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El secreto de Jane Valencia para ser la primera luchadora mexicana en Olímpicos

Jane Valencia será una de las varias atletas mexicanas que serán primerizas en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 y al igual que los otros, su historia de éxito tiene varios secretos.

De entrada, ella ya es histórica: es la primera luchadora olímpica de México, un deporte de tradición en los Juegos Olímpicos pero de escasa participación mexicana, costumbre solo rota por la medalla de plata de Daniel Aceves en Los Ángeles 1984.

Casi tres décadas después llegará la primera mujer mexicana al escenario olímpico en este deporte, pero el haber clasificado, es más gracias a Estados Unidos que a México.

Jane vive en State College, Pensilvania, una población de menos de 50 mil personas en 12 kilómetros cuadrados en la costa este de Estados Unidos. La vida gira en torno a la universidad. Ahí llegó ya con más de 10 años en el deporte de la lucha y recién casada con Jaime Espinal (plata olímpica en lucha en los Juegos de Londres 2012 y seleccionado para Río 2016).

“Me casé, mi esposo es puertorriqueño y empezó a entrenar aquí desde 2010. Él y yo nos comprometimos en 2014, nos casamos en 2016, decidió volver a competir y entrenar en este college para 2019, desde entonces nos mudamos con mi hija (Joy, nacida en 2017) y aquí empezamos a entrenar desde mayo de 2019”, comparte Jane. “Sí, me recibieron como la esposa de Jaime”, dice sonrojada.

Jane había forjado su trayectoria en la lucha olímpica en Jalisco, México, uno de los estados que mayor promoción le dan al deporte a nivel nacional. Pero a pesar de ello no le alcanzaba para llegar a Juegos Olímpicos.

Entrenando en México, Jane había sido campeona en los Juegos Centroamericanos y del Caribe 2014 (en Veracruz) y en Panamericanos de 2015 (en Toronto) ganó la única medalla que tiene la lucha mexicana a ese nivel. En su intento por llegar a Juegos Olímpicos se había quedado en la orilla.

Un deporte sin referentes en México

El reto de abrir puertas lo había entendido desde joven. Cuando empezó a ser seleccionada nacional, en los Panamericanos de 2011 realizados en Guadalajara, no había una referencia a la cual seguir, no había una figura a quien admirar. Jane situó sus ilusiones en Vanessa Zambotti, una judoka que había estado en los Juegos de Beijing 2008 y que buscaba su pase a los Olímpicos de Londres 2012.

“En el deporte de la lucha no hay muchos antecedentes de que hayan participado en justas importante, en Mundiales o Panamericano, entonces tuve que buscar una figura a seguir, esa fue Vanessa, la seguía desde 2008 en Beijing cuando la vi junto a una tía, entonces verla en los Panamericanos de 2011 en la habitación junto a mi me motivó bastante, me acuerdo que le pedí fotos y consejos, lo mismo en los siguientes Centroamericanos, cada vez que la topaba mi corazón se emocionaba”, recuerda Jane, quien tuvo una de sus mayores satisfacciones tras asegurar su pase a Tokio 2020 por culpa de Vanessa. “Ella me felicitó por mi calificación. Ahora tengo el compromiso de decirle que fue mi inspiración, que todo lo que ella hizo inspiró a más niñas y una de esas fui yo”, afirma.

Estados Unidos le cambió la vida

Jane Valencia se había graduado de médico cirujano en México a la par de ser deportista, su desarrollo y madurez profesional no se detuvo, pero el sueño más anhelado no llegaba. La vida le cambió cuando llegó a Estados Unidos, un lugar en el que tampoco era común ver mujeres luchando hasta que ella fue la primera en la Pensilvania. Sin importarle eso, a base de ímpetu, se ganó el respaldo y la confianza del equipo.

Su primer golpe de autoridad fue el clasificatorio continental realizado en marzo de 2020 en Ottawa, Canadá. El día 15, unas semanas antes de que el mundo se detuviera por la pandemia de Covid-19, Jane Valencia ganó en la categoría de -57kg. Ese día derrotó en la semifinal, la instancia en la que había perdido para Río 2016, a la campeona mundial canadiense Linda Morais y dio un golpe de autoridad a nivel mundial.

