El dilema del bioplástico: ¿es bueno o es malo?

La crisis medioambiental actual está exigiendo importantes cambios en nuestros hábitos de consumo. La UE ya ha anunciado que prohibirá elementos como las pajitas o los cubiertos de un solo uso a partir de 2021. El objetivo: combatir la contaminación por plástico, reduciendo su uso en la medida de lo posible y sustituyéndolo por opciones biodegradables y compostables de aquí a 2030.

Muchas empresas químicas ya han comenzado a experimentar al respecto, llegando a una opción derivada de productos vegetales conocida como ‘bioplástico’. Hoy en día, se producen 2,1 millones de toneladas anuales de bioplástico en el mundo, la mitad de las cuales se emplean para hacer paquetes y envoltorios. Aunque apenas representan un 1% de los más de 359 millones de toneladas de plástico que se fabrican cada año, las empresas de envasado estiman que la demanda crece y se podrían superar los 2,4 millones de toneladas en 2024.

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Productos fabricados con bioplástico. Foto: Getty Images.
Productos fabricados con bioplástico. Foto: Getty Images.

Sin embargo, dar con un material respetuoso con el medio ambiente pero que logre conservar los productos de la misma forma que el plástico convencional es complejo. Precisamente, la capacidad de preservar las cualidades de los artículos en el tiempo es una de las razones principales por las que el plástico es tan utilizado. Además, no todas las empresas confían plenamente en los recipientes biodegradables, ante la posibilidad de que el estado de conservación de sus productos no sea el óptimo.

Su fabricación puede resultar contraproducente

Uno de los bioplásticos más famosos es el PLA, con propiedades similares al PET, o plástico común, pero procedente del almidón de maíz, la caña de azúcar, de la patata o de la remolacha. Este material, que se emplea ya en las impresoras 3D, cuenta con la ventaja de estar producido a partir de materias primas renovables y no de combustibles fósiles.

Algunos de estos bioplásticos son biodegradables, es decir, pueden degradarse por la acción de la naturaleza. Otros, son también compostables: no solo se degradan, sino que pueden convertirse en abono.

Por el contrario, cuenta con la desventaja de ser mucho más frágiles que el plástico convencional, ya que los recipientes fabricados a base de PLA se rompen fácilmente, o no resisten al microondas. Además, su producción se vuelve paradójica. En primer lugar, porque la fabricación de recipientes con alimentos en un mundo superpoblado ha sido cuestionada en numerosas ocasiones por organizaciones de todo tipo. De hecho, la startup valenciana ADBioplastics afirma que se necesitan hasta 10 kilos de remolacha para producir uno solo de bioplástico. Por tanto, sustituir el plástico a nivel global requeriría cultivos enteros, comprometiendo el suministro mundial de alimentos.

Fábrica de productos plásticos con materia prima procedente de fuentes reciclables. Foto: Marco Bulgarelli/Gamma-Rapho via Getty Images.
Fábrica de productos plásticos con materia prima procedente de fuentes reciclables. Foto: Marco Bulgarelli/Gamma-Rapho via Getty Images.

Por otra parte, para que el bioplástico se degrade o se convierta en compost, tiene que pasar por una planta de compostaje industrial, ya que es imposible hacerlo desde casa. Grupos ecologistas, como GreenPeace, rechazan rotundamente estos materiales, al considerar que ‘causan el mismo daño al ecosistema marino’. En caso de arrojarse al mar, se comportan como un plástico tradicional. Además, el bioplástico necesita pasar hasta ocho semanas fermentándose, lo que se incumple en la mayoría de los casos, porque las plantas de compostaje no están acondicionadas para ello. Si no se convierte en compost, apto para el cultivo, se queda en ‘material bioestabilizado’, que se acaba depositando, por norma general, en el vertedero.

Algunos supermercados y empresas de comida a domicilio están ofreciendo la opción ‘listo para comer’, empleando bandejas de celulosa, en lugar de tuppers convencionales. El problema principal es que el alimento debe ser consumido casi de inmediato, porque no aguanta mucho tiempo en este tipo de recipiente.

El futuro del plástico es incierto, pero, por lo menos, podemos tratar de limitar nuestro consumo en la medida de lo posible, hasta que se encuentre una alternativa viable capaz de sustituirlo.

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