El seguro se niega a repatriar el cuerpo de un alpinista español fallecido en el Himalaya

El escalador fallecido Felipe Valverde (izquierda). Foto: Facebook - Daniel Orte.
El escalador fallecido Felipe Valverde (izquierda). Foto: Facebook - Daniel Orte.

La alta montaña es un lugar peligroso. No importa lo experimentado que seas, no importa la pasión que tengas por la escalada, no importa cuánto te hayas preparado. Siempre puede haber algún imprevisto que lo trastoque todo, en no pocas veces con consecuencias dramáticas. Los alpinistas lo saben, pero el amor por su deporte es más fuerte que el miedo que puedan sentir y, aun siendo conscientes de los riesgos, siguen adelante. Por eso a veces nos encontramos con malas noticias como la que conocimos este sábado 19 de octubre: un accidente en el Chukima Go, un pico de unos 6200 metros en el Himalaya, al noreste de Nepal, acabó con la vida del español Felipe Valverde cuando afrontaba su descenso.

Ya de por sí perder a un ser querido de esta manera es un impacto emocional terrible para sus familiares y amigos. Pero que ocurra en el otro lado del mundo y en condiciones tan duras lo complica aún más, por cuestiones puramente logísticas. Y en el caso de Valverde, que murió a consecuencia de una caída de 700 metros tras la rotura de la cornisa de nieve donde había enganchado una cuerda, la situación se vuelve más y más difícil por momentos.

El cuerpo del montañero, originario de Alcorcón (Madrid), perteneciente al club Vía Libre y de 44 años de edad, todavía está en Nepal. Con él se encuentra su compañero David Suela (40), que por suerte resultó ileso más allá de congelaciones leves en los dedos, aunque se quedó atrapado precisamente por la pérdida de la cuerda que causó el desenlace fatal; se les pudo rescatar porque otros dos españoles (Sonia Casas y Mikel Zabalza) estaban por la zona y porque Alex Txikon e Ignacio de Zuloaga ayudaron a agilizar las gestiones, incluyendo el pago de urgencia de 25.000 euros a la compañía de helicópteros que les sacó de allí y les llevó a Katmandú, la capital del país.

Pero de momento no han podido volver a España. El motivo es que el seguro que habían contratado, la póliza Totalsports de la compañía InterMundial, se niega a hacerse cargo. La empresa alega que en el contrato se indica con claridad que quedan excluidas “expresamente” de cobertura “las actividades realizadas en alturas superiores a 5000 metros” y el accidente ocurrió a una cota bastante superior, a menos de 100 de la cumbre. Por eso, no están dispuestos a pagar los 40.000 euros en que se estiman los gastos sumando conceptos como burocracia para la repatriación, costos médicos y de ambulancias, incineración del cadáver o el propio transporte (en línea recta hay unos 8000 kilómetros de distancia entre Nepal y Madrid).

Las familias de Valverde y Suela no tienen capacidad de hacer frente a un desembolso tan grande. Por eso, siguen negociando con la aseguradora, que de momento se muestra inflexible, para que, por pura humanidad, se encargue de alguno de los costes y asesore sobre los procedimientos necesarios. Además, han hecho público un comunicado en el que informan de un número de cuenta bancaria en el que recogen donativos. “Apelamos a la solidaridad de todos aquellos que, comprendiendo la gravedad de la situación y la dureza emocional del momento que estamos viviendo, queráis y podáis colaborar”, indica el texto.

Hay otro factor que dificulta aún más todo el proceso, y es que el gobierno de Nepal asegura que los escaladores estaban emprendiendo la ascensión al Chukima Go sin los permisos necesarios. Meera Acharya, directora del Departamento de Turismo del país asiático, dijo en declaraciones recogidas por la agencia EFE que dos españoles habían recibido la autorización para escalar este monte este otoño “pero los nombres del escalador fallecido y el superviviente no estaban en el listado”.

Esto implica que se trataría de una ascensión ilegal, lo que, además de dificultar la repatriación, podría tener consecuencias para Suela. De momento, el gobierno nepalí se ha incautado de su pasaporte. Además, está estudiando la posibilidad de imponerle una sanción, que podría ser económica (se habla de 250 dólares) o bien consistir en vetar su entrada al país durante cinco años o la subida a sus montañas durante diez. Según el diario Marca, Acharya pedirá que se le impida cruzar la frontera durante un lustro, ya que la multa le parece “demasiado baja” y simplemente prohibirle escalar “no garantiza que no reincida”.

El periódico hace referencia a un comunicado emitido por las autoridades nepalíes, según el cual Suela habría prestado declaración ante Acharya. En esta, habría reconocido que escalar sin permiso fue “un gran error” y que la montaña les resultó “tan hermosa y atractiva” que no se pudieron resistir a intentarlo. Además, cita que la causa del siniestro pudo ser la falta de preparación o de equipamiento adecuado. Tal afirmación contrasta con el testimonio de los compañeros de escalada de Valverde, quienes le consideraban experto y muy competente. En cualquier caso, Sonia Casas ha denunciado en una entrevista en Onda Madrid que por ahora no están recibiendo ayuda ni del consulado español en Katmandú ni de la embajada en la India, que es la que tiene competencias en Nepal.

Más allá de lo que acabe pasando con Suela y el cadáver de Valverde, el problema de fondo está en la gestión del flujo inmenso de aventureros que viajan a Nepal para enfrentarse a los mayores retos que puede ofrecer el alpinismo en todo el mundo. Este mismo año ya ha habido polémica a cuento de las colas que se montan para subir al Everest, más propias de la caja de un supermercado que de un pico a más de 8.000 metros, y que generan situaciones peligrosísimas con víctimas mortales demasiado a menudo. Llegar a lo más alto es, en algunos casos, una moda y no un reto deportivo, y a las autoridades locales les cuesta encontrar la manera de mantener algún control. Tampoco ponen demasiado empeño, hay que reconocerlo, toda vez que el turismo es una de las industrias más crecientes y genera en torno al 7% del PIB para un país en el que en torno a 20% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza.

Por eso se ha establecido una lista larguísima de requerimientos y trámites, a menudo muy costosos, contra la que los montañeros no paran de protestar, y quien puede se los salta. Mikel Zabalza ha contado al portal especializado Desnivel que Valverde y Suela no habían pagado el permiso (que cuesta 180 euros) porque pretendían hacerlo a través de una agencia, pero se retrasó, y no querían perder más tiempo en Katmandú, que está a 100 kilómetros. Zabalza se queja además de que el sistema de permisos nepalí es “obsoleto” y que “no permite flexibilidad”, ya que las autorizaciones se hacen para picos concretos y muchas veces los alpinistas deciden en el último momento, según las condiciones meteorológicas, escalar o no la montaña que tenían planeada, sino alguna cercana. En esos casos suelen renunciar a tramitar el permiso nuevo porque requiere volver a Katmandú personalmente, lo que implica perder mucho tiempo y multiplicar los gastos.

Siendo razonables es imposible pensar en una solución que elimine por completo los accidentes en la montaña, ya que la naturaleza es incontrolable. Pero sí se puede reducir al máximo el riesgo estableciendo un compromiso entre la capacidad de la infraestructura local y el afán de los cada vez más visitantes que quieren llegar al techo del mundo. Indudablemente, esto pasa por evitar casos que mezclan lo dramático con lo rocambolesco como el de los escaladores de Alcorcón, para quienes esperemos que el problema, de una u otra manera, se resuelva cuanto antes y puedan regresar a casa.

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