Dayot Upamecano: el pequeño gigante que sufrió (y disfrutó) Simeone, vale 70 millones y va a la caza de Neymar

Es un pequeño gigante. Pequeño porque solo tiene 21 años, gigante porque mide 1,86m y pesa 90 kilos. Podría ser basquetbolista, de los que se divierten debajo del aro. Podría jugar al rugby y medir su destreza, su fuerza descomunal en el arte del scrum. Nada de eso: Dayotchanculle Oswald Upamecano es el zaguero del futuro. Lo tiene todo: enorme, inteligente, buen pie, rápido, sólido en el mano a mano. Vuela entre las nubes, es ágil y atorrante: suele cazar la lanza y se manda hacia adelante, un diamante en bruto que se suelta en la propuesta coral de RB Leipzig, el asombro de Europa. Diego Simeone lo sufrió (de algún modo, lo disfrutó, si se espía su efervescencia por la defensa) con su Atlético de Madrid y, ahora, está listo para el desafío de su vida: cazar a Neymar, el genio de PSG, que resurge de las cenizas, sin Messi ni Cristiano en el horizonte. Este martes, a las 16, se busca al primer finalista de la Champions League.

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Suele cometer errores: sus aventuras individuales a veces acaban en exceso. Éder Álvarez Balanta (ahora, en Brujas y como clásico número 5) solía caer en esa misma trampa en los viejos tiempos de River, antes de que Marcelo Gallardo le bajara el martillo. Era una hermosa y fugaz ilusión que levantaba al Monumental. Upamecano, en realidad, juega en otra dimensión: el maravilloso cerrojo que destrozó al Aleti le permitió un nuevo valor a su cotización. Unos 70 millones de euros quieren pagar Real Madrid y Manchester City, luego de su fracaso continental. Tiempo atrás, lo buscó Arsenal. En Real Madrid le destacan tres atributos: organización, liderazgo y carisma. Hasta lo comparan con Sergio Ramos. Parece una exageración, porque el español es una leyenda. Un gusto personal lo aproxima a ese sueño: como todo francés amante del fútbol, su ídolo es Zinedine Zidane, el entrenador de Real Madrid.

Entre los mejores 20

"Estoy feliz aquí, junto con mis compañeros, haciendo una gran temporada. Solo al final del camino voy a conversar sobre mi futuro con mi agente y mis familiares. No hay ningún apuro", acepta. Es francés, nació en Évreux y su familia tiene origen en Guinea-Bissau, al oeste de África. Como Laporte (City), Varane (Real Madrid), Lenglet y Umtiti (Barcelona), los mejores zagueros del planeta surgieron en la casa del campeón mundial. Es un niño y juega como un veterano, en una formación que suele desprotegerse, que prefiere volar. Un defensor convertido en doble agente: tiene una obsesión con los dos arcos.

"Es uno de los mejores defensores del mundo. Contra Atlético hizo un partido perfecto, no cometió ninguna negligencia, estuvo muy concentrado. A veces, tiene errores por ser temerario. Siempre le digo que es una bestia", lo analiza Julian Nagelsmann, el entrenador alemán, de 33 años, fanático de la posesión, el ataque y las transiciones sin pausas. Sin embargo, la clave para convertirse en la cenicienta europea tiene otros preceptos, más paternales. "Comer bien, tomar mucha agua y dormir lo suficiente", es el prólogo de la semifinal para un club que acaba de cumplir 11 años.

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Dayot (suerte de título honorífico al jefe de una aldea de Guinea-Bissau) abre grande los ojos y lo escucha como si se tratara de un hermano mayor. Salzburgo es un modelo en el arte de encontrar petróleo: lo descubrió a los 16 años luego de ganar con Francia un torneo Sub 17 durante 2015. Valenciennes aceptó la invitación a cambio de 2.200.000 euros. El club austríaco, auspiciado por Red Bull, al igual que Leipzig, tiene un departamento de investigación de talentos en ligas -y clubes- de poca monta. Los casos de Erling Haaland (hoy, en Dortmund), Mané y Keita (dos fuera de serie de Liverpool), confirman la teoría.

Partido perfecto ante Atlético de Madrid

A Diego Costa lo convirtió en un poste sin iluminación: parado, apagado, vencido. A veces, los números respaldan los argumentos: contra el Aleti, el francés se impuso en el 81% de los duelos personales, cometió una infracción, dispuso de dos tiros al arco y tuvo una participación extraordinaria en el 95% de los pases. Ninguno hacia atrás. Venció un enorme problema de comunicación: era tartamudo, una situación que superó con el auxilio de técnicas de respiración. No suele ser el capitán: juega más de lo que habla.

En enero de 2017 cambió de club, pero mantuvo la bebida energética en la camiseta: pasó de Salzburgo a Leipzig a cambio de 10 millones de euros. El club austríaco consiguió las últimas siete ligas domésticas y la entidad alemana en menos de 15 años está a un escalón de la cúspide europea. El aspecto económico y el ético son dos asuntos que en el Viejo Continente siguen de cerca. Upamecano no se mete en el barro: juega como cuando era un niño en canchas de fútbol de salón en Évreux, una ciudad que está a 100 kilómetros de París. El joven se hizo guapo en las sombras: por las noches, pasó más de un contratiempo.

Su madre es peluquera, su padre es obrero y el mejor amigo de la infancia es más famoso que él: Ousmane Dembélé, hoy en Barcelona, mañana posiblemente en Manchester United. Le agradan los deportes extremos, los animales salvajes, no olvida sus orígenes humildes y, cada vez que puede, regala una sonrisa. Pero ello ocurre solamente en los entrenamientos. Cuando ingresa en el campo de juego, no le gustan las bromas. Primero, defiende. Luego, ataca. Un pequeño gigante que está convencido de que el mejor camino es una salida elegante o una corrida veloz. Siempre, pero siempre, hacia adelante.