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Plomo en el ala: los focos lo hacen el centro de atención 24/7, pero Trump nada que remonta, ¿la batalla final en la Corte Suprema?

A 40 días para la elección presidencial, el Presidente ataca con todo y ha obtenido un gran logro: la opinión pública lo sigue y habla de él sin descanso. Pero esa conquista de momento no parece alcanzarle para revertir los sondeos. Mientras tanto pone la mira en la Corte Suprema.

Aún perdiendo Florida (Biden lidera por dos puntos y Trump admite que le afectará haber rechazado el TPS para los venezolanos), el Presidente ganaría los votos electorales. Lo dice el mismo mandatario en rueda de prensa y queriendo mostrar, en primera instancia, seguridad de sobra.

Pero el subtexto nos cuenta otra cosa: el equipo del Presidente está pensando en los peores escenarios. No sólo descontando Florida sino contando solo colegios electorales, y -más prístino aún- aligerando obscenamente la designación de una nueva magistrada para la Corte Suprema de Justicia, en el que podría definirse, si Trump perdiera y decidiera querellarse, el futuro del país.

US President Donald Trump steps off Air Force One upon return to Andrews Air Force Base in Maryland on September 22, 2020. - Trump returned to Washington after campaigning in Pennsylvania. (Photo by MANDEL NGAN / AFP) (Photo by MANDEL NGAN/AFP via Getty Images)
Las acciones de Trump hacen que conserve su base más dura, pero se aleja una parte del electorado sin la cual la presidencia podría escapársele de las manos. (Photo by MANDEL NGAN / AFP) (Photo by MANDEL NGAN/AFP via Getty Images)

Poco les ha importado a los republicanos que hace cuatro años afirmaran que la nominación de un nuevo magistrado debía esperar por las elecciones de 2016. En cambio, con el cuerpo aún tibio de la magistrada Ginsburg, y a pesar de que ella misma pidió en vida no ser sustituida hasta una nueva elección, Mitch McConell y Donald Trump se disponen a nominar y elegir en el Senado esta misma semana a un nuevo miembro de la Corte Suprema de Justicia, con lo cual la instancia constitucional tendría 6 magistrados conservadores y 3 liberales.

No sería sorpresa para nadie, se ha cansado de anunciar fraude. Nunca reconoció haber perdido el voto popular en 2016 y ya hasta su ex abogado y muy cercano por diez años Michael Cohen ha vaticinado lo que Trump haría, de perder las elecciones.

Empieza la recta final

Las tendencias no cambian y el tiempo se achica. Es el tiempo de los ataques. A seis semanas de las elecciones hay que echar el resto. Pulverizar lo que se pueda de la imagen del rival. Crear miedo, aludir al 3 de noviembre como el día de la muerte o el nacimiento de la historia. Estados Unidos no depende del resultado de la elección del 3 de noviembre para recobrar su racionalidad. La ha perdido ya.

Trump cuenta con una campaña dirigida a recobrar el voto conservador tradicional, con el cual se podría poner en competencia de nuevo. Pero quien más torpedea esa estrategia es él mismo, que reacciona compulsiva e inesperadamente en la cotidianidad, y que si bien eso lo hace conservar a su base más dura, le aleja una parte del electorado sin la cual la presidencia podría escapársele de las manos.

Parece muy difícil apostarle al cálculo frío, viviendo en el mundo de los halagos cercanos.

MOON TOWNSHIP, PA - SEPTEMBER 22: President Donald Trump speaks at a campaign rally at Atlantic Aviation on September 22, 2020 in Moon Township, Pennsylvania. Trump won Pennsylvania by less than a percentage point in 2016 and is currently in a tight race with Democratic nominee, former Vice President Joe Biden. (Photo by Jeff Swensen/Getty Images)
Trump usa buena parte de su tiempo como mandatario para hacer campaña. La línea que solía dividir unas actividades (las oficiales) y otras (las proselitistas) ha quedado borrada y con bastante normalidad. (Photo by Jeff Swensen/Getty Images)

Accidentes en el camino

Trump usa buena parte de su tiempo como mandatario para hacer campaña. La línea que solía dividir unas actividades (las oficiales) y otras (las proselitistas) ha quedado borrada y con bastante normalidad.

Digamos que son pocas las denuncias y tienen nulo alcance respecto a que estar en el poder debería no comportar o al menos debería evitarse que fuese una ventaja por sobre tu contrincante.

Trump se topa de nuevo con una escena a la que había rehuido (excepto cuando se topa con periodistas, a los cuales despacha con desplantes si no le gustan sus preguntas): encararse con votantes y ciudadanos que no necesariamente son sus adeptos.

En un townhall realizado por ABC, el mandatario escuchó a electores autodefinidos como indecisos que le hicieron preguntas incómodas. Una afroamericana le pregunta por qué si sabía, como ahora se conoce, que el Covid 19 sería muy peligroso, ha dejado que tanta población vulnerable, como ella, quede expuesta a la muerte y la pobreza. Trump responde largo, afirma y se contradice. Niega que lo haya minimizado. Luego dice que lo minimizó de palabra pero no de acción. Parece tener ganas de atropellar a quien pregunta pero retrocede. Ha olvidado el músculo de la persuasión. Mucho tiempo rodeado de quien sólo admite y admira.

