Eriksen y los realizadores

Soccer Football - Euro 2020 - Group B - Denmark v Finland - Parken Stadium, Copenhagen, Denmark - June 12, 2021 Denmark players react as Christian Eriksen receives medical attention after collapsing during the match Pool via REUTERS/Wolfgang Rattay     TPX IMAGES OF THE DAY
En sus mejores pantallas. (Foto: Reuters/Wolfgang Rattay)

La parada cardíaca de Christian Eriksen en el Dinamarca-Finlandia del pasado sábado fue un momento de angustia indescriptible. Salvo por la pintura roja, los rostros en el estadio Parken de Copenhague eran los mismos de quienes estábamos viendo el partido por televisión. En las redes sociales, muchos aficionados compartieron su agobio y algunos otros se apresuraron a dictar instrucciones. Por ejemplo, los que apremiaban a meter al futbolista danés en una ambulancia, dónde está la ambulancia, qué vergüenza que no haya llegado aún la ambulancia, cuando lo establecido es intentar reanimar al paciente sin moverlo. Junto a estos médicos de guardia aparecieron los realizadores de salón, que prefirieron enfocar su enmienda tuitera a la realización televisiva y al periodismo en general.

¿Hasta dónde debe mostrar una retransmisión en un caso así? Por un lado tenemos una visión ultraliberal del asunto, que casi ningún periodista se atreve a emitir en público pero que yo mismo he escuchado este lunes en privado de boca de uno: un medio de comunicación privado es un negocio y puede hacer lo que le venga en gana, sin necesidad de encomendarse a nadie y sin más límite que el que marque la ley —y a veces ni eso, porque la multa puede salir a cuenta—. Los códigos éticos no existen porque, total, hay tantos como personas. Esta visión se corresponde con el “hay que dar al público lo que pide”, y normalmente ese “público” queda reducido al espectador medio, con sus intereses medios y sus inquietudes medias, que más que medias resultan bajas.

En el extremo opuesto, y por seguir usando prefijos amplificadores, tenemos una visión hiperpuritana. Al contrario que en la postura anterior, es fácil tropezarse con sus defensores porque a decentes no les gana nadie y eso se tiene que saber. Son los que sentencian que Cuatro, según se desplomó Eriksen, tenía que haber cortado la emisión. Más que a Mediaset, deberían referirse a ‘Minority Report’. Según esta tesis, la mucho mejor opción habría sido el apagón informativo justo cuando se nos había puesto el corazón en un puño, y haber dado paso a la enésima reposición de ‘Callejeros viajeros’. Y todos a Twitter para informarnos bien, imagino.

“¿Hasta dónde debe mostrar una retransmisión?”, nos preguntábamos dos párrafos más arriba. Es una cuestión espinosa, por lo que basta con enrolarse en una de esas dos posturas para quitarse de enmedio el problema. Mediaset, como sospechosa habitual —décadas de telebasura la contemplan—, fue colocada en la diana desde el primer momento por las hordas tuiteras, por más que la realización fuera cosa de la UEFA. Pablo Pinto, narrador del partido, pasó el trago con nota. Como narrador o como comentarista, Pinto siempre transmite al espectador algo imprescindible: que en la retransmisión hay al menos uno que sabe de qué va el tema. No debió de ser fácil para él pasar en cuestión de segundos de jalear un centro al área a contar lo que apuntaba a ser una tragedia irremediable.

Suspendido el partido, entonces sí, Mediaset volvió a emitir las imágenes más morbosas, cuando había tenido tiempo de sobra para apartarlas: los ojos en blanco del jugador tirado en el suelo, el llanto de su esposa al bajar al césped… Y por la noche, en el resumen de la jornada, otro tanto: pese a que J. J. Santos dijera que no se iban a recrear en ello, volvimos a verlo todo y por su orden. Yo no sé hasta dónde debe mostrar una retransmisión, pero creo que en los medios no hay mucho interés por trazar esa línea.

Otras historias que te pueden interesar: