Cuando Stalin decidió dejar de ocultar su antisemitismo y ordenó acabar con los judíos en la URSS

A lo largo de la mayor parte de la Historia, el pueblo judío se ha visto perseguido, represaliado y asesinado por parte de diferentes mandatarios, lugares e ideologías muy diferentes. Muy común es escuchar y leer, entre otras cosas, sobre la expulsión ordenada en España por los Reyes Católicos en 1492, el hacinamiento en barrios marginales durante el siglo XVI en la entonces Serenísima República de Venecia (que dio origen al término ‘gueto’) o los cerca de seis millones que murieron asesinados durante los años del nazismo alemán en uno de los genocidios más atroces que han existido y del que os he hablado en un buen número de post publicados, desde 2011, en el ‘Cuaderno de Historias’.

Stalin decidió dejar de ocultar su antisemitismo y ordenó acabar con los judíos en la URSS (imagen vía Flickr)
Stalin decidió dejar de ocultar su antisemitismo y ordenó acabar con los judíos en la URSS (imagen vía Flickr)

Los actos antisemitas han sido muchísimos más a lo largo y ancho del planeta, aunque los citados en el párrafo anterior suelen ser los más conocidos, pasando desapercibidos o menos mencionados otros que quizás también deberían de ser recordados en los libros de Historia.

Es común señalar como el mayor antisemita del siglo XX a Adolf Hitler, pero, siendo esta una verdad absoluta, no podemos olvidarnos de otro de los mayores genocidas de la Historia contemporánea: Iósif Stalin, un perverso personaje que estuvo al frente de la Unión soviética a lo largo de tres décadas, dejando tras de si un reguero de asesinatos de Estado ordenados por él mismo.

A pesar de que Hitler y Stalin tenían ideologías políticas muy distintas y totalmente opuestas la una con la otra, coincidieron en varias cosas fundamentales, entre ellas el profundo antisemitismo que sentían ambos dictadores (de hecho, famoso fue el acuerdo contranatura y de ‘no agresión’, que firmaron el 23 de agosto de 1939, y que fue conocido como ‘Pacto Ribbentrop-Mólotov’).

Mientras el Tercer Reich inició las diferentes invasiones (empezando por Polonia, país que también invadieron los soviéticos) y dio lugar a la Segunda Guerra Mundial, al mismo tiempo que llevaba a cabo el genocidio con el que se eliminaría a judíos, homosexuales, gitanos o comunistas (entre otros), la Unión Soviética de Iósif Stalin miraba hacia otro lado, importándole bien poco qué era lo que le estaba ocurriendo a millones de seres humanos.

Aunque era sobradamente conocida la animadversión que el mandatario soviético sentía hacia el pueblo judío, durante un tiempo trató de no hacerlo demasiado evidente ni público, debido a que hubo un periodo en el que las comunidades hebreas de la Unión Soviética se posicionaron y dieron el apoyo al régimen comunista con el fin de apoyar la lucha contra los nazis (una vez que Hitler decidió la invasión alemana de la URSS).

El ‘Comité Judío Antifascista’ se creó en abril de 1942, cuatro meses después de finalizar la ‘Operación Barbarroja’ y haber expulsado a las fuerzas fascistas de suelo soviético (compuestas por soldados alemanes, italianos, rumanos, croatas e incluso españoles de la ‘División Azul’).

Durante los tres siguientes años los miembros de este comité fueron bien vistos y admitidos dentro de la cúpula soviética, debido al enorme apoyo dado por la comunidad judía, pero una vez finalizada la IIGM las cosas cambiaron y algunos de sus miembros empezaron a sufrir persecuciones, siendo acusados de conspirar contra el régimen estalinista e incluso hubo algún que otro extraño accidente que se saldó con el fallecimiento de individuos claves dentro del judaísmo soviético, entre ellos Solomón Mijoels (máximo dirigente del Comité Judío Antifascista) quien fue asesinado por orden de Stalin a través de funcionarios del Ministerio Soviético de Asuntos Exteriores, encubriendo el crimen como si de un accidente de carretera se hubiera tratado.

A partir de 1948 el término 'cosmopolita sin raíces' fue acuñado para denominar de ese modo a los ciudadanos judíos y con el que se quería dejar constancia del poco arraigo por parte de esta comunidad dentro de la sociedad soviética. Ese mismo año el Comité Judío Antifascista fue obligado a disolverse y se inició una continua persecución antisemita.

Iósif Stalin y sus allegados empezaron a poner en circulación todo tipo de teorías conspirativas en las que señalaban a los judíos como traidores, acusándoles de querer crear un Estado propio en Crimea con la ayuda de los Estados Unidos (en los inicios de la Guerra Fría) y ayudar a estos a invadir la URSS.

Uno de los planes del mandatario soviético fue el de apoyar la creación del Estado de Israel en territorio palestino, con el fin de forzar la marcha hacia allí de cientos de miles de judíos que residían en la Unión Soviética.

Pero la migración judía hacia Israel no fue total, quedando un gran número residiendo en la URSS, por lo que se les persiguió bajo la acusación de ‘antipatriotas’. Muchos fueron los crímenes indiscriminados, siendo uno de los famosos el conocido como ‘La noche de los poetas asesinados’ que tuvo lugar el 12 de agosto de 1952 y de la que hablaré en un próximo post.

El 1 de diciembre de aquel mismo año, en su discurso frente al aparato del Partido Comunista que controlaba, Iósif Stalin realizó unas declaraciones en las que públicamente dejaba de ocultar su antisemitismo:

"Todos y cada uno de los nacionalistas judíos son agentes de los servicios de inteligencia americanos. Los nacionalistas judíos creen que su nación fue salvada por los Estados Unidos (donde uno se puede hacer rico, burgués, etc.). Creen que tienen una deuda con los americanos. Entre los médicos hay muchos nacionalistas judíos"

Fuente de la imagen: Flickr

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