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Sobresalió justo el día que más lo necesitaba el Real Madrid, con muchas bajas en defensa. Fue el que más balones interceptó del partido.
Sobresalió justo el día que más lo necesitaba el Real Madrid, con muchas bajas en defensa. Fue el que más balones interceptó del partido.

Decíamos hace unos días que era imposible saber si el mal que afligía al Real Madrid era físico o sicológico, pues era difícil entender las graves desconexiones que acechaban al equipo. Bien. Ante el Sevilla descubrimos la verdad: el problema era sicológico.

Un once balanceado, concienciado para la presión en bloque ante la baja de Casemiro como corrector táctico, potente en las bandas y con mucha movilidad arriba, se llevó por delante a un Sevilla que se presentó en el Bernabéu tras cinco partidos sin perder y con el viento de cara ante las múltiples bajas del Real Madrid.

Zidane, quizás por primera vez desde el arranque de la temporada, se dejó de inventos y volvió a sus conceptos básicos. Al mal tiempo buena cara, y esa sonrisa perenne en los labios. Los blancos no podían contar con Carvajal, Ramos, Varane, Casemiro e, incluso, Tejero, el central multiusos de guardia que Zizou suele subir del Castilla para los partidos de Copa del Rey. A esto le sumamos que Jesús Vallejo sólo completó medio entrenamiento en toda la semana para que el cocktail se presentara como sumamente explosivo. Ante Franco Vázquez, Nolito, Navas y Muriel, el Real Madrid oponía una defensa inexperta y atenazada por los nervios.

Pero Zidane no se andó con chiquitas y dio un paso al frente. Rehusó a arroparse en demasíaen el centro del campo para cubrir la baja de Casemiro, y no hizo experimentos raros retrasando a Marcos Llorente para poblar la defensa. Volvió a dar confianza a un alicaído Achraf, juntó a Nacho y Vallejo en el medio de la retaguardia, y armó un mediocampo con Lucas Vázquez, Modric, Kroos y Asensio que aunaba experiencia y juventud, explosión y calma, inteligencia y velocidad.

La apuesta le salió de perlas al técnico francés que mandó a su equipo a apretar arriba y a ahogar al rival. Si durante la primera parte sintieron un ligero deja vu no estuvieron solos. El Real Madrid jugó igual que la vuelta de la Super Copa de España ante el FC Barcelona, saliendo a morder desde el minuto uno, y como aquella tarde, se encontró con un gol muy rápido que allanó el resto del camino.

Nacho marcó el primero ante el Sevilla a la salida de un córner, certificando que este es su año. El central lo hace todo bien atrás y ahora hasta marca goles. Es uno de los mejores regalos de Zizou al madridismo, sin duda. Pero el gol no fue excusa para caer en viejas taras. Los blancos siguieron a lo suyo, presionando, moviendo el balón, intentando robar en campo rival, manejando la posesión con sentido, sin bajar el ritmo con demasiado pase lateral, pero sin arriesgar en contras rápidas desesperadas.

Jugando así, los blancos destrozaron a un Sevilla que se disolvió como un azucarillo. Mostraron los de Berizzo su peor cara en Liga, sobrepasados en todo momento y sin dar con la tecla de cómo frenar a los blancos.

Marcó Asensio, jugando como interior izquierdo pero con total libertad de movimientos en ataque, se erigió como el gran líder del equipo en ausencia de Isco. El mallorquín supo interpretar mejor su papel de lo que el mago malagueño viene haciéndolo en las últimas semanas y el Real Madrid se benefició de ello. Asensio no se recreó en la posesión. Apoyó siempre a Kroos y Modric en el medio, para ofrecer un pase corto en el que descargar o la conexión necesaria para saltar la línea de presión sevillista, pero luego además supo encontrar a Ronaldo arriba (suyo fue el pase del 2-0) y caer a banda para, por fin, poner centros como mandan los cánones.

Este fue el aspecto clave del partido. Lucas Vázquez volvió a subir su nivel y a recordar al extremo punzante que fue el año pasado, mientras que Asensio no dejó títere con cabeza por el costado izquierdo. Ambos extremos dieron la amplitud necesaria al juego madridista, pero sobre todo, sentido a la hora de buscar los centros al área: se vieron pocos balones bombeados, esos que han sido una constante en este arranque de temporada, y muchos centros fuertes buscando el remate de Ronaldo o Benzema, entrelazados con pases por bajo a la frontal para buscar la llegada por sorpresa de la segunda línea. Así llegó el 4-0 de Kroos y así pudo marcar Marcos Llorente el que hubiera sido el 6-0 cuando ya se esfumaba el partido.

Antes del tanto del alemán, Ronaldo marcó de penalti y después Achraf se estrenaría como goleador con la camiseta blanca tras un gran pase de Benzema al hueco para la carrera del internacional marroquí.

La segunda parte no fue más que un tramite para los de Zidane, que pudo confirmar así varios temas importantes. Por un lado, que su plan B sigue respondiendo. Vallejo estuvo seguro atrás y se mostró expeditivo en el corte y limpio en la salida del balón. No sabemos por qué Zidane duda de él, pues siempre que ha jugado se ha mostrado como un central con un presente envidiable y un futuro inmenso. Además, Achraf se quitó sus miedos adolescentes y fue un rayo por la banda; no sólo en ataque si no también en defensa. Como además ya hemos dicho que Asensio y Lucas fueron de los más destacados y que, el día que presentó su quinto Balón de Oro a la afición, Ronaldo marcó un doblete y se fue ovacionado al minuto 75 de partido, la conclusión es que el encuentro no podía haber sido más redondo para Zinedine Zidane.

Ahora el equipo se enfocará en el Mundialito de Clubes, pero sin perder de vista ese Clásico del 23 de diciembre en el que tendrá que demostrar que lo visto hoy en el Bernabéu no ha sido un simple espejismo.

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