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El coche eléctrico, ¿postureo o necesidad?

El coche, medio de transporte imprescindible para el día a día de millones de personas, es una de las principales fuentes de contaminación ambiental. En ciudades de todo el mundo ya se han empezado a desarrollar medidas para la reducción de las emisiones por combustión de diésel o gasolina: ‘Madrid Central’ en España ha restringido el tráfico de coches y otras ciudades, como París o Nueva York, se han decantado por potenciar el uso de la bicicleta, o por la peatonalización de amplias áreas en los centros urbanos. En Berlín, se han adoptado medidas tales como los límites de velocidad, y se planea la incorporación de taxis híbridos y autobuses eléctricos obligatorios.

El coche eléctrico, como alternativa al vehículo convencional de combustión, se presenta como la solución del futuro, de cara a la eliminación completa de emisiones. Sin embargo, los propietarios de coches recargables siguen siendo una minoría. En España, a fecha de octubre de 2019, se habían vendido un total de 8.281 coches eléctricos, porcentaje que apenas supone un 0,8% de las matriculaciones totales. Aunque esto supone un aumento del 102%, todavía está lejos del 2% de Alemania, con 67.504 unidades vendidas en 2018.

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Cientos de vehículos en Francia
Cientos de vehículos en Francia

La falta de autonomía, unida a su elevado precio, son dos de los motivos principales que hacen que la industria del coche eléctrico no arranque del todo. Los habitantes de las grandes ciudades podrían verse motivados a adquirirlos, debido a los altos niveles de contaminación ambiental, pero, para una persona que realice trayectos interurbanos con frecuencia, lo cierto es que no resultan del todo rentables. Y es que los automóviles recargables cuentan con una autonomía que alcanzan los 200 km: suficiente para el día a día, pero se quedan cortos para distancias más largas.

La mayor oferta de coches eléctricos actual viene de la mano de marcas como Tesla, Jaguar, Audi o BMW, que producen vehículos de gama alta. Además, las opciones que proponen marcas generalistas como Toyota o Renault son, a igualdad de prestaciones y tamaño, más caras. Todo ello limita el acceso a este mercado a los compradores con menor capacidad adquisitiva. Además, hay que tener en cuenta el asunto de las baterías. Aunque cuentan con un periodo de garantía, tarde o temprano deben ser cambiadas, y su precio puede ascender a los 5.000 euros, siendo uno de los componentes más caros del coche.

Por otra parte, hay que destacar la falta de puntos de carga. Lo ideal sería que cada persona contase con uno en su casa, pero casi nadie puede permitirse su instalación, por lo que se depende exclusivamente de los cargadores públicos, los cuales no son especialmente abundantes. El tiempo de carga, que se sitúa entre 5 y 8 horas de media, también causa rechazo por parte de los posibles compradores. A pesar de que exista la opción de ‘carga rápida’, lo cierto es que esto afecta a la vida útil del vehículo.

¿Cómo se podría fomentar su compra?

La información, en primer lugar, es clave. Gran parte de la población desconoce los beneficios de los coches eléctricos, que no son pocos. En primer lugar, respetan el medio ambiente: al no necesitar combustible para funcionar, no emiten gases nocivos. En segundo lugar, son pocos ruidosos, por lo que no solo reducen la contaminación atmosférica, sino también la acústica. No necesitan marchas, por lo que son más compactos y, por tanto, ocupan menos espacio. En el caso del motor tradicional, cualquier fallo en el sistema de refrigeración, o del aceite, puede dejar inutilizado el motor, algo que no ocurre en el caso de los coches eléctricos. Aunque el precio inicial sea más elevado, a la larga, los eléctricos suponen una alternativa más barata da la hora de producir y de mantener.

Además, los vehículos recargables son más eficientes y consumen menos, lo que se traducen en un ahorro mayor. Tienen una eficiencia cercana al 90%, bastante mayor al 30% de los motores tradicionales, es decir: consume ‘mejor’, ya que necesita menos energía para realizar el mismo esfuerzo. La la energía eléctrica, aunque cara, no llega al precio de la gasolina.

Al final, la clave es ser pacientes y dar tiempo al cambio. Pero exigiendo que se produzca. No deja de ser una revolución social absoluta y no puede ser de un día para otro. Pero con la colaboración y esfuerzo de todos, poquito a poco cambiará este mundo a un ‘tono mucho más verde’: un color sano, limpio y respirable.

Laotracaradelamoneda

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