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El día que no empezó Tokio 2020: incertidumbre, coronavirus y presión política sobre los Juegos Olímpicos del futuro

Eran los Juegos de la reconstrucción. La enésima imagen de un Japón revitalizado. Y también era la cita del viaje al futuro. Entre vehículos autónomos, robots y ciudades inteligentes, se presentaba una nueva oportunidad para conocer los saltos tecnológicos en la isla de la innovación, en la sede del caos organizado. Pero el reloj olímpico se detuvo hace exactamente cuatro meses. El coronavirus sacudió al mundo e hizo caer todo el calendario deportivo. Tierra arrasada en un 2020 que tenía el 22 de julio marcado en rojo. La postal deportiva de la reconstrucción nipona empezaba en Fukushima, la región costera afectada por un sismo y un tsunami que provocaron una catástrofe nuclear en 2011. El sóftbol abría el programa olímpico dos días antes de la gran fiesta inaugural. Y ahora, en el día que no empezó Tokio 2020, todo es una incógnita.

Thomas Bach, presidente del Comité Olímpico Internacional, señaló el viernes pasado que "el frágil mundo posterior al coronavirus necesita el poder unificador de los Juegos". Optimista, consideró que puede ser la gran oportunidad para que el mundo celebre el final de la pandemia, con la llama olímpica como la luz al final del túnel. Pero la pregunta que gira alrededor de los Juegos va más allá de los mensajes más esperanzadores: ¿ese mundo posterior al coronavirus existirá antes de julio de 2021?

Tokio 2020 -mantendrá el nombre pese al cambio de año- camina por los extremos en las últimas horas. En una sinuosa dualidad entre lo deportivo y lo sanitario. En la tierra de la perseverancia y la planificación a largo plazo, todo está bajo control en el plano olímpico. Con calendario confirmado -la actividad comenzaría el 21 de julio y la apertura sería el 23-, el comité organizador sólo hizo mínimas modificaciones de horarios y anunció que ya pudieron realizar nuevas reservas para 2021 sobre los complejos que estaban bloqueados para este verano boreal. Un obstáculo logístico que fue superado en base a sobrecostos e indemnizaciones. Más allá de rumores de una versión reducida de los Juegos (en 10 días, con un régimen simplificado que garantice seguridad a los atletas y disminuya los costos de la organización) o de una cita sin público (Bach maneja múltiples escenarios, pero mostró reticencia a un plan de estadios vacíos), tanto el comité organizador como el COI abogan por unos Juegos "normales". Al menos por ahora, y mirando con mucha cautela lo que sucede con el coronavirus.

No solo por lo que pueda pasar en suelo japonés, sino por el impacto en el resto del mundo. En la agenda del COI aparecían tres grandes eventos para estos años: Tokio 2020 (postergados a 2021), los Juegos de la Juventud Dakar 2022 (pospuestos para 2026) y los Juegos de Invierno Pekín 2022 (con China bajo la lupa). El estado de situación expone todas las dudas.

En principio, el problema no sería Japón, con 25 mil casos y cerca de 1000 fallecidos, con una tasa de mortalidad baja y un fuerte apoyo económico del gobierno. El trabajo de orfebrería nipón para testear, controlar a los infectados y poder proteger el empleo y la continuidad de las actividades empresariales se apoyó en restricciones de circulación bajo un estado de emergencia, en el concepto de "Las tres C" (evitando concentraciones en espacios cerrados -closed places-, lugares con mucha gente -crowded places- y de contacto cercano -close contact-) y en millonarios subsidios en todos los estratos sociales. Con un ritmo más lento que en otros países, el pico de contagios llegó en abril, y desde ahí se inició un camino descendente que recién tuvo su freno en junio. Un rebrote que llevó a Yuriko Koike, la gobernadora de Tokio, a declarar en "alerta roja" la situación sanitaria de la sede de los próximos Juegos.