Anuncios

Cómo Estados Unidos ha tirado a la basura un billón de dólares

El presidente de EEUU Donald Trump cedió y se mostróp en público con mascarilla el 11 de julio de 2020 al visitar un hospital cercano a Washington (AFP | ALEX EDELMAN)
El presidente de EEUU Donald Trump cedió y se mostróp en público con mascarilla el 11 de julio de 2020 al visitar un hospital cercano a Washington (AFP | ALEX EDELMAN)

Hasta el momento, el Congreso de Estados Unidos ha autorizado 3,6 billones de dólares en estímulos económicos para compensar el coste del confinamiento y los cierres comerciales causados ​​por la pandemia de coronavirus. Los diferentes programas que canalizan todo ese dinero a las empresas y los consumidores no son perfectos, pero probablemente son necesarios.

Sin embargo, no basta. Ahora el Congreso está aprobando otra ronda masiva de estímulos que probablemente superará el billón de dólares o quizá incluso lo duplique. En este punto comienza la tragedia. Si la administración Trump y otros políticos de Estados Unidos hubieran dado la respuesta correcta al virus la primera vez, ahora estaría bajo control y los empleos volverían a su cauce. En cambio, hemos alcanzado nuevos récords en las infecciones diarias durante 41 días seguidos, el peor resultado de todos los países desarrollados. Ahora la recesión se prolongará más de lo que debería y en vez de regresar de manera prudente a algo parecido a la normalidad, nos estamos volviendo dependientes de los préstamos federales para mantener la economía a flote.

Estados Unidos tiene suerte de que el Tesoro pueda pedir prestadas cantidades ilimitadas de dinero a tasas súper bajas. Pero ese privilegio también conduce al despilfarro y a una incompetencia abismal en muchos niveles políticos. Si Estados Unidos no fuera un país rico, habría tenido que contener el virus la primera vez o enfrentarse a su ruina. La capacidad para inyectar otro billón o incluso dos, según sea necesario, financia una respuesta torpe a la crisis que ha permitido que el coronavirus asole la economía estadounidense.

Solo cinco estados están teniendo una disminución de al menos el 10 % de los casos. (Gráfico: David Foster/Yahoo Finanzas)
Solo cinco estados están teniendo una disminución de al menos el 10 % de los casos. (Gráfico: David Foster/Yahoo Finanzas)

A finales de marzo, cuando el Congreso aprobó el primer gran proyecto de ley de estímulo, la administración Trump debió haber aplicado medidas estrictas a nivel nacional para contener el virus, incluido el uso obligatorio de mascarillas cuando las tasas de infección superaran cierto umbral. Trump también debió haber puesto en marcha el programa de pruebas de coronavirus más agresivo del mundo en el mismo momento en que se evidenció la escasez de test, al comienzo de la crisis, en vez de eludir su responsabilidad y decirle a los estados que lo gestionaran por su cuenta. Y los gobernadores y alcaldes debieron haber cumplido, en vez de dedicarse a diseñar políticas de cosecha propia que fracasaron rotundamente en evitar que las personas cruzaran las fronteras y llevaran el virus consigo.

Trump y sus críticos argumentan que es fácil mirar atrás y proponer acciones que en aquel momento nadie sabía que serían necesarias. Es cierto. Pero también es cierto que muchos analistas perspicaces propusieron acciones que, de haber entrado en vigor, habrían dejado la economía estadounidense mejor parada a mediados del verano. El mejor ejemplo es el “Mapa de ruta para la reapertura” de Scott Gottlieb y varios colegas del American Enterprise Institute publicado el 29 de marzo. Gottlieb fue comisionado de la FDA bajo la administración Trump y, a diferencia de muchos de los cargos que Trump nombró, dejó la administración en buenos términos, en 2019. Trump habría podido adoptar el plan de cuatro fases que propuso Gottlieb para establecer procedimientos más estrictos para controlar el virus y reabrir de manera gradual y metódica sin comprometer su reputación. Pero no lo hizo.

Algunos estados han seguido básicamente las recomendaciones de Gottlieb y han obtenido resultados bastante buenos. Nueva York fue el epicentro del brote en marzo y abril, con las tasas más altas de infección y mortalidad del país. El gobernador impuso estrictas medidas de confinamiento y estableció un calendario de reapertura directamente relacionado con la disminución de las tasas de infección y hospitalización. Las mascarillas se volvieron obligatorias en la mayoría de los lugares públicos y no se produjo una gran oposición tonta a la medida ni quejas aduciendo que todo era un “engaño”. Funcionó. Ahora las tasas de infección en Nueva York son bajas, incluso con la apertura de tiendas, restaurantes y parques.

Fuente: Raymond James
Fuente: Raymond James

Florida eligió seguir el camino de Trump: descartar la gravedad del virus y asumir que nunca se convertiría en Nueva York. Ahora el virus se está disparando en todo el estado, forzando a imponer nuevos confinamientos mientras las empresas y sus patrocinadores siguen discutiendo sobre la utilidad de las mascarillas. No todos los estados con tasas de infección crecientes han sido negligentes por alentar la propagación del virus, en muchos casos se ha debido a la prisa por reabrir y las medidas laxas.

Fuente: Raymond James
Fuente: Raymond James

Moody’s Analytics analizó recientemente las solicitudes de desempleo y otros indicadores comerciales en estados con y sin políticas obligatorias de uso de mascarillas. Los estados que han impuesto la obligación de usar mascarillas han tenido un aumento menor en las tasas de infección por coronavirus con la reapertura, lo que también significa que los consumidores están saliendo y gastando más. Las empresas en los estados donde hay que usar mascarillas despidieron a menos trabajadores cuando comenzó el verano. Al contrario, en los estados donde no es obligatorio llevar mascarilla ahora es más probable que el desempleo aumente en vez de disminuir. “El empeoramiento de la pandemia, junto con el golpe político en muchas partes del país, pone en peligro el tenue progreso del mercado laboral”, señaló la empresa de pronósticos.

Ahora el Congreso está redactando otro proyecto de ley de estímulo que tendrá que ser aprobado porque el virus aún está descontrolado, los consumidores tienen miedo a salir, las empresas siguen encadenadas y los trabajadores siguen perdiendo sus empleos. El nuevo proyecto de ley contendrá más de lo mismo en términos de una ayuda mejorada para el desempleo y préstamos para empresas en quiebra, pero también incluye algunos beneficios nuevos, como ayuda a los estados y ciudades que tengan que despedir a policías, maestros y bomberos.

Sí, es probable que esta nueva factura sea necesaria y es mejor que quedarse de brazos cruzados. Pero será mejor que el país muestre cierta determinación real para vencer al virus, en lugar de financiar continuamente el fracaso. A medida que nos acercamos a los 5 billones de dólares en ayudas de estímulo solo este año, los votantes deben empezar a preguntarse cuánto dinero podríamos llegar a necesitar y si podemos pagarlo. Un cheque en blanco podría resolver el problema eventualmente, pero a un precio astronómico.

Rick Newman