Pocos días después la pandemia obligó a cancelar los Juegos Olímpicos. “Estoy lista para cuando sean”, declaró entonces. Y se dedicó a aprovechar el tiempo. “Hemos creado una burbuja, mis entrenadores han puesto muchísimo trabajo y empeño en que se nos proteja y se nos den las posibilidades de competir y de poder entrenar en un ambiente agradable y adecuado. Empezamos a entrenar en junio del año pasado y a finales de 2020 volvimos a la universidad”, relató.

“Nos dieron la oportunidad te realizarnos pruebas de Covid prácticamente todos los días, y luego cada tercer día y luego cada semana. Algunos de mis compañeros están vacunados, seguimos con los protocolos, así nos han ido aislando cualquier contagio y me siento muy privilegiada de poder estar aquí”, dijo.

Jane aprovechó la pandemia para mejorar su técnica, tener entrenadores específicos y aumentar su nivel. “Es la primera vez que entreno en un club así, me han dado muchísimas oportunidades y me han ayudado muchísimo, me siento muy completa y feliz de estar aquí”, dice.

El inconveniente es que no ha tenido competencias de fogueo, es difícil saber qué opciones tiene en unos Juegos Olímpicos en los que no ha podido ver a muchos de sus rivales en competencia desde hace más de un año, pero se dice serena a unas semanas de los Juegos.

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“La clasificación se me dio en una etapa de mi vida en la que soy una persona madura. Entiendo que muchas cosas no pueden estar en mis manos y está bien, entiendo que van a pasar muchísimas situaciones que no puedo controlar o cambiar, lo único que me queda es afrontarlas, ir con la mejor actitud que pueda. Me preparo todos los días para que si me dicen que mañana voy a competir, pueda hacerlo de la mejor manera y con la mejor actitud. Esto me ha llegado en una etapa cuando tengo una actitud de fluir y disfrutar cada momento”, presume.

Jaime, su brazo derecho

A sus 30 años, la mitad de ellos dedicados a la lucha, Jane entiende que no irá sola a Tokio. Detrás de cada llave y cada intento de derribo están sus familiares, sus entrenadores, su país. Pero sobre todo su hija y su esposo, el hombre que le aconseja y la figura que se ha vuelto el reto a alcanzar que no tuvo en México.

“Mi esposo es mi mejor compañero de equipo, nos apoyamos muchísimo. Él es mi mano derecha, yo soy su mano derecha también. Tenemos una red de apoyo muy grande, los coaches siempre están al pendiente de nosotros, los amigos y familia nos han dicho que si cuando necesitamos que se queden con la niña. Pero la principal es mi esposo y obviamente mi mamá desde México”, comparte.

“Siempre hablamos de lo mismo, siempre me dice lo que me va a pasar, cómo me voy a sentir, siempre está dándome sus consejos, su guía para llegar a unas óptimas condiciones. Vivimos el proceso junto, yo viví el proceso a Juegos Olímpicos de Río, y ahora está viviendo el proceso rumbo a Juegos Olímpicos de Tokio, si tengo una ventaja de que él ya conoce el camino”, asegura.

Jane ha realizado dos competencias después de clasificar a Olímpicos en marzo de 2020, hay poca información sobre las rivales y las expectativas, pero queda claro que las representantes de Estados Unidos, Japón, Moldavia, Bielorrusia, Polonia, Francia, China, Sudáfrica y Rusia serán las más complicadas.

“Me encantaría regresar con otra medalla olímpica para mi familia, mi esposo ya tiene la suya y yo quiero la mía. Me encantaría regresar con otra medalla olímpica, ponérsela a mi hija, ofrecérsela a mi familia, es mi principal objetivo y es por lo que voy”, dice.

Sin el panorama claro, la mexicana espera y confía en dar una sorpresa. Ya tuvo una: ser la primera luchadora mexicana en los Olímpicos. ¿Por qué no soñar?

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