Don Pelayo: el campamento de niños en España donde se enseña patriotismo y cómo usar armas

Imagen de niños sobre y alrededor de un tanque en el campamento de verano Don Pelayo, promoción 2019. (Fuente: Twitter/@EtxebarrietaME)
Imagen de niños sobre y alrededor de un tanque en el campamento de verano Don Pelayo, promoción 2019. (Fuente: Twitter/@EtxebarrietaME)

Si hablamos de niños a los que se les llama cadetes, se les divide en secciones como en cualquier ejército y se les enseña a disparar, nuestros pensamientos inevitablemente se dirigen dirección Estados Unidos. Pues no. En España está pasando en un campamento de verano con el objetivo de educarles desde pequeños en el patriotismo.

El diario El País ha podido conocer de primera mano los engranajes del proyecto llamado Don Pelayo, en honor al considerado primer monarca del reino de Asturias que inició la Reconquista del territorio español frente a los árabes. Un nombre muy acorde a lo que se busca inculcar con la instrucción en el mismo.

La inscripción es posible para cualquier niña o niño de 7 a 21 años. En cuanto a los monitores, cuentan con personal con gran experiencia en el campo, la mayoría son militares veteranos o guardias civiles. Su trabajo es asegurarse de enseñar a los ‘reclutas’ a formar, desfilar, hacer orden cerrado, prestar primeros auxilios y orientarse en el campo, además de adiestrarles en defensa personal y tiro con armas cortas y largas.

Sobre estas últimas, se trata de réplicas idénticas de airsoft de pistolas y fusiles del Ejército. Disparan bolas de plástico capaces de causar lesiones irreversibles. A pesar de proteger a los niños con gafas y protector bucal, su uso es ilegal para menores de 14 años.

Su director, como ha explicado al prestigioso medio mencionado anteriormente, defiende que se les enseñe a manejar armas basándose en el argumento de que “esas cosas les gustan y qué mejor que aprender con especialistas que saben cómo funcionan”. Eso sí, antes de que poder ser reprochado aclara que los cadetes “reciben un curso advirtiéndoles de lo peligrosas que son”, hasta dice que darse él mismo “un bolazo para que lo entiendan”.

Las instalaciones pertenecen a Miraflores de la Sierra, en Madrid. Se pretende copiar el modelo de las academias militares de los Estados Unidos, donde las armas son reales y se han convertido en alternativa a los reformatorios para ‘rehabilitar’ a jóvenes delincuentes. Allí, los instructores pertenecen a la Asociación Nacional del Rifle. Aquí, niegan relación alguna con ninguna corriente política, pero su coordinadora se presentó como candidata municipal de Vox en Torrejón del Rey las pasadas elecciones, según cuenta Contrainformación.

El punto más controvertido del campamento tiene que ver con el adoctrinamiento. El propio director ha reconocido a El País que una de las tareas principales es la “formación en valores”, como el patriotismo que, a su juicio, es “algo importante que hemos perdido y tenemos que recuperar”. Sin embargo, a pesar de esta confesión, no está sujeto a ninguna labor pedagógica, puesto que se considera un campamento que realiza actividades de ocio sin ningún valor educativo.

Al respecto, fuentes de El Diario de la Educación señalan existe un vacío legal. Por una parte, la Administración “está obligada a velar por los derechos de la infancia”, uno de los cuales es impedir el adoctrinamiento. Por otra, el uso de las armas incluyendo las simuladas contradice el punto de la ley educativa vigente, en la que figura como uno de los fines y principios la “educación para la paz, no solo en la enseñanza, sino en todos los ámbitos: personal, familiar y social”.

El medio ha tenido acceso a algunos cadetes, que se han abierto sobre su experiencia en Don Pelayo. Una de ellos, de 16 años, cuenta que sus padres se “quedaron en estado de shock” al decirles que quería acudir al campamento. Su razón gira en torno al bullying que sufrió en el colegio y admite que alistándose pretende “superar los límites” que le pusieron de pequeña y demostrar lo que vale como persona. Confiesa que al querer ser médico militar, el campamento le sirve para hacerse una idea de lo que le va a tocar vivir en el futuro. Y, además, afirma que “es una familia y eso es súper importante” para gente que ha pasado lo que ella. En el otro lado de la balanza, reconoce que “hay mucha disciplina”.

Otra cadete más joven, de ocho años, se queja de los gritos de los monitores cuando se queda dormida por las mañanas. La indisciplina te puede costar unas cuantas flexiones de más.

Así es el campamento Don Pelayo.

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