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El desinterés por el éxito de las boxeadoras argentinas

La Tuti Bopp en uno de sus tantos triunfos

La lista de nueve campeonas mundiales argentinas de boxeo profesional, vigentes y en actividad, produciría una sensación expansiva y admirable en cualquier punto del planeta. Sin embargo, aquí, en el país, parece apagarse tal si fuese una noticia de escasa valía para los medios y carente del eco necesario como para analizar sus causas y consecuencias. Esta disciplina evolucionó, lentamente, desde que la formoseña Marcela "Tigresa" Acuña peleó por primera vez como rentada, en 1997.

En estos tiempos en que el Comité Olímpico Internacional (COI) aumentó a cinco categorías el cupo competitivo para las damas en los Juegos Tokio 2020, la televisión de Estados Unidos comienza a promover el pugilismo de mujeres en sus carteleras principales, como lo hará hoy en San Antonio, Texas, intercalando el desafío entre la estadounidense Franchon Crews, que defenderá el cetro supermediano del CMB y la OMB, y la mexicana Alejandra Jiménez, en la reunión en la cual el invicto mexicano Jaime Munguía debutará como mediano frente al irlandés Gary O'Sullivan, con transmisión de ESPN desde las 23.

No será fácil reiterar este desglose de argentinas con coronas mundiales: Yésica Bopp (minimosca, AMB), Evelyn Bermúdez (minimosca, FIB), Anahí López (mosca, OMB), Leonela Yúdica (mosca, FIB), Jorgelina Guanini (supermosca, FIB), Daniela Bermúdez (gallo, OMB), María Cecilia Román (gallo, FIB), Marcela Acuña (supergallo, FIB) y Brenda Carabajal (pluma, interino FIB). Es menester incorporar a este plantel a la cordobesa Leonela Sánchez, campeona en los Juegos Panamericanos Lima 2019 y nominada como mejor representante amateur en las recientes distinciones pugilísticas de esta columna.

¿Qué popularidad desarrollan tales campeonas entre los argentinos? Muy pocas logran escalar la cuesta hacia la realización absoluta. Y los motivos no son fáciles de hallar. La industria local (entiéndase dirigentes, promotores y televisoras) no arriesga el mínimo de sus ganancias por elevarlas profesionalmente. Se aduce desinterés de los inversores, agravado por la crisis económica regional como justificativo de la falta de ideas que permitan transformar a un "chica con ángel" en una figura de alto consumo. Y quizás por eso no todas pueden exhibir un presente próspero. Más bien, lo contrario: todas están en la lucha...

Bopp es una de las grandes excepciones. Independizó parte de su manejo y encontró asesores comerciales que la introdujeron a la marca Yésica Bopp Gym, una cadena de gimnasios que -lentamente- se expande por Gran Buenos Aires. Ella se superó, estudió y se graduó en psicología social.

El gobierno de San Juan cobijó a Yúdica y Román como embajadoras deportivas provinciales. Aseguró sus localías en peleas mundialistas, priorizando sus cuidados personales más allá de los intereses políticos. Algo inusual en las atletas y en la propaganda oficial.

Por ejemplo, a los 42 años Marcela Acuña, de excelente imagen y gran penetración social, debe aún batallar sobre el ring para mantener un nivel de vida aceptable. Y la mayoría de las historias tiene más grises que dorados. La mujer ha luchado mucho en todos lados por ganarse un lugar de privilegio. Las boxeadoras argentinas no son la excepción. Y ahora, que lo lograron, deben dignificarlo. No sólo en la paga sino también con otra valoración por la prestación que ofrecen en el ring.