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Se abren las escuelas con la peligrosa duda de si los niños son “supercontagiadores”

Los estudiantes de una escuela de primaria en Wuhan regresan en septiembre a las aulas | Imagen Reuters/Aly Song
Los estudiantes de una escuela de primaria en Wuhan regresan en septiembre a las aulas | Imagen Reuters/Aly Song

Protocolos de seguridad, grupos burbuja, mascarilla obligatoria a partir de seis años, uso de geles hidroalcohólicos y lavado de manos, distancias de 1,5 metros, descansos para ventilar las aulas… el gobierno publicó en junio un documento que servía como “guía de recomendaciones” con dos objetivos fundamentales: crear entornos escolares saludables y seguros, y posibilitar la detección precoz de casos y la gestión adecuada de los mismos. La duda que rondó durante todo el verano sobre si “abrir o no abrir las escuelas” ya está resuelta: los centros educativos se abrirán en breve.

Sin embargo, esta vuelta al colegio trae consigo nuevas, e importantes, cuestiones. Algunos de los problemas, que a buen seguro van a surgir, ni siquiera están contemplados y tendremos que ir resolviéndolos sobre la marcha, otros los conocemos y deberemos afrontarlos con las medidas adoptadas. Pero la verdadera incógnita de la que dependerá gran parte del desarrollo de este nuevo curso escolar sigue sin tener una respuesta clara: ¿Qué papel desempeñan los niños en la transmisión de la Covid19?

El documento del gobierno hace hincapié en que las medidas y recomendaciones “se irán actualizando cuando sea necesario” si los cambios en la situación epidemiológica así lo aconsejan. Una de las máximas de la buena ciencia es cambiar cuando aparecen nuevas circunstancias y descubrimientos, y el ejemplo más claro de ello lo estamos viviendo en directo con el estudio de la transmisión de la Covid19 en niños. Los estudios más recientes han dado un vuelco radical a todo lo que creíamos saber sobre el tema hace apenas unos meses.

Los exámenes de acceso a la Universidad en Uzbekistan se realizaron así: con mascarillas, al aire libre y con separación de dos metros | Imagen Reuters/Mukhammadsharif Mamatkulov
Los exámenes de acceso a la Universidad en Uzbekistan se realizaron así: con mascarillas, al aire libre y con separación de dos metros | Imagen Reuters/Mukhammadsharif Mamatkulov

En mayo, y ante las dudas cada vez más urgente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advertía a los países que estaban abriendo los colegios que la transmisión del Covid19 en niños sigue siendo desconocida.

A principios del verano, los primeros trabajos empezaban a aparecer y ofrecían algo de tranquilidad. En el journal Pediatrics un artículo afirmaba que “el coronavirus rara vez se transmite entre niños o de estos hacia adultos”. Otro estudio en Irlanda también indicaba que el entorno escolar no había supuesto una mayor transmisión secundaria. Estas incipientes investigaciones en junio y julio indicaban que los niños no jugaban un papel demasiado importante en la transmisión, algo que no cuadraba con la experiencia adquirida durante los primeros meses de la pandemia.

La mayor contradicción de estos estudios aparecía en la vida real, donde los informativos y noticiarios de todo el mundo presentaban casos campamentos y escuelas de verano obligadas a cerrar por la aparición de brotes de cientos de contagiados. Más de 260 campistas dieron positivo por COVID-19 en un campamento de la YMCA. El verano pasaba con más y más campamentos de verano se han visto obligados a cerrar debido a la propagación del SARS-CoV-2. La tranquilidad que otorgaban esos primeros estudios se quebraba rápidamente entre noticias de contagios en escuelas de todo el mundo.

