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Cobi: “Los Olímpicos del 92 fueron una maldición que Barcelona siempre pagará”

Cobi, mascota de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. / Foto: Wilmar Cabrera
Cobi, mascota de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. / Foto: Wilmar Cabrera

El 29 de enero de 1988, el Comité Ejecutivo Olímpico escogió a Cobi como mascota de los Juegos de Barcelona 1992. El perro con forma humana, tres jirones de pelo que caen sobre su frente, boca para un lado y nariz para el otro, creado por el artista valenciano Javier Mariscal, se impuso aquel día, en un concurso cerrado, a dos ideas del catalán Pere Torrent: otro perro, Llamp, con más aire de Walt Disney, y un sol, Olo, símbolo más universal.
Dentro de las 16 propuestas, que antecedieron esta elección, Mariscal también presentó un delfín y una especie de langosta o gamba, pero éstos no fueron preseleccionados. El perro con cara de gato sería su apuesta final. Y ganó, como lo dijo Torrent en aquel momento, “deportivamente”.
De esa manera, hace 25 años, apareció en el panorama este dibujo que se convirtió, gracias a la cita olímpica de 1992, en la imagen de Barcelona ante el mundo. Un perro que parecía cualquier otra cosa menos un perro. En ese instante, su creador lo definió como “una cosa simpática”. Lo calificó de “moderno y de rompedor con los moldes tradicionales”.
Sin embargo, desde entonces, la polémica ha sido un lugar común que ha tenido que enfrentar la mascota en toda su carrera. “A muchos no les gusté. Decían que era feo y desangelado para con la ciudad. Otros me criticaron porque, según ellos, era muy infantil, y otros, porque era muy vanguardista. Al final, el merchandising funcionó y tape todas las bocas y llené todos los bolsillos. Es que el dinero hace cambiar la opinión de una persona fácilmente”, confiesa Cobi, durante la entrevista que tuve con él, en Barcelona.

Fue tal su triunfo en el mundo olímpico y de la publicidad, que no parece haberse jubilado jamás…
Nosotros, las mascotas, somos como los políticos, mostramos la cara y sonreímos sólo durante cuatro años para jubilarnos y vivir un retiro con una merecida y sustanciosa pensión. Y, después, si se enredan más contratos por ahí, de conferencias, charlas, asesorías, pues bienvenidos. Eso nos mantiene vigentes, como Felipe González, José María Aznar o Jordi Pujol.

¿Qué significó ese éxito para usted?
Entonces, reconocimiento y dinero; ahora, culpa y pena.

¿Culpa y pena? No lo entiendo…
Mire en lo que se ha convertido la ciudad. Antes de los Juegos, Barcelona era un pueblo grande en el que todavía se podía vivir. Ahora es un lugar infestado de turistas, turistas y más turistas. Se multiplican como una plaga y yo ayudé para que eso fuera así. Se aprovecharon de mi imagen para vender la ciudad y hacer venir gente de todas partes. Así, los políticos solo gobiernan para los que vienen, los que visitan y dejan el dinero en sus bolsillos o en los de sus amigos. A los políticos de turno sólo les interesa gobernar para los turistas y no para los barceloneses. En gran parte, me siento culpable de que eso suceda. Es que era muy joven y no entendía muy bien lo que pasaba alrededor. Pido perdón.

¿Si le dan a escoger con cuál Barcelona se queda, ¿la de antes de los Juegos o la de después de los Olímpicos?
Para mí, como mascota, los Juegos fueron todo. Así que debería reconocer y contestar: la ciudad posolímpica, pero no. Quiero mucho a esta ciudad y escogería la Barcelona de antes. Los Juegos me hicieron famoso; sin embargo, los Olímpicos del 92 fueron una maldición que Barcelona siempre pagará. Vendimos nuestra alma de pueblo y nos convertimos en la ciudad del diablo.

Cobi, en otra de sus facetas. / Foto: Wilmar Cabrera
Cobi, en otra de sus facetas. / Foto: Wilmar Cabrera

¿Practica algún deporte? ¿Con cuál imagen de las hechas y protagonizadas por usted para los Olímpicos se queda?
No practico deporte alguno, como Elvis (Presley) espero morir, por sobrepeso, viendo capítulos clásicos en la televisión de Lassie ¡Vaya perra! No me gustan los deportes. Eso de ser mascota en unos Juegos Olímpicos fue un trabajo más. En unas Olimpiadas, como las de Barcelona, el deporte era lo de menos y yo, como todos, estaba ahí por el dinero y la fiesta.