Trump habla de la realidad desde sus deseos: que los surcoreanos lo "adoran", mientras los sondeos le dan solo 17% de popularidad; que todos los americanos tienen acciones -y no, solo la mitad-; y así. Trump no parece haberse ajustado aún a que 2020 no ha sido el año que él pensaba sería. Y, ojo, nadie lo ha visto mayormente, pero si los debates se dan, éste será para él un problema.

Su enemigo leal

No ha dejado de acompañarlo. Las víctimas del Covid 19, la pandemia que más no pudo ser avisada al poder ejecutivo que lidera Trump, cuenta ya más de 200 mil víctimas.

Trump se ha esmerado por distraerla, ha roto los bolsillos y las máquinas que imprimen billetes, acumula escándalos para que su enemigo no quede solo en la fiesta, pero sigue ahí. Matando gente, arruinando la economía como en ningún otro país industrializado, creando resentimiento.

Lo más insólito es que el gobierno insiste en reabrir casi completamente las actividades y la educación, y pretende seguir la vida como si no estuviera pasando. Pero la realidad es terca.

MANITOWOC, WI - SEPTEMBER 21: Supporters of Democratic presidential nominee and former Vice President Joe Biden rally outside the Wisconsin Aluminum Foundry on September 21, 2020 in Manitowoc, Wisconsin. Biden spoke at the foundry during his second campaign stop in Wisconsin this month. (Photo by Stephen Maturen/Getty Images)
Las cifras parecen inamovibles. Biden puntea con 7 puntos de ventaja a nivel nacional y en algunos estados hasta con 10. Y en los llamados estados péndulo, o battleground, lidera en casi todos, hasta por siete puntos. (Photo by Stephen Maturen/Getty Images)

Trump se las ingenió para deshacerse del Dr. Fauci, uno de los epidemiólogos más importantes del mundo, porque sus puntos de vistas eran demasiado científicos para su muy conveniente optimismo.

Y empezó a contar con Robert Redfield, a quien designó como jefe del centro para el Control de Enfermedades, con quien tenía coincidencias y afinidades políticas. Pero ni así. En audiencia frente al Congreso, Redfield, científico al fin, dijo varias verdades: que el uso de la mascarilla sería indispensable para el control de la pandemia (suena obvio, ya se sabe, pero Estados Unidos es un país en el que la forma de la Tierra está en cuestionamiento) y que las vacunas estarían listas hasta mediados de 2021.

Apenas horas más tarde, Trump lo contradijo cuestionando la idoneidad de las mascarillas y el tiempo en que estarían listas las vacunas, que ahora, según Trump, estarán para el mes que viene.

Pero en este tema, el Presidente ha "innovado" demasiado ya como para que quede algo de su credibilidad como fortaleza. De la gripe común a la hidroxicloroquina, de la lejía al virus chino. Confundir y hacer olvidar siguen siendo su mejor camino.

Debates y encuestas

A pesar de que el discurso final en la convención fue realmente bueno, Biden sigue presentando fallas en su oratoria. Es errático, dubitativo, con poca energía. Pero tiene una ventaja: su defecto se conoce ya. Eso no mermará su daño, pero sí permitirá que no sea mayor de lo que ya es.

Democratic Presidential Candidate Joe Biden delivers remarks at an aluminum manufacturing facility in Manitowoc, Wisconsin, on September 21, 2020. (Photo by JIM WATSON / AFP) (Photo by JIM WATSON/AFP via Getty Images)
Biden sigue presentando fallas en su oratoria. Es errático, dubitativo, con poca energía. Pero tiene una ventaja: su defecto se conoce ya. Eso no mermará su daño, pero sí permitirá que no sea mayor de lo que ya es. (Photo by JIM WATSON / AFP) (Photo by JIM WATSON/AFP via Getty Images)

En cambio Trump tiene un problema que no tenía en 2016: está en el poder y tiene una gestión que será juzgada. Por mucho que se esfuerce en ser el outsider, la verdad es que él es el presidente y es quien ha tenido a su mando el control del país no sólo por cuatro años, sino por este catastrófico 2020.

La campaña republicana venía con la intención de voltear la mirada sobre Biden. Hacer que la gente observara en su carrera una seguidilla de fracasos, que representaran la institucionalidad ineficiente frente a la que Trump quiere presentarse como un renovador.

Pero Trump no ha resistido la tentación de tener el foco sobre sí, hablar de sí, aparece perennemente en la vida de los ciudadanos, y el objetivo de la campaña se le ha convertido en todo lo contrario: la elección parece un plebiscito sobre tu gestión, de Biden casi no se habla y, eso, los demócratas lo han aprovechado muy bien. Han dejado que el barco de su rival siga hundiéndose solo, sin posar en esa foto, para evitar accidentes.

En tanto, las cifras parecen inamovibles. Según los promedios nacionales de Real Clear Politics Biden puntea con 7 puntos de ventaja a nivel nacional y en algunos estados hasta con 10. Y en los llamados estados péndulo, o battleground, lidera en casi todos, hasta por siete puntos, incluyendo North Carolina, y excepto por Georgia y Texas, donde increíblemente Trump tiene apenas un punto de ventaja.

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