A partir de mediados de julio la situación dio un giro radical. Los célebres CDC (Centros para el Control y la Prevención de enfermedades de Estados Unidos) publicaban un informe advirtiendo que la Covid-19 puede propagarse más fácilmente entre los niños de lo que se pensaba. Acto seguido, la American Society for Microbiology publicaba un artículo recopilando los datos y estudios que sugieren que los niños en edad escolar transmiten fácilmente el SARS-CoV-2. Los datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) muestran que el grupo de edad de 5 a 17 años tiene la tasa más alta de positividad en la prueba de SARS-CoV-2 de cualquier grupo de edad. Un nuevo estudio de Corea del Sur sugiere que los niños de 10 a 19 años transmiten el SARS-CoV-2 a tasas similares a las de los adultos. Un segundo estudio reciente mostró que los niños menores de 5 años tenían niveles más altos de SARS-CoV-2 en su tracto respiratorio que los niños de 5 a 17 años, que tenían niveles similares a los de los adultos. A mediados de agosto, ya no quedaban dudas: los niños se infectan y contagian a otros más de lo que creíamos.

Este gráfico de los CDC en Estados Unidos muestra que los niños en edad escolar han tenido la tasa más alta de positivos por SARSCoV2 de cualquier grupo en las últimas semanas.
Este gráfico de los CDC en Estados Unidos muestra que los niños en edad escolar han tenido la tasa más alta de positivos por SARSCoV2 de cualquier grupo en las últimas semanas.

Muchas de nuestras ideas sobre el papel de los niños, extraídas precipitadamente de unos estudios demasiado tempranos, habían dado un vuelco en unos meses, y los cambios no iban a parar ahí. Hace tan solo unos días, una nueva investigación realizada en el Children's National Hospital de Washington, publicada en JAMA Pediatrics, apunta a que los niños sin síntomas transmiten el virus durante semanas. En este estudio, los investigadores detectaron el virus en niños durante un promedio de aproximadamente dos semanas y media en todo el grupo, e incluso una parte significativa de los niños, aproximadamente una quinta parte de los pacientes asintomáticos y aproximadamente la mitad de los sintomáticos, todavía estaban perdiendo virus en la marca de tres semanas.

Niños que no presentan síntomas pero que pueden transmitir y contagiar durante semanas. Estos nuevos hallazgos convierten a los niños en lo que los virólogos denominan “supercontagiadores”. Este estudio apareció hace tan solo unos días y el concepto es tan peliagudo y polémico que en las últimas horas han surgido investigadores que lo contradicen. El doctor Pere Soler, jefe de la Unidad de Patología Infecciosa e Inmunideficiencias de Pediatría del Hospital Vall d’Hebron, aportaba un estudio realizado en su centro que afirma que “la capacidad de los menores de contagiar a los adultos con los que viven es baja y los que se infectan en su inmensa mayoría presentan cuadros leves con una muy buena evolución clínica”. Los niños no son supercontagiadores, publicaba la sección de ciencia de la Razón el mismo día que otros medios se hacían eco del estudio estadounidense afirmando lo contrario.

Así estamos ahora mismo, así es la peligrosa duda con la que vamos a abrir los colegios: El 28 de agosto “los niños sin síntomas transmiten el virus durante semanas”, unos días más tarde, el 31 de agosto “Los niños no son “supercontagiadores”: la transmisión del coronavirus de niños a adultos es baja”.

Las escuelas se enfrentan a uno de los mayores retos sanitarios de la historia sin saber (aún) cuál es el papel exacto de los niños en el contagio y transmisión de la Covid19. Los estudios han cambiado rápidamente en pocos meses, pero si debemos guiarnos por los trabajos más recientes debemos entender que los más jóvenes representan un misterioso artefacto de relojería en potencia: puede estallar con miles de niños sin síntomas y transmitiendo el virus durante semanas o pueden tener una capacidad más limitada de contagio y transmisión… cortar el cable verde o el cable rojo, aún no podemos estar seguros al cien por cien. Las autoridades sanitarias, los responsables políticos y los educadores y directores de los centros deberán estar más que atentos a lo que ocurre en estas primeras semanas que serán decisivas para despejar muchas dudas.

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