¿Recuerda una anécdota de esos Juegos?
Una noche, recuerdo que terminamos en la habitación del Tino Asprilla, en la Villa Olímpica, con toda la selección Colombia de Fútbol que vino a “disputar” ese torneo, eran favoritos para lograr la medalla de oro. Al final de esa fiesta, uno de los jugadores, muy borracho, termino parafraseando, al son de un vallenato, al barón Pierre de Coubertin: “lo importante no es ganar sino competir”. Y otro, no recuerdo cual, uno flaco y de bigote, grito después de beberse una botella de algo que ellos llamaban aguardiente: “Lo importante no es ganar ni competir, lo importante es beber, ¡hijueputa!”.

Cuando el jurado del COOB 92 le escogió como mascota de los Juegos de Barcelona, argumentaron que era “sorprendente e innovador”, ¿qué tanto tiene ahora de eso?
Los años pasan… ya no sorprendo ni soy innovador. Como dice la canción de Andrés Calamaro: “También he sido un perro compañero / Un perro ideal que aprendió a ladrar y a volver al hogar, para poder comer”.

En una entrevista Mariscal dijo que ha envejecido muy bien, que usted es reconocido y gráficamente continúa funcionando…
Eso de qué vale. Si es cierto eso de que un año perruno son siete humanos, multiplique mis veinticinco por siete y se dará cuenta que la edad no me da para perseguir y olerle el culo a una que otra perrita de vez en cuando.

Toalla con dibujo de Cobi, mascota de los Olímpicos de Barcelona. / Foto: Wilmar Cabrera
Toalla con dibujo de Cobi, mascota de los Olímpicos de Barcelona. / Foto: Wilmar Cabrera

Lo siento amargado…
No soy amargado. Usted pregunta, yo contesto.

¿Hace terapia, va al psicólogo?
Sí. Tres veces a la semana visitó a mi ‘zoopsicólogo’. Finalizados los Juegos caí en una profunda depresión. Intensas noches de marcha, perras, alcohol y droga fueron mi refugio. Luego, conocí una mascota famosa, que había pasado por lo mismo, el oso Misha (de los Olímpicos de Moscú 1980, terminó siendo alcohólico por los litros de vodka que ingería al día) y él me lo recomendó. Me dijo que era lo mejor para ser una mascota normal y en esas estoy. Dejando esa época oscura a un lado y tratando de ser el de antes. ¿No vamos a tomar una copa mientras hablamos?

No, gracias. ¿Usted se define catalán o español?
No pienso en esas pequeñeces, pero para que se entienda de una buena vez: ¡ni lo uno ni lo otro! Yo soy europeo, pero más que eso: soy universal.

¿Qué opina de la política del gobierno catalán que busca la independencia de España?
No me gustan las banderas y menos quienes las alzan o se resguardan detrás de ellas, pero cada quien está en su derecho de reclamar lo que crea justo y el otro de defender lo que piensa que es suyo.

¿Está de acuerdo en que Cataluña tenga su propia representación en unos Juegos Olímpicos, independiente de España?
En este mundo todo es dinero, si Cataluña lo paga, Cataluña lo tendrá.

Hábleme… (Cobi interrumpe para agregar algo)
Perdón, pero sin salirme del contexto de estas preguntas sobre las diferencias entre España y Cataluña, déjeme decirle que cuando me presentaron como mascota oficial de los Juegos Olímpicos, por allá en 1988, grupos independentistas quemaron banderas con mi figura. Lo mismo hicieron otros colectivos proespañolistas, así que desde entonces no me alineo ni con los unos ni con los otros. Eso me demostró que el odio es la única razón que tienen para separarse. Y yo no concuerdo con eso, soy un perro, con defectos, pero leal.

