Más que un club y más que un jugador

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La frase mítica, pronunciada por el presidente Narcís de Carreras en 1968 y resignificada con los años, tenía sentido identitario y político: "El Barcelona es más que un club". En shock tras el anuncio de partida de Leo Messi, Barcelona sabe hoy que, en definitiva, todos los clubes son "más que un club". ¿O Bayern Munich, que lo aplastó por 8-2, no es acaso un símbolo de la identidad bávara con sus 120 años de historia y su expresión también mítica "Mia San Mia" ("Nosotros somos nosotros")?. Hasta el reinventado Paris Saint-Germain "es más que un club". Es un estado. Para Qatar, aunque PSG haya perdido, la final de la Champions League en Lisboa fue una vidriera histórica. Y fue también su triunfo aparte contra el otro club-estado que ahora precisa revancha. Ese club se llama "Manchester City", propiedad de Abu Dhabi, capital de Emiratos Árabes Unidos. Y esa revancha, claro, se llama "Leo Messi".

City Football Group (CFG), el brazo deportivo de Abu Dhabi que, además de Manchester City, tiene nueve clubes repartidos por el mundo, sufrió el mismo domingo de Lisboa otra derrota dolorosa. Girona, el club al que maneja en sociedad con Pere Guardiola, hermano de Pep, frustró su sueño de ascenso a la liga de España. Le ganó Elche, ahora propiedad del argentino Christian Bragarnik. Fue un milagro. Un presupuesto récord, para la segunda categoría de España, de casi 30 millones de euros vs. otro de menos de seis millones. El ascenso implica para Elche un ingreso de la televisión de más de 45 millones de euros. Gloria para el director técnico José Rojo, "Pacheta", que en dos años y medio subió dos categorías a Elche pero que ayer fue despedido por Bragarnik. ¿Para qué sirve tener un club? Pasión, identidad, pertenencia y lealtad eterna. Y negocio. Unos construyen carreras políticas. Otros venden jugadores.

Un club, ante todo, sirve para tener visibilidad. ¿Qué mejor vidriera, aunque no gane la Champions, sería para el City unir en la Premier otra vez a Guardiola con Messi? Qatar, ayudado por el entonces presidente francés Nicolas Sarkozy, eligió la vidriera de PSG. Lo convirtió en rey de Francia (18 trofeos nacionales en once años). Y en 2017 lo reforzó con Neymar, justo después del bloqueo regional que incluyó a Emiratos Árabes Unidos y que hasta amenazó con boicotearle a Qatar el Mundial 2022 que le regaló la FIFA. El presidente Gianni Infantino, según desnudó Football Leaks, encubrió los presupuestos artificialmente inflados de PSG y Manchester City cuando comandaba la UEFA. Su sucesor, Alexander Ceferin, aseguró hace dos años que el fútbol no estaba en venta. El periodista Barney Ronan lo corrigió días atrás en The Guardian: "Ya fue comprado. Y sin comprobantes".

El triunfo de Bayern en Lisboa representa al viejo poder. El rey de Alemania (lleva ocho títulos seguidos) combina tradición y negocio en la única liga top europea que prohíbe magnates privados. Su modelo, sin embargo, también depende de los resultados y estaba en crisis cuando hace diez meses el club despidió al DT Niko Kovac. El héroe del domingo, Kingsley Coman, había recibido una multa mínima del club cuando en 2017 la justicia lo había condenado por violencia doméstica. Una denuncia similar sufrió Lucas Hernández, el defensor francés que Bayern fichó por 80 millones de euros, y que sin embargo fue suplente la mayor parte de la temporada. Pero no hay lunares a la hora del triunfo. Lo sabe otro héroe de Lisboa, el formidable arquero Manuel Neuer. Un mes atrás fue filmado cantando con amigos una canción patriótica croata, de un músico popular y polémico, prohibido por fascista en algunos países europeos, y apodado "Thompson", por la ametralladora estadounidense que usó durante la Guerra de los Balcanes. Nadie le pidió siquiera una explicación.

El cuestionamiento más severo que recibe hoy Bayern, paradójicamente, se llama "Qatar", patrocinador importante y anfitrión de pretemporadas del club alemán. Por eso, Qatar Airways aprovechó para publicitar la final de Lisboa como "The Qlassico". Visibilidad. Semanas atrás, Bayern expulsó a un socio que había organizado un debate público para criticar el vínculo del club con la monarquía acusada de violar derechos humanos. Son puntos oscuros del club ahora idealizado. Bayern Múnich es hoy un gigante de más de 700 millones de euros manejado por ex jugadores y presidido por un ex CEO de Adidas. Cuya camiseta destaca primero el nombre del club, y más abajo el del jugador.

A diferencia de los nuevos ricos, no precisa de superestrellas para ganar visibilidad. Pini Zahavi, el más misterioso superagente de jugadores, intentó repetir el operativo Neymar, aquél de cuando se lo quitó a Barcelona y lo llevó a PSG. Presionó para llevar a Robert Lewandowski a Real Madrid. Un festival de comisiones en paraísos fiscales. El presidente de Bayern, Uli Hoeness, recibió en su casa al notable al goleador polaco, pero le aclaró que estaba bajo contrato y que recibiría a Zahavi sólo "al día siguiente del cierre del libro de pases". Lewandowski aprendió la lección. Messi, tras una vida de lealtad, alegrías y títulos en Barcelona, es un caso distinto. Pero si Barcelona "es más que un club", Messi "es más que un jugador". Lo sabe el negocio del fútbol.