Copa América 2020: las intrigas políticas entre la Conmebol y la AFA y el contacto con el próximo gobierno

El martes próximo, el Consejo de la Conmebol aprobará en el Centro de Convenciones de Cartagena (Colombia) los cinco estadios argentinos que pasaron la auditoría de cara a la Copa América 2020, que el país co-organizará junto con Colombia. En la nómina no estarán ni la Bombonera ni el Cilindro de Avellaneda. Sí aparecen, en cambio, el Monumental y el estadio Ciudad de La Plata. El Bicentenario, de San Juan, tiene un asterisco: su habilitación es provisional. Es decir, deben resolver cuestiones antes de recibir la aprobación definitiva.

En cuanto trascendió que ni Boca ni Racing tendrían partidos del torneo continental, arreciaron las teorías conspirativas. Sobre todo porque el estadio de River sí pasó el filtro. Se sabe que Boca y Racing son clubes cercanos a Claudio Tapia, presidente de la AFA, mientras que Rodolfo D'Onofrio, máximo dirigente millonario, mira desde afuera todas las decisiones que se toman en las oficinas de la AFA de la calle Viamonte.

Lo concreto es que la Conmebol tiene un manual con una serie de requisitos de infraestructura, hotelería, accesos, dimensiones e iluminación que todos los estadios elegidos para la Copa América deben cumplir. Así, una vez que la AFA propone sus canchas para la competencia, todos esos recintos pasan por la auditoría que realizan funcionarios de una empresa tercerizada por la Conmebol, y bajo la supervisión de empleados de la gerencia de competiciones de selecciones, que encabeza el paraguayo Hugo Figueredo.

De esta manera, los estadios elegidos son los que cumplen mejor todos los requerimientos de la Conmebol. ¿Puede influir la opinión de algún funcionario político de la entidad en el proceso de selección? En Paraguay, donde está la sede de la entidad, lo niegan. Sobre todo porque los derechos comerciales de la Copa América están en manos de la empresa japonesa Dentsu, que también juega su partido a la hora de aprobar los estadios. Una eventual intervención de la política conspiraría contra la comercialización del torneo.

"Lo que hizo la AFA al postular a Racing y Boca para la Copa América tuvo que ver con el poder del gobierno saliente. Licuado ese poder, ahora impera lo normal", dicen en River. Lo "normal", claro, es que el Monumental sea una de las sedes argentinas de la Copa América del año próximo. En Boca, en cambio, destacaron que "no tuvieron nada que ver" con la decisión de posicionar como sede ni de sacar como tal a la Bombonera.

Una infraestructura detenida en el tiempo

Tres de los cinco estadios seleccionados para la Copa América 2020 fueron construidos (o remodelados) para el Mundial de 1978: el Monumental, el Mario Alberto Kempes (Córdoba) y el Malvinas Argentinas (Mendoza). Los otros dos son más nuevos: el Ciudad de La Plata (administrado por el gobierno bonaerense e inaugurado en 2003) y el Bicentenario de San Juan (16 de marzo de 2011, también provincial). El coliseo cordobés fue refaccionado para la Copa América de 2011. Y Mendoza también recibió arreglos para ese torneo.

La infraestructura de los estadios es una prioridad a futuro para la Superliga y, en cierta medida, también para la AFA. Por algo Racing encaró un programa exhaustivo de reformas en el Cilindro, que también había sido postulado por la AFA y que hasta último momento pujó para quedarse con algún partido del torneo continental. Estudiantes acaba de inaugurar su remodelado José Luis Hirschi. Y Santiago del Estero invirtió más de $1000 millones en la construcción de su propio estadio único.

La conclusión es clara: a la Argentina le faltan estadios a la altura de las principales potencias continentales. Es cierto que la comparación no puede hacerse con Brasil, que organizó un Mundial hace cinco años y que, además, acaba de tener a la última Copa América. Pero para encontrar un plan integral de reformas en estadios argentinos hay que remontarse a la Copa América de 2011, disputada en nuestro país y ganada por Uruguay. Eran otros tiempos: Julio Humberto Grondona todavía presidía la AFA y los comités organizadores de los torneos continentales estaban presididos por dirigentes locales (en aquel momento el cargo lo ocupó José Luis Meiszner, hoy suspendido de por vida por la FIFA para trabajar en el fútbol).

En las oficinas de la Superliga y en las charlas que mantienen los expertos en la industria del fútbol se habla de la "experiencia del hincha" en los estadios argentinos. Y las calificaciones son unánimes: las canchas nacionales desaprueban. Las razones van desde accesos imposibles hasta una fuerza de seguridad demasiado invasiva, hasta el flagelo de las barrabravas. Y también influyen ascensores que no funcionan, plateas despintadas o asientos inservibles. Baños en pésimo estado o escasez de transporte público son otras de las cuestiones en las que los estadios argentinos tienen que mejorar. Sobre todo si el objetivo sigue siendo hospedar la mayor cantidad de partidos de esa utopía llamada Mundial de 2030.

Los lazos tendidos con el gobierno entrante

Los máximos dirigentes de la Conmebol tenían agendada la reunión con Alberto Fernández, presidente electo de la Argentina. El cónclave se había concretado gracias a la mediación de un histórico amigo del futuro mandatario: Luis Segura, expresidente de la AFA y de Argentinos, club por el que simpatiza Fernández. Antes de encontrar un hueco en su agenda, Segura había viajado a Paraguay para encontrarse con el presidente Alejandro Domínguez. Las charlas siguieron en Buenos Aires. Aquí, Segura y su hijo Luis Fernando recibieron a Gonzalo Belloso, director de desarrollo y secretario general adjunto de Conmebol. La intención era clara: generar un canal de comunicación con el nuevo gobierno argentino, con la mira puesta en el torneo del año próximo.

La reunión Domínguez-Fernández se postergó dos veces. La primera iba a ser en Pilar, donde vive Segura. La segunda, en la casa de otro ganador de las últimas elecciones nacionales: Sergio Massa. Finalmente, quedó cancelada. Pero, con Segura como interlocutor, la Conmebol ya tejió un puente para asegurarse de que no ocurra "nada raro" en la Copa América. La seguridad en los estadios y en los traslados de las delegaciones, por caso, será responsabilidad del Ejecutivo.

Una posible asunción de Matías Lammens como ministro de Turismo y Deporte podría ayudar a que los lazos entre la Conmebol y el nuevo gobierno sean aún más fluidos. A Lammens lo conocen en Paraguay por su gestión al frente de San Lorenzo.

Más allá de los contactos con el próximo gobierno argentino, la Conmebol también mantuvo reuniones con la AFA. Le detalló qué lugares tendrá disponibles en el organigrama del torneo. Y le recordó que, a partir de ahora, el comité organizador local no será tan local, sino que estará en manos de funcionarios de la Conmebol. No es casualidad: se trata del primer torneo continental con doble sede (la Argentina y Colombia). Para evitar que los países compitan entre sí, la entidad decidió que sean sus funcionarios los que tengan la mayor responsabilidad en la planificación.

Fernández, fanático del fútbol, sabe que la Copa América del año próximo aportará varios millones de dólares a la economía. Sabe, también, que en los últimos meses la relación Conmebol-AFA pasó por sobresaltos, como la famosa carta por el VAR en la Copa América de Brasil y la suspensión de Tapia como representante de la Conmebol ante la FIFA. Por todo eso, las reuniones continuarán en los próximos meses para que no haya ningún cabo suelto.