Entrevistado y entrevistador, durante un momento de la charla. / Foto: Andrea Rosales
Entrevistado y entrevistador, durante un momento de la charla. / Foto: Andrea Rosales

Hábleme de sus colegas: Naranjito, mascota del Mundial de Fútbol España 1982, y Curro, mascota de la Exposición Universal de Sevilla 1992. ¿Qué ha pasado con ellos?
Naranjito es muy cítrico. Su imagen se vino abajo muy rápido y aprovecho el último filón para hacer política. Ahora es un terrateniente en Valencia. Tiene muchas tierras y vive de explotar a sus semejantes, las naranjas. La Copa del Mundo de España 1982 no le dejó mucho dinero, pero se ha ganado la lotería muchas veces y sus alianzas con el partido que domina la zona le han hecho una naranja a prueba de todo. Allí las encuestas dicen de él que es muy dulce.

¿Y Curro, el pato de pico arcoiris, que fue la imagen de la Expo 92?
Con la que está cayendo, hablar de Curro es difícil. No aguantó tanta presión. Murió de una sobredosis de heroína. Algunos piensan que fue voluntario y cometió suicidio. Al final, creo que mi éxito lo terminó atormentando y lo llevo a tomar una decisión como esa. Creo que nunca estuvo preparado para lo que se le venía encima, es que esto de ser mascota oficial de un evento internacional no es fácil.

¿Hay mucha envidia y competencia en el mundo de las mascotas de ese tipo de certámenes?
¡Coño!, tanta como en una pasarela de modelos top en Nueva York pero no más que la que sienten entre ellos los políticos en el Congreso de los Diputados en Madrid.

Otra polémica en la que usted se vio envuelto fue la noche del 8 de septiembre de 1988, cuando Julio Iglesias cantó ante 80.000 personas en el Camp Nou y al final de ese concierto veraniego, después de interpretar ‘Me va, me va’, Julio lo hizo salir al escenario, pero luego se supo que no tenía la autorización del COOB 92 para eso…
Jajaja. Si recuerdo ese momento, Julio y yo hemos sido buenos amigos. Y esa noche me dijo “Cobi, canto la canción que más te guste de mi repertorio y te invitó a que te des un baño de masas”. El COOB no dio el permiso, pero yo fui. ¿Quiénes son ellos para decir qué si y qué no puede hacer una mascota? Fue espectacular, por primera vez sentí eso de la fama y mis pelos se pusieron de punta cuando Julio dijo: “nuestra mascota, de los catalanes, y de todos los españoles”. Ese concierto (en el vídeo, Cobi aparece en el minuto 3) duró más de dos horas y fue transmitido a 25 países por Televisión Española. Ya después, en los camerinos, brindamos con cava y nos fumamos un porrito… perdón, un purito.

¿Y cómo terminó todo el lío?
El COOB quiso demandar, pero Julio se disculpó con una carta. Y todos amigos de nuevo. ¡Julio es un crack!

Objetos publicitarios de Cobi y los Olímpicos de Barcelona. / Foto: Wilmar Cabrera
Objetos publicitarios de Cobi y los Olímpicos de Barcelona. / Foto: Wilmar Cabrera

¿Entonces hubo rumores de que usted recibió dinero en negro por ello?
¡Eso es falso! No soy de recibir sobres. Ahí está mi declaración de renta a ojos de todos. Mis enemigos, un grupo de los dibujos candidatos que derroté en el concurso para ser mascota olímpica en 1992, unieron fuerzas y crearon ese rumor y otros…

¿Qué mascotas estuvieron involucradas en esa conspiración?
No fueron mascotas, fueron aspirantes a mascotas que habían sido dibujados para el concurso. Recuerde que el único elegido fui yo, por ende, fui la única mascota.

¿Quiénes fueron esos dibujos aspirantes a mascota que conspiraron contra usted?
No quiero desenterrar hostilidades pasadas ni viejos rencores pero estoy seguro de que entre ellos estuvieron: el conejo Joan Ràpit, los perros Llamp y Gossi, el dragón Dragì, el sol Olo, Los cinco tomates, Drandí y Dona.

¿Cómo fue su relación con el entonces presidente del Comité Olímpico Internacional, su paisano Juan Antonio Samaranch?
Al principio fue como un padre para mí o como un amo fiel, pero luego, cuando me hice famoso y comencé a eclipsarlo, quiso ponerme zancadilla, hasta me mandó unos esbirros que conoció de su época falangista para que me borraran y me dieran “el paseo”, pero cuando estos llegaron y me vieron, me reconocieron, se tomaron fotos conmigo para sus hijos y no me hicieron nada. Casi sucede conmigo lo mismo que le paso a Gauchito, ¿recuerda a la mascota del Mundial de Fútbol de Argentina 78?

