La columna de Jorge Búsico: 2021, el año de apagar Twitter para el rugby

Para el rugby argentino, 2020 fue un año demasiado atribulado; en 2021 debe replantear y reformular algunas cuestiones.
Fuente: Archivo

Habrá que recordar el 2020 del rugby argentino. Nunca había tocado tantos extremos. Después del primer triunfo en la historia ante los All Blacks, que implicó atravesar decenas de dificultades producto de la pandemia, Mario Ledesma dijo que alguien debería escribir un libro al respecto. La misma figura utilizó el vicepresidente de la Unión Argentina de Rugby (UAR), Ariel Mammana, para graficar los ataques que recibió la entidad tras la viralización de antiguos tuits racistas de Pablo Matera, Guido Petti y Santiago Socino, tres semanas después de la victoria sobre los neozelandeses: "Fueron cuatro horas con las que podemos escribir un libro", expresó en una entrevista publicada el último domingo por LA NACION. A todo esto se debe agregar el asesinato a Fernando Báez Sosa, del que acaba de cumplirse un año, más clubes cerrados y nula competencia. Otros libros.

El año que está en sus primeros pasos no ofrece un panorama muy distinto al anterior. La incertidumbre sigue en primera plana. No hay pistas de cuándo puede evaporarse. En varias cuestiones, el rugby ha quedado dañado y en el centro de las miradas. La industria mediática y sus aledaños están atentos para ver si cualquiera que golpeó a otro alguna vez pisó una cancha de rugby. Son las reglas del juego que establecieron y no alcanzan sólo al rugby. El odio está instalado y sale a borbotones al prender cualquier tipo de pantalla. Sería un error quedarse atrapado en esa lógica. El rugby tiene virtudes de sobra, pero también cuestiones que debe revisar y modificar. Ésa es la gran tarea para 2021, que -vale recalcarlo- en distintos ámbitos se empezó a llevar adelante en 2020. La comisión FIMCO de la URBA y Rugby 2030 de la UAR son ejemplos por potenciar entre ellos y multiplicar.

En la entrevista para LA NACION, Mammana dio datos reveladores del crecimiento de jugadores y de clubes en los últimos años. También de los cursos, academias y desarrollos que lleva adelante la UAR. Y destacó lo que él califica como "pésima comunicación" de la entidad "de todo lo que no tiene que ver con Pumas y Jaguares". En rigor, esto se debe especialmente a que desde hace un tiempo la comunicación de la UAR depende de la gerencia comercial. Es toda una definición política. El eje de la comunicación está centrado en atender a los sponsors, especialmente a la televisión. El resto del periodismo es dejado de lado y a veces hasta se lo maltrata y se le dificulta el trabajo. Por eso se apunta sólo a los seleccionados profesionales, en los que está el grueso del dinero que ingresa. Es el sistema el que impide otro ángulo de comunicación.

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Al "mejor rugby" que propone la UAR se puede sumarle otra meta: "mejores personas". No se trata de establecer el inútil y falso dilema de "profesionalismo versus amateurismo", porque ambos deben existir y nutrirse, sino de equilibrar los objetivos. De discutir y redefinir dónde están hoy las urgencias, a dónde hay que llegar con más énfasis. No es una tarea sencilla, sobre todo porque la pandemia está dejando un panorama muy complicado de afrontar en todos los niveles. Así como a la UAR se le van los patrocinadores -también por los efectos de los tuits-, a los clubes se les redujeron ingresos y jugadores.

Éste debería ser un año de introspección, de fortalecer la enseñanza, de reparar, de proteger la esencia del juego del rugby y de cumplir con los valores que son pregonados. Mirar adentro más que afuera. Cuando le preguntaron las claves para vencer a Donald Trump, uno de los asesores de Joe Biden fue categórico: "Apagamos Twitter". Quizá en 2021 el rugby argentino pueda escribir otro libro con otra historia.

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