Cuando tus tetas no pueden entrar a un museo. ¿Estamos locos con el puritanismo?

Las mujeres tenemos la fea costumbre de tener pechos. O tetas.

Vamos, dos protuberancias mamarias delanteras de mayor o menor tamaño.

Pero como algunos hombres -y algunas mujeres- siguen viéndolas como un signo de provocación -sobre todo sexual-, parece que nos toca esconderlas, no vayamos a tener que lamentar luego las consecuencias. Básicamente, que los hombres no puedan contener sus instintos.

Puta. Guarra. Cerda.

Algo así ha debido de sentir una joven francesa a la que acaban de prohibir la entrada en el museo d’Orsay

Por tener tetas.

Y no esconderlas.

Literalmente.

Mirad.

Ahí tenéis a Jeanne. Y al escote de la discordia.

El escote de la discordia.
El escote de la discordia.

Ni siquiera le pidieron la entrada. Al verla llegar, dos empleadas, “mirándome fijamente los pechos”, cuenta, no le permiten el acceso al museo. Nadie le cita los pechos, pero van llegando empleado tras empleado. Y, al final, el gerente. Se amparan en el artículo 7 del reglamento, que obliga a vestir un atuendo “decente”.

¿Y qué es la decencia?

¿Por qué la insinuación de unos pechos femeninos es indecente? ¿Lo serían también unos pezones marcados bajo una camiseta? Tal y como vamos, seguro.

¿Nos hemos vuelto locos con esta nueva ola de puritanismo? ¿Hemos pasado de prohibir la entrada en tirantes a las iglesias a prohibirla por lo mismo en los museos? ¿Volvemos al tiempo en que los “buenos” cristianos quemaban brujas?

¿A los burkas? ¿Está el pecado en nosotras y no en los ojos que nos miran?

Y no nos confundamos. No tiene nada que ver la lucha contra la comercialización del cuerpo de la mujer, contra su conversión de ser humano a un objeto sexual mercantilista, que estos peligrosos y absurdos gestos retrógrados que mucho tienen que ver también con la ola revisionista de la falsa izquierda que pretende cambiar hasta nombres de libros clásicos porque contienen palabras ahora consideradas ofensivas para minorías, sin tener en cuenta el tiempo y el contexto en el que fueron creados.

Por cierto, el museo que prohibió la entrada a los pechos de Jeanne es el mismo museo que exhibe orgulloso este primerísimo primer plano de los genitales femeninos. Pelo a pelo.

Como si este cuadro no fuera lo suficientemente explícito.
Como si este cuadro no fuera lo suficientemente explícito.

El origen del mundo, de Coubert. La vagina femenina en todo su esplendor.