Sí, pero no sé que le sucedió…
La prensa siempre olvida lo que conviene. Gauchito fue borrado después de la final en el Monumental de River… la Junta Militar, que con Videla presidía ese país, lo mandó a borrar porque era muy popular entre la gente y eso lo hizo entrar a la lista de, según ese gobierno, “subversivos para reeducar”. Fue borrado y nada más triste para un dibujo que luego se hace mascota, que ser borrado sin explicación alguna.

Un banderín de Cobi da la bienvenida a las Juegos Olímpicos de Barcelona, hace 25 años. / Foto: Wilmar Cabrera
Un banderín de Cobi da la bienvenida a las Juegos Olímpicos de Barcelona, hace 25 años. / Foto: Wilmar Cabrera

¿Tiene alguna recomendación para Zabivaka, la mascota del Mundial de Fútbol de Rusia 2018?
Que se vaya con cuidado, los humanos son seres complejos que un día te alaban pero al siguiente te condenan. Que haga su trabajo lo mejor que pueda y que no se convierta en una caricatura, eso denigra el trabajo. Es como bajar de estatus. ¡Ah! Y que tenga más prevención con las chicas dibujadas en EE.UU., llegan mostrándote todos sus trazos, solo para que te sumes a esa religión llamada Disney. Eso es un infierno.

Usted protagonizó ‘The Cobi Troupe’, una serie que se distribuyó y transmitió en varios países antes de los Juegos, y en uno de los capítulos menciona la existencia de la Sociedad Protectora de Mascotas Animadas…
Jajaja, un giro argumental que debería existir. Hay muchos que se aprovechan de nosotros. Esa serie original se hizo en catalán, pero para los países hispanos se dobló al español, su voz sonaba como la de Bart Simpson ahora.
Sí, como en los países de América que hablan español, éste tiene tonos y matices diferentes, se tomó esa decisión. La voz la puso Marina Huerta, la primera voz latinoamericana para Bart Simpson. Creo que, por eso, algo del éxito de Bart (Simpson) en esos países, se debe a mí.

Volviendo a Misha, su creador Víctor Chizhov llegó a proponer que el oso fuera despertado de su hibernación de más de 30 años, para que fuese la mascota del Mundial. ¿Qué opina de esto?
Que segundas partes nunca fueron buenas. Entre el gremio de las mascotas olímpicas, Misha es bastante reconocido. Yo no le aconsejaría que pusiera en juego su prestigio. En este negocio, como en todas las profesiones, hay que respetar las especializaciones, no es lo mismo ser mascota de los Juegos Olímpicos que ser mascota de un Mundial de Fútbol. Eso alteraría el orden natural de las cosas y rebajaría los sueldos de muchos. Eso generaría dumping de mascotas.

El buen Chizhov dice que si Misha sale de su sueño letárgico en el que cayó, después de Moscú ’80, todas las ganancias e ingresos se enviarán a fundaciones de ayuda para niños inválidos.
Ah, los humanos no saben qué hacer para estar de nuevo en un titular de prensa.

Algunos críticos expresaron que usted era una copia del perro Julián, personaje que Mariscal dibujó antes, en su época underground, en la mítica revista de cómics ‘El Víbora’, ¿qué puede decir?
No puedo negar que Julián era un primo mío, pero era más perro y yo soy más humano. Ahí está la diferencia. El andaba en cuatro patas y yo en dos. Eso sí, él era el doble de inteligente de lo que soy yo.

Para terminar, después de 25 años, ¿qué piensa de las personas en Barcelona que ya no lo ven como un perro extraño y feo sino como Cobi, sinónimo de modernidad y vanguardismo?
No soy un perro, no soy una mascota, no soy un dibujo, no soy los Juegos Olímpicos, ¡soy una marca y, como el fútbol, soy la niñez de muchos! Pero me quedó con lo que dijo de mí, en el auge de la polémica, el gran Manolo (Manuel Vázquez Montalbán), hace 25 años: “A mí la mascota me gusta porque me recuerda a todos los perros que se me han muerto y me infunde la esperanza de que algún día resucitarán por obra y gracia de la perezosa misericordia del dios de los perros… el perro de Mariscal es el alma de un perro atropellado en una autopista convertida en llufa (inocentada) clavada en el culo de la España del V Centenario y de los Juegos de 1992”.

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