Valverde: sit and talk

BARCELONA, SPAIN - DECEMBER 18: Ernesto Valverde, Manager of Barcelona reacts during the Liga match between FC Barcelona and Real Madrid CF at Camp Nou on December 18, 2019 in Barcelona, Spain. (Photo by Quality Sport Images/Getty Images)

¿Quién nos devuelve a los periodistas deportivos de Barcelona los más de cincuenta días que van de la fecha original del clásico al día de ayer? ¿Quién nos devuelve más de 1.200 horas en las que hemos tenido que escuchar auténticas barbaridades y pedir tranquilidad constantemente como si fuéramos el alcalde de la ciudad? Por supuesto que hubo incidentes que hay que condenar - al final del partido- y que parece que han sido originados por los grupos radicales de siempre que quieren sacar tajada de estas situaciones pero… ¿dónde están los artefactos explosivos, los atentados terroristas, las invasiones de campo, la “dudosa” integridad física de los jugadores del Madrid y la certeza de que el encuentro no se iba a poder disputar? Durante 21 horas, todos los compañeros periodistas desplazados a la Ciudad Condal en dispositivos informativos especiales estuvieron informando de que NO PASABA NADA, algunos hasta sorprendiéndose -y aparentemente incluso decepcionados- de que el Madrid llegara sin problemas del aeropuerto al hotel y del hotel al campo y del campo al aeropuerto, como si una piedra lanzada a la cabeza de Benzema o un grupo de ninjas arrojando shurikens a Sergio Ramos fueran lo más normal del mundo y estuvieran previstos en el orden del día por Tsunami Democràtic.

Al final, la única organización que se encargó de reventar el Clásico fue el Barça. La alineación y el consecuente planteamiento del partido sí parecían haber sido hackeados por una entidad terrorista cuyo objetivo principal podría ser dañar la imagen futbolística del club que tantas décadas ha costado construir. El Tsunami de verdad fue Valverde.

Con todo a favor, jugando en casa y disponiendo de la mejor plantilla del mundo y el mejor futbolista de la historia, el Barça volvió a salir a un partido a dejar pasar los minutos, más asustado del rival que decidido a llevar la iniciativa. Con fiebre de Busquets o sin ella, la alineación de ese doble lateral clásico que componen Semedo y Sergio Roberto - cuyas acciones volvieron a caer en picado ayer en bolsa tras un buen partido ante el Mallorca que había hecho enloquecer a sus fans- ya es toda una declaración de intenciones: nos preocupa más tapar al Madrid que desplegar nuestro fútbol. Zinedine Zidane, con peores jugadores y sin ninguna necesidad de hacerlo por jugar en campo contrario, sí planteó el encuentro desde el atrevimiento de ir a buscar al rival e intentar ser dominador.

El marcador dice 0-0 pero el Clásico lo ganó el Madrid. Muy pocas veces en la historia reciente de los enfrentamientos entre blancos y azulgrana, el culé sale del estadio envidiando el centro del campo rival. Valverde, Kroos e Isco hicieron lo que quisieron con la medular azulgrana. A lo largo de los últimos años, incluso hasta en los clásicos perdidos por el Barça, el seguidor del conjunto catalán jamás salía con la idea de haber perdido en esa zona del campo. Se podían envidiar killers como Cristiano, defensas como Ramos o porteros como Casillas pero el centro del campo era un valor seguro, una especialidad azulgrana. Tenías la tranquilidad que, pasara lo que pasara en el marcador, a juego de toque el Madrid no te iba a ganar. La circulación del balón era un sello tuyo que los demás intentaban imitar sin éxito. Esa sensación ha pasado a mejor vida.

Por supuesto que los blancos dejaron escapar una gran oportunidad de adelantarse en la Liga. Por supuesto que, aunque deberían estar contentos por el juego desplegado, ayer entendieron que o mejoran su capacidad definida o esto va acabar igual que siempre. Por supuesto que Messi, Griezmann y Suárez no van a tener muchas más noches aciagas como las de ayer en grandes citas.

Todo eso es rigurosamente cierto pero la realidad que resume el clásico más allá del marcador, el porcentaje de posesión o la ausencia total de conflictos que impidieran la disputa normal del partido es la siguiente: el planteamiento del Barça fue indigno de un equipo grande que juega contra el máximo rival en casa y con algunos de los mejores futbolistas del mundo y de la historia. Algo hay que cambiar. Algo que va más allá de detalles futbolísticos y que tiene más que ver con una cierta grandeza en la mentalidad.

Valverde: sit and talk.