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Haber despedido a una madre soltera es mi mayor remordimiento como directora

Los padres están constantemente expuestos a ser cuestionados por las decisiones que toman en relación a sus hijos. Todo el mundo tiene una opinión: desde cómo alimentar a los niños hasta cómo educarlos. ¿El resultado? Padres y madres se sienten continuamente juzgados por sus decisiones, aunque no tengan otra opción. Esta semana, las familias de todo el país están compartiendo historias inspiradoras, divertidas, honestas y desgarradoras con Yahoo Parenting, para incitar el debate, despertar un poco de compasión y modificar nuestras concepciones sobre la crianza. Comparte tu historia con nosotros a través de #NoShameParenting.

Hace años, cuando era gerente en una empresa editorial, despedí a una madre soltera que tenía un niño con una salud frágil y problemas de conducta. Ella no tenía familiares en la ciudad y el padre del niño no la ayudaba. Cuando expulsaron a su hijo de la escuela y de las actividades extraescolares, no tuvo más remedio que llevarlo consigo al trabajo. Obviamente, aquello nos distrajo a todos en la oficina, por lo que me pidió que la dejara trabajar desde casa. En ese caso se trataba de una opción beneficiosa para nuestra empresa, pero lo cierto es que rara vez se ponía en práctica.

(Foto: Amy Mikler)

Yo también era madre soltera y no tenía familia en la ciudad, aunque nuestras similitudes acababan ahí. Cada vez que tenía que viajar por trabajo o dedicar largas horas a un proyecto, mi madre venía a mi casa y se quedaba con mi hijo. Ella asumió mi papel como madre, cocinera, ama de casa, taxista y entrenadora de béisbol, por lo que la vida de mi hijo nunca se vio afectada. Su padre vivía en otra ciudad, pero también estaba muy involucrado en la crianza.

Cuando supe que esta madre contaba con recursos muy limitados, estuve de acuerdo en que trabajara desde casa. Ambas establecimos un plan de trabajo para garantizar que pudiera cumplir los plazos. Trabajaba después de que su hijo se iba a la cama, por la madrugada y los fines de semana.

Apenas unas semanas después empecé a recibir quejas de sus compañeras de trabajo. Una empleada me pidió una cita para decirme sin rodeos: “Ella tiene un niño. Yo tengo varios. ¿Qué pasaría si yo también me pusiera a trabajar desde casa?”. Estaba muy molesta porque, mientras ella tenía que hacer malabares con las actividades extraescolares y las niñeras (a las cuales también debía pagarles), su colega tenía permiso para ajustar su trabajo a la agenda de su hijo. Muy pronto otra empleada, sin hijos, quiso saber por qué una madre soltera podía evitar tener que lidiar con las tensiones cotidianas de la oficina, mientras ella debía presentarse a diario.

Al cabo de pocas semanas fueron muchas las quejas que los distintos miembros del equipo me confesaron en reuniones privadas en mi oficina. Yo estaba sorprendida. Cuando el personal estaba reunido, todos escondían la cabeza bajo la tierra porque nadie quería admitir públicamente que estaba furioso por el cambio.

La situación empeoró cuando la madre soltera comenzó a fallar en su trabajo. No cumplía los plazos ni devolvía las llamadas telefónicas de inmediato. La calidad del trabajo disminuyó. Pasaba sus días enredada en una telaraña de reuniones con el personal de la escuela, los médicos y los especialistas en conducta infantil. Ella se había propuesto encontrar la ayuda adecuada para su hijo, y estaba inmersa en ello. Si no lo lograba, quizás nunca podría volver a trabajar. Pero algo tenía que quedar fuera de la ecuación, y en este caso fue su trabajo.

Muy pronto los rumores del personal llegaron hasta el departamento de recursos humanos y, después de discutir el asunto con el equipo directivo, se resolvió despedirla. La calidad de su trabajo había disminuido y la empresa tenía miedo de que, si eran demasiado suaves con ella, muy pronto tendrían que ceder a los reclamos del resto de empleados, una situación para la que nadie estaba preparado. Uno de los representantes de recursos humanos dijo: “No podemos permitir que todo el mundo traiga a sus hijos o que adapten el trabajo a su horario personal”.

Me reconcilié conmigo misma y encontré ánimos diciéndome que estaba haciendo lo mejor para todo el equipo, por encima de los intereses de una sola persona. Fue una decisión pasiva, aunque evidentemente aún tengo que lidiar con ella. En aquel momento confié en el departamento de recursos humanos y el equipo directivo.

Con los años, he reflexionado sobre esa experiencia y me horrorizo cada vez que la recuerdo. Nos gusta culpar a la cultura corporativa dominada por hombres del hecho que las madres trabajadoras carezcan de apoyo. Pero cuando se nos da la oportunidad de cambiar el rumbo, o al menos ajustar la dirección, a menudo nos dejamos llevar por cómo las situaciones nos afectan en ese momento y no pensamos en qué hacer para que las cosas sean más sencillas en el futuro, para nosotros y para nuestras hijas y nietas.

¿Y si un día nuestros hijos se meten en problemas o enferman? ¿No esperaríamos comprensión y compasión de nuestros colegas de trabajo? Se dice que las mujeres somos más emocionales que los hombres, ¿ese chip de la sensibilidad no debería darnos una ventaja en este tipo de situaciones?

Desafortunadamente, podemos ser nuestros peores enemigos. “Las mujeres a menudo se sienten menospreciadas”, le dijo a Yahoo Parenting Tania Paredes, terapeuta matrimonial y familiar de Miami. “No es que estemos en contra de que otras mujeres tengan facilidades, sino que nosotras también queremos disfrutarlas. Es como si hubiéramos estado oprimidas durante tanto tiempo que ahora tenemos hambre de indultos, a cualquier precio”.

Cuando la madre soltera se fue, la empresa decidió no reemplazarla. Su carga de trabajo se distribuyó entre sus colegas, algo que seguramente no habían previsto. Es fácil pensar que la única cosa que todos ganamos con esta historia fue más trabajo, pero yo aprendí algo sobre mí misma como directora, como madre trabajadora y como persona. Se habla mucho sobre la necesidad de apoyar a las madres trabajadoras, pero la mayoría de las personas no se percatan de que no lo están haciendo. Yo fui una de esas personas.

Probablemente esta experiencia es de lo único que me arrepiento fervientemente en el ámbito profesional. A pesar de mis recursos, yo también era madre soltera. Yo sabía lo que era no contar con nadie en caso de emergencia. Durante años me he sentido avergonzada por no haber luchado más por esa mujer. Como madre soltera y directora estaba en una posición ideal para defenderla, o al menos intentarlo, pero retrocedí. Si pudiera volver en el tiempo, lucharía más por ella. Pediría que redujeran sus horas de forma temporal para que al menos tuviera algo, en vez de quitárselo todo. Habría resaltado más los logros que había alcanzado antes de que tuviera problemas con su hijo, recordándoles a todos que durante mucho tiempo había sido una empleada fiable y leal. Ella se lo había ganado, pero yo no lo hice. En vez de eso, cedí a la presión de unas pocas personas que se sintieron menospreciadas ante el trato especial que recibió su colega cuando necesitó apoyarse en alguien y hacer el trabajo desde casa.

Desde entonces, nunca más he mirado a las madres trabajadoras de la misma manera. Espero que mi experiencia pueda enriquecer los puntos de vista y las decisiones de otras madres que trabajan, para que podamos aprovechar cada oportunidad y apoyarnos mutuamente, aunque eso signifique ir en contra de la mayoría.

Ana Connery