El mejor estado posible para un hombre: las giras de rugby

Eliseo Nicolás Branca, símbolo del forward argentino, encuentra una definición que retrata lo que implica formar parte de una gira de un club de rugby: "Es el mejor estado en el que puede estar un hombre". Sube un poco más la vara: "Es como estar en el cielo". El destino quiso marcarlo especialmente: en su debut internacional, yendo de gira de los Pumas a Europa, cumplió los 19 años en el avión. En el cielo. Unos días más tarde en ese 1976 se calzaba la celeste y blanca de aquel XV que frente a Gales, en el Arms Park de Cardiff, jugó uno de los partidos de leyenda del seleccionado. Además de todas sus jinetas ganadas durante dos décadas como jugador en los Pumas y en el CASI, y del reconocimiento unánime que aún lo acompaña, Chapa ha gozado como pocos el premio mayor que representa participar en una gira.

Hubo un tiempo, entre la década de 1950 y fines de la de 1990, en que los clubes que salían de gira invitaban a jugadores de otros clubes. Era una manera de reforzarse ante viajes largos y partidos muy duros. Con la llegada del profesionalismo y también con el crecimiento en el número de jugadores, esto ya no sucede, desde comienzos del nuevo milenio. Siendo rugbier del CASI, Branca participó en giras de Alumni (Miami), Banco Nación (Europa), Atlético del Rosario (Nueva Zelanda y Australia) y Pueyrredón (Sudáfrica). Y de su club, claro, a Europa y Sudáfrica. "Es una experiencia extraordinaria, porque además de todo lo que ya implica irse de gira, de conocer otras culturas, uno hace nuevos amigos y está como uno más en otro club", dice Chapa, que, risueño, agrega: "Y además uno iba sabiendo que juega todos los partidos". Porque una de las reglas de las giras era que jugaban los mejores.

Roberto Bobe Cazenave, del SIC, formó parte de la delegación que en 1962 transformó al CASI en el primer club argentino en irse de gira al Reino Unido. Alejandro Chiquito Travaglini, del CASI, viajó con el SIC a Sudáfrica en 1973. Alfredo Soares Gache, del SIC, jugó para el CASI en la gira a Europa de 1974. José Javier Tito Fernández, en ese entonces en Deportiva Francesa, fue invitado por el SIC a Europa y Sudáfrica. Sandro y Marco Iachetti, de Hindú, jugaron en giras por Atlético del Rosario y SIC. Roberto Lucke y Fernando González Victorica, del SIC, para Pucará. Rodolfo Schmidt, de Pucará, y Eduardo González del Solar, del CASI, lo hicieron en 1962 en Europa por Deportiva Francesa, que llevó como entrenador y referí a Alberto Camardón, de Belgrano Athletic. Belgrano se reforzó en la gira a Gran Bretaña con Arturo Rodríguez Jurado, del SIC. Hindú, por su parte, invitó a Daniel Poet, de Atlético del Rosario, en una aventura por Europa. Y hay decenas de casos más en todo el país.

Los primeros registros de giras de rugby se remontan a fines de la década de 1880 y coinciden con el embrión de los dos equipos por invitación más emblemáticos: Lions y Barbarians. El primer cruce del Atlántico de un equipo argentino fue de Deportiva Francesa, en 1954. Fue un mítico viaje en barco que llevó 90 días y que sembró las bases de lo que todavía conlleva una gira: una mezcla de festivo espíritu estudiantil, de excusa deportiva y de excepcional confraternidad, para la cual todo un club emprende mucho tiempo antes su organización y su recaudación mediante rifas, fiestas y ventas durante los partidos. En aquel plantel de la Depor había un jugador invitado de otro club: Emilio Gentile, de Olivos.

Además de las giras de varios clubes y del seleccionado, Chapa Branca sigue viviendo esa experiencia en los Pumas Classic, que participan en el torneo de Bermudas. "Voy desde el '94, cuando me llamaron para jugar por Resto del Mundo. Y cada año sigue siendo maravilloso", dice ahora desde su puesto de entrenador del equipo argentino, que retuvo el título el año pasado. Y también guarda como un tesoro haber jugado como invitado por Los Matreros, Belgrano y los seleccionados de Tucumán y Salta.