El "coronavirus FIFA": la epidemia dentro de la pandemia que perjudica a los clubes de fútbol

Cristiano Ronaldo durante un partido con Portugal.
Cristiano Ronaldo durante un partido con Portugal. Foto: Franck Fife/AFP via Getty Images

Este 2020 está siendo un año bastante raro para todo el mundo, en general, pero, sin desmerecer otros sectores, quizás el fútbol de élite se esté viendo particularmente afectado. El coronavirus que está arrasando el planeta entero obligó a suspender la competición durante varios meses en primavera, generando incontables pérdidas económicas y acumulando retrasos a lo largo del todo el verano. La nueva temporada se ha intentado arrancar con normalidad, o al menos con lo más parecido a un mundo normal que podemos conseguir sabiendo que la infección no ha desaparecido y que, por ejemplo, no queda más remedio que jugar sin público o con aforos extremadamente reducidos.

Porque el virus sigue ahí. De hecho estamos en plena segunda ola, con repuntes terribles de casos y sistemas sanitarios al borde del colapso. En el universo del balón cada cierto tiempo tenemos noticias de un brote en tal o cual equipo, o de que algún partido se ha tenido que suspender por falta de disponibilidad de jugadores o por el peligro que suponía seguir adelante.

Así las cosas, cuando lo razonable parece reducir al mínimo indispensable la actividad deportiva, surge otro frente que complica la situación un poco más. Se trata de las convocatorias de las distintas selecciones nacionales para partidos tanto oficiales (de clasificación para distintos torneos continentales, o ahora la Liga de las Naciones europea) como amistosos perfectamente prescindibles. Que ya de por sí son fuente de controversia en condiciones normales, así que no digamos en las actuales.

Un concepto con el que muchos aficionados ya estarán bien familiarizados es el del “virus FIFA”. Así se viene nombrando a la plaga de lesiones que, en muchas ocasiones, sufren los jugadores mientras están al servicio de los combinados de sus países, y que luego les impiden jugar para los clubes que les pagan. Ese mal sigue existiendo (uno de los últimos casos, muy sonado, es el de Santiago Arias, el lateral que el Atlético ha cedido al Bayer Leverkusen y que se destrozó la pierna la semana pasada mientras defendía a Colombia), pero ahora se le suma lo que se podría llamar “coronavirus FIFA”.

Es decir, brotes infecciosos que se dan en el seno de una convocatoria de selecciones y que obligan a los futbolistas a permanecer en cuarentena, faltando a compromisos de sus equipos. Un ejemplo tremendamente llamativo es el de Cristiano Ronaldo, que ha dado positivo en los tests mientras estaba concentrado con Portugal. El periodo de aislamiento necesario implica que la superestrella de la Juventus se perderá, al menos, el próximo partido de los blanquinegros en liga contra el Crotone y el estreno en Champions League contra el Dínamo de Kiev. Dependiendo de cómo evolucione su salud, no se descarta que se ausente también del encuentro contra el Barcelona, previsto para el próximo día 28.

No estamos hablando, ni mucho menos, de un caso aislado. Ojalá. El mismo brote portugués que ha afectado a Cristiano también mantendrá fuera de juego a José Fonte (defensa central del Lille) y a Anthony Lopes (portero del Olympique de Lyon). En la selección ucraniana se quedaron sin porteros, hasta tres de los convocados dieron positivo, llegando al punto de que el entrenador Oleksandr Shovkovskiy, a sus 45 años, tuvo que descolgar los guantes e incluirse en la convocatoria por si hacía falta una sustitución. La República Checa confirmó tres positivos (aunque no dio los nombres) e Israel anunció el del centrocampista Nir Biton, del Celtic de Glasgow, antes de enfrentarse en Haifa el pasado domingo. En Italia la azzurra sub-21 tuvo que aplazar el partido contra Islandia y salir a jugar con los sub-20 contra Países Bajos tras detectarse hasta siete jugadores contagiados, algunos de ellos de equipos de la Serie A. En el Seviilla no podrán contar a corto plazo con Jules Koundé, que ha vuelto infectado de su participación con la selección juvenil francesa.

Fuera de Europa también ha habido. En África, por ejemplo, un brote en la selección de Guinea ha dejado fuera de juego a seis futbolistas, incluyendo a Amadou Diawara, de la Roma. En América, Perú tuvo que sacar de su convocatoria a Raúl Ruidíaz (Seattle Sounders) y a Alex Varela (Deportivo Llacuabamba, de la liga local) tras dar positivo. El listado no es exhaustivo: es probable que haya más casos en el panorama internacional, pero una enumeración detallada haría este artículo interminable.

Porque hay que tener en cuenta que todos estos casos nombrados corresponden al último parón, el de primeros de octubre. En septiembre hubo otro y también florecieron los contagios, como recordarán los seguidores de la selección española, a los que no les quedó más remedio que esperar para poder ver el debut de Adama Traoré (Wolverthampton). Mikel Oyarzábal (Real Sociedad) también tuvo que ausentarse de la convocatoria de la Roja. En Francia, otro ilustre como Kylian Mbappé (PSG) debió marcharse a casa en vísperas de un partido contra Croacia. Y tantos y tantos otros ejemplos.

Muchas voces se preguntan hasta qué punto es sensato, en unas circunstancias excepcionales como las que vivimos, que se mantengan los compromisos internacionales y muchos futbolistas se vean obligados a emprender viajes larguísimos, arriesgándose no solo a contagiarse ellos, sino a difundir el virus por todo el planeta y hacer la epidemia aún más difícil de controlar. La idea, desde luego, es poco coherente con las recomendaciones que se le hacen a la población común de permanecer en casa y moverse lo mínimo indispensable. Jürgen Klopp, entrenador del Liverpool, opinó al respecto: “No quiero sonar irrespetuoso sobre cómo están llevando a cabo los protocolos de seguridad en otros países, pero estoy un poco preocupado porque es difícil estar en contacto con todas las federaciones”. Uno de sus jugadores, Xherdan Shaqiri, dio positivo antes de un partido con Suiza, aunque ya parece estar recuperado.

Por mucha intención de recuperar la normalidad que tenga, la FIFA debería plantearse si ahora mismo es posible y conveniente organizar semejantes desplazamientos. Y más teniendo en cuenta que, aunque bastantes son para partidos oficiales (en los que seguro que se puede buscar alguna otra fórmula, como agruparlos todos a final de temporada, cuando previsiblemente la pandemia habrá remitido un poco), no son pocos los amistosos intrascendentes que hemos visto en las próximas semanas. El negocio debe continuar, de acuerdo, pero quizás sea ahora de poner el sentido común y la salud pública por delante.

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