Lo que la Copa Libertadores copió sin querer de la Champions League

Tevez y Montiel, Boca y River: protagonistas habituales en las instancias finales en esta era de la Copa Libertadores.
Fuente: LA NACION - Crédito: Soledad Aznarez

Messi contra Cristiano. Simeone en la mismo zona del Bayern Munich, flamante campeón. Liverpool, Ajax y Atalanta en el "Grupo de la muerte". El sorteo de la Champions League fue el primer eslabón de una cadena, cuyo brillo se percibe desde el inicio y que irá aumentando conforme el paso de la competencia.

El futbolero, globalizado como todo el mundo de la pelota, se entusiasma con los manjares que se presentan en el banquete, aunque cuando haya que empezar a sacar sillas de la mesa, los comensales seguramente serán parecidos a los de la temporada pasada. El truco se repite pero es efectivo gracias a la pericia del mago. En el arranque la expectativa es enorme, luego la lógica a partir del poder de las billeteras hace su trabajo y en la depuración solo sobreviven los gigantes. Nos encanta ver los enfrentamientos de los mejores aunque los colores de las camisetas siempre sean parecidos.

No hace falta ser un erudito para imaginar a los potenciales cuartofinalistas. Real Madrid, Barcelona y Atlético de Madrid por España; Liverpool y Machester City por Inglaterra, Juventus como representante del calcio y los últimos finalistas Bayern Munich y PSG bien podrían completar los casilleros si no debieran eliminarse en el camino. Atalanta, Manchester United, Inter o Sevilla ingresarían en un segundo pelotón. Y con esos nombres casi que se agota la cuestión.

El largo receso por la pandemia generó lógicas especulaciones acerca de cual sería el impacto que produciría en el rendimiento de los equipos argentinos en la Copa Libertadores. La conclusión ha sido tan contundente que los números por si solos alcanzan para responder todas las preguntas. La calidad de los planteles, la mentalidad competitiva y la pobreza del resto disimularon cualquier carencia física. En solo tres presentaciones y con una jornada de margen, River, Boca y Racing ya se instalaron entre los mejores dieciséis del certamen.

La comparación con Europa para proyectar el futuro cae por su propio peso. Los tres argentinos, más otros tantos brasileños entre Flamengo, Palmeiras, Gremio o Inter de Porto Alegre, más Independiente del Valle y un nombre fuera de agenda, bien podrían ser los integrantes de la mesa de los ocho. No se trata de ser irrespetuoso con el resto ni con las sorpresas que hacen del fútbol el deporte más hermoso de todos por su imperfecta relación con los porcentajes, simplemente la tendencia de los últimos años se ha afirmado incluso en este, tan particular.

En el marco del "ciclo Gallardo", River alcanzó por lo menos las semifinales en cuatro de las últimas cinco ediciones. En tres de las últimas cuatro, aún sin levantar el trofeo -lo que impactó en el cambio de entrenadores-, Boca recorrió el mismo camino. Con los vecinos brasileños, aunque en su caso la rotación es algo más amplia, se repite la secuencia.

La Copa tiende a concentrar su poder entre los dos máximos gigantes. Y es posible mirar a Sudamérica, pero también fronteras adentro. El cuello de botella es cada vez más angosto y el desenlace, predecible. Si el marketing presentó la final del Bernabéu como un hecho irrepetible por sus características, el 2019, en una instancia previa, volvió a poner a los dos grandes del fútbol argentino cara a cara en el centro del ring.

La escena parece posible pero al mismo tiempo probable. Quizás este año, seguro en los sucesivos. Para el regocijo de los que se excitan con el morbo, nuevos enfrentamientos entre Boca y River se vislumbran en el radar del escenario continental. Con menos glamour que en el viejo continente pero copiando la fórmula, la Libertadores se volvió una competencia de muchos, con la ilusión de algunos y la candidatura de unos pocos.

Tiempos modernos, que le dicen. Habrá que acostumbrarse.