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Crónica de la noche más amarga del exitoso ciclo de Marcelo Gallardo en River

LIMA.- La noche sigue, no se acaba. Es interminable. La derrota más dolorosa del exitoso ciclo de Marcelo Gallardo en River abre heridas impensadas, como el mismo final de película de la finalísima contra Flamengo. Tan cerca, tan lejos. Los jugadores cenan, pero no quieren comer. Los futbolistas intentan descansar, pero no hay caso: aparece el doble fantasma de Gabigol y se despierta la pesadilla. Los jóvenes son los más afectados: lloran en silencio, no levantan la mirada del piso en el hotel que está a punto de abandonar el conjunto millonario, en San Isidro, la sofisticada área de Lima. Gonzalo Montiel llora como un niño, la imagen de Marcelo Gallardo, a modo de consuelo paternal, ya casi es viral. Él, Lucas Martínez Quarta y Exequiel Palacios son los más conmovidos. Los referentes, los experimentados, ensayan levantarles la moral. No hay caso: es la noche más amarga en cinco temporadas y media de éxito continuado. Un día iba a pasar. Pasó, con el peor final.

Flamengo sigue celebrado la Libertadores impensada por las calles de una ciudad que intenta volver a su calma habitual. Sin la efervescencia del fútbol ajeno. River emprende el regreso, luego de una noche desoladora, impropia de un equipo convertido en leyenda. Hay charlas, hay miradas, hay silencios. Pocas veces, los silencios dicen más allá de las palabras.

"La sensación es de dolor, estuvimos a dos minutos. La sensación de estar a tan poco. Es duro esto. Pero hay que digerir la derrota. Nos toca perder, duele, pero el orgullo sigue. Siento orgullo por los jugadores, por la gente que trabaja conmigo, por los hinchas que hicieron un esfuerzo mayúsculo para estar acá. Hicimos el partido que teníamos que hacer. Anulamos el poderío de Flamengo", retumban las palabras del Muñeco, afectado como todos. La charla grupal, por ahora, no causa efecto: están destrozados.

El DT cuenta lo que habla con el equipo, lo que define la pirámide del pensamiento. "Hablo de orgullo, porque en líneas generales, ante un gran rival que para muchos era el favorito, eso no se vio. Eso genera angustia. Estas derrotas son las que duelen, porque estuvimos ahí, en la nada misma de quedarnos con el trofeo y se te escapa. Eso nos genera angustia. Nos ha tocado muchas veces ganar y nos tocó perder de la manera más triste. Hay que saber perder con hidalguía, también. Y eso fue lo que les dije a mis jugadores: que el dolor va a estar. Pero tenemos que sentirnos orgullosos. Voy a estar orgulloso cuando se me baje la armadura del dolor. Se los dije a los jugadores en el vestuario. Los hinchas nos reconocen no solo por lo de hoy, sino por todos estos años", había contado el entrenador. Y así fue.

En la salida del estadio, hubo aplausos hasta el anochecer, cuando los jugadores se fueron con la medalla plateada colgando en sus pechos. No se la quitaron. Y más tarde, en el hotel, con una recibida de campeón y con el recuerdo de la finalísima de Madrid, que reconforta más aún en embates como estos. Decenas de fanáticos intentan crear otra atmósfera. Aunque parece que nada alivia el dolor. Esa maldita palabra, que Javier Pinola, de magnífica tarea. hasta los goles, rubrica una vez más.

"El dolor es por el esfuerzo que hicimos y que se nos escape así., no tengo palabras. El dolor que siento es el mismo de todos. Hay que levantar la cabeza, estoy orgulloso de lo que hicimos, hay que seguir tirando para adelante. Errores hubo: puede ser que a veces hay que esconder la pelota, pero si hubiésemos ganado, se rescataría que River siempre va y no saca el pie del acelerador. De las derrotas se aprende y esta es una más", cuenta al zaguero.

No es una más. River se había acostumbrado a no perder. Y menos, en este tipo de desafíos mayúsculos.