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Deporte en el siglo XXI. La igualdad es más importante que las medallas: los antiguos prejuicios que rompieron las mujeres

"No merezco menos porque tengo pechos. No me deberían pagar menos por ser mujer". La frase de Serena Williams podría enmarcarse como resumen de un tiempo. Una era, la que se inició con el comienzo del siglo XXI, que tuvo a las deportistas como protagonistas y también como luchadoras, con más potencia colectiva que cualquier otro momento histórico.

Serena y su hermana Venus Williams son apenas dos de los nombres que conjugaron éxito deportivo con militancia por la conquista de derechos. La mayor, Venus, ganó 40 títulos desde el año 2000, mientras que Serena conquistó 72.

Especial de LA NACION: por qué el deporte del siglo XXI generó los mayores impactos de la historia

"Los ciclos de pobreza, discriminación y sexismo son mucho, mucho más difíciles de romper que el récord de títulos de Grand Slam", dijo Serena. Días atrás, Venus publicó una carta en sus redes tras el asesinato de George Floyd: "Así como el sexismo no es sólo un 'asunto de mujeres', el racismo no es sólo un 'asunto de negros'. Cuando peleamos y ganamos el mismo premio, todos se unieron. Y ganamos". Hoy los cuatro Grand Slam pagan lo mismo.

No es justo que la gente se pregunte quién soy -declaró Semenya-. ¿Quién decide, cuando se acabaron los géneros binarios, qué es ser mujer? ¿La Federación?Caster Semenya (atleta)

Ahora que están juntas, las protagonistas también alzan la voz. El coordinador médico de la Federación estadounidense de gimnasia, Larry Nassar, fue condenado de 40 a 175 años de cárcel por abusar sexualmente de al menos 156 atletas. Ellas lo denunciaron colectivamente. La superestrella Simone Biles, campeona olímpica en Río 2016? y cinco veces campeona del mundo, fue una de las víctimas:"Me conocen como una chica feliz, pero últimamente me he sentido rota. Yo también soy una de las sobrevivientes. Durante muchos años me pregunté: '¿Fue mi culpa?' Ahora ya sé la respuesta a esas preguntas. No. No fue mi culpa".

En estos 20 años, en tiempos de #MeToo y de #NiUnaMenos, las deportistas organizadas generaron transformaciones, dentro y fuera del juego que aman.

La rusa Yelena Isinbayeva, símbolo del atletismo, tuvo que cambiarse de deporte porque cuando era jovencita su cuerpo no se adaptaba a la gimnasia, la disciplina que le gustaba. Pasó al salto con garrocha y batió el récord mundial 28 veces. Todo lo consiguió entre 2001 y 2013.

¿Será que los récords, los triunfos y también las luchas sirven de inspiración entre las propias deportistas? La holandesa Mick Lawler, presidenta de la WTA, lo afirmó en una entrevista. Dijo que la pelea por la igualdad en el tenis seguro fue una influencia para la selección de fútbol de Estados Unidos.

"¡Equal pay!", fue el grito que se escuchó después de que las futbolistas lograran su cuarto título mundial en Francia 2019. Tiempo antes habían presentado una demanda para cobrar lo mismo que el equipo masculino. El éxito no es tenido en cuenta en este caso: ellos, que no ganaron nada, reciben mayor salario. Un juez falló a favor de la Federación, pero ellas apelaron la medida. Megan Rapinoe se convirtió en un símbolo. La delantera que se llevó la Bota de Oro y el Balón de Oro en el Mundial es un ícono también por lo que expresa fuera de la cancha. En plena Copa declaró que con sus compañeras no irían a la Casa Blanca en caso de ganar el título. Se manifestó en desacuerdo con las políticas de Donald Trump. Mencionó la discriminación hacia las diversidades de género, los inmigrantes y la población negra. Contó el secreto del éxito: "Si no tienes una lesbiana, no puedes salir campeón", dijo. En las calles de Nueva York pidió "amar más y odiar menos".

El fútbol es protagonista de estos años impactantes. En el Mundial cada selección peleó por distintas reivindicaciones. En la Argentina, las futbolistas transformaron social, cultural y deportivamente ese juego que las hace felices. Durante el Mundial, aquí se siguió su desempeño y, por primera vez, las jugadoras fueron consideradas como trabajadoras gracias al impulso de la semiprofesionalización, una pelea que tuvo como bandera a Macarena Sánchez, hoy goleadora de San Lorenzo y directora del Instituto Nacional de Juventud.

Esa identidad de futbolistas que aparecía como algo prohibido se hizo posible. La lista de nombres en estos veinte años es larga y demuestra los avances. Luciana Aymar fue declarada leyenda del hóckey por sus hazañas y las de las Leonas. La judoca Paula Pareto sumó dos medallas olímpicas -fue la primera argentina en obtener un oro en los Juegos- y ganó un campeonato mundial. La regatista Cecilia Carranza fue oro olímpico con Santiago Lange. Las Gigantes avanzan en el básquet; las Panteras, en vóleibol; la Garra, en handball, y Delfina Pignatiello es presente y futuro en natación.

La historia de la atleta sudafricana Caster Semenya, dos veces ganadora del oro olímpico en los 800 metros, trascendió sus logros: produce más testosterona que las mujeres, según los parámetros del Comité Olímpico Internacional.La Federación Internacional de Atletismo la obliga a medicarse."No es justo que la gente se pregunte quién soy -declaró Semenya-. ¿Quién decide, cuando se acabaron los géneros binarios, qué es ser mujer? ¿La Federación?".

En estos 20 años, el deporte dejó de ser pensado como un club de varones. Pese al desarrollo, todavía hay estigmas que molestan. Que ellas y sus deportes no son rentables, que ellas y sus deportes no les interesan a nadie, que por eso nadie las ve ni las quiere ver. Intentan relativizar un protagonismo que no parecen dispuestas a ceder.

Ellas, mientras tanto, juegan.