gusta más hablar de un Stagñarismo porque es como un bilardismo femenino", dice y se ríe.

"Aquel día -el del Bidonazo- nosotras teníamos la ilusión de que alguien lleve una medalla o algo, aunque sea de compromiso. Cuando terminó el partido nos miramos y éramos las únicas que estábamos ahí. En la emoción de festejar el logro, vimos el bidón con el escudo de Estudiantes", cuenta, ahora desde la otra vereda platense.

La unión del fútbol femenino detrás de un bien común

Uzqueda, zurda creativa, no se imaginó que iba a jugar en el Lobo, que en aquel momento no tenía fútbol femenino. Está contenta porque los hinchas la recibieron bien y deja en claro que, en cuanto a la forma de vivir la rivalidad, entre jugadoras hay otros códigos: "Me llevo bien con las compañeras de Estudiantes y de Gimnasia. Dejamos la rivalidad para la cancha y afuera pasa otra cosa. No existe ese odio hacia el otro club. O no lo expresamos como lo expresa el masculino. Ahí es una enemistad. Nosotras podemos hacer la diferencia. Por ejemplo, compartimos luchas. Una es la de un fútbol femenino profesional para todas y no sólo para algunas. En eso estamos juntas. Y es más importante".

Uzqueda hizo uno de los cuatros goles en el partido de ida de aquella final contra Excursionistas. Sandoval marcó otro. Los restantes fueron de Lucía Marini (hoy en Talleres, en la Liga Amateur Platense) y Milagros Oliver (ahora también en Gimnasia).

Sandoval cuenta que Stagñares le pasó secretos bilardistas: "Me enseñó que cuando la pelota se va al lateral no importa a quién se le haya ido, hay que agarrarla rápido. Por ahí la árbitra se confunde y te lo da". Hay más: si se va por el córner también hay que agarrar la pelota y hacer de cuenta que es tiro de esquina, apostando a la confusión de la referí.

Uzqueda dice que vivió en Estudiantes la escuela bilardista de estar en los detalles: hacer enojar al rival molestarla, demorar las pelotas, codear y hablar en los córners. Sandoval recuerda que cuando Stagñares era DT jugaban reducidos y el equipo de Bettina ganaba siempre. "Por ahí tenía la pelota cerca del arco y decía: 'Último gol, gana'. Y lo hacía", cuenta. Dice que esa picardía se transmite a las futbolistas.

Ramírez tenía 14 años en el Mundial 1990, el que más disfrutó. Hincha de Estudiantes, se ríe cuando habla del bidón a Branco. Y confiesa que hizo de las suyas: "Por ahí un codazo, un manotear la camiseta -cuenta con picardía-. Están las mañas, sí. Y bueno, hay que ser viva para jugar al fútbol. Además, Bettina te retaba si hacías alguna de buena, como alcanzarle la pelota a la rival".

Bilardo en su etapa de jugador, celebrando uno de los títulos que ganó con Estudiantes: la Interamericana de 1969

Stagñares resume: "Bilardo para el fútbol femenino de Estudiantes representa voluntad, entendimiento, solidaridad, la posibilidad de ayudar. Nosotras estábamos a punto de desaparecer y él nos salvó. Todo lo que toca lo reconvierte. Por él estamos hoy donde estamos".

Para la coordinadora, el Bidonazo fue una causalidad y no una casualidad: inconscientemente, las futbolistas sintetizaron esos valores. "Actitud ante la adversidad, siempre. Es su legado, por eso ellas usaron el bidón de Carlos", dice.

La historia del bidón, en el histórico Argentina-Brasil de Italia '90

Aquel plantel lo completaban Leticia Reichman, Grisel Yanacon, Jennifer Aguirre, Daiana Santander, Evangelina Alfano, Agustina Amaro -siguen en el club-, Carolina Morcillo y Priscila Carreño -ambas en Independiente-, Maira Luque -recientemente desvinculada de Estudiantes-, Mariana De Moura -retirada, juega al hóckey-, Melanie Centurión -hoy sin club- y Julieta Blanco -en Gimnasia-.

Aquel 23 de julio de 2018, antes del partido de vuelta, las jugadoras fantasearon con recibir la Copa y llenarla de Fernet con Coca en los festejos. Nadie de AFA apareció para entregar aunque sea un souvenir. Tiempo después, el club les obsequió una placa y las jugadoras dieron la vuelta en la cancha. Todavía, igualmente, esperan un trofeo. Mientras tanto pidieron incorporar el Bidón a las vitrinas del club.