Boca se sacó una espina contra River, pero solo en la voz de Riquelme lo vivió como una reivindicación

Vuela Rossi y ataja el penal de Angileri; luego contuvo el de Ponzio
Mauro Alfieri

Llevaba años Boca esperando sacarse la espina de ganarle una serie eliminatoria a River. El estigma ya sumaba cinco cruces con sabor amargo. Y el día que se tomó una revancha no tuvo la dimensión de una reivindicación, de una vuelta de página en la historia contemporánea de los superclásicos, hasta que habló Juan Román Riquelme. Quizá cueste definir qué le pesó más a Boca: si el vértigo de verse eliminado otra vez por River o la responsabilidad acrecentada por establecer diferencias ante un rival con 15 jugadores –seis hubiesen sido titulares y cuatro el recambio natural- aislados por positivos de covid-19, una novedad que a Marcelo Gallardo le estalló en la cara desde el mediodía del sábado.

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Boca eliminó a River por penales y disputará las semifinales de la Copa de la Liga ante Racing, pero no hubo un festejo acorde con lo que podría sugerir el enunciado. Tras convertir el penal del definitivo 4-2, Buffarini pegó media vuelta y volvía como si la definición no hubiera quedado resuelta. A sus compañeros también les costó reaccionar con euforia. Boca parecía embotado, como si no se hubiera sacudido el estado de shock en el que había quedado tras el empate de Julián Álvarez. En ese momento, muchos fantasmas se le vinieron a la cabeza y su crónica falta de funcionamiento se agudizó. Desde su inseguridad para controlar y definir el partido pasó al escalofrío por las consecuencias que traería cualquier resultado que no fuera dejar en el camino a River.

El resumen de un superclásico que se definió en los penales

Los penales finalmente lo exoneraron de lo que hubiera sido una dura condena, pero muchos del resto de los elogios los tiene que compartir con River. Agustín Rossi, tras mostrar algunas dudas en un par de intervenciones, terminó siendo decisivo por los penales que le atajó a Angileri y Ponzio, pero mayor admiración despertó el debutante Leonardo Díaz, que el sábado a la mañana pensaba que iba a ver el superclásico en el living de su casa en lugar de taparle tres pelotas de gol a Tevez y parar el penal que picó Cardona.

Por estilo, Boca no se desvive por dominar los partidos desde el juego, lo suele hacer más a partir de los resultados. Esa tendencia no la modificó ni ante un adversario precarizado. Y este River, aun emparchado y de emergencia, no se resigna a ser competitivo y se rebela contra la adversidad. La prédica de Gallardo es asimilada por su plantel. “Estoy muy orgulloso del equipo, dimos pelea con lo nuestro. De ninguna manera íbamos a venir como punto, no queríamos poner excusas. Lo afrontamos con hidalguía. El hincha de River ya se acostumbró a ser representado por este equipo. Esto para nosotros no fue una derrota. Nunca nos sentimos menos ni jugamos a otra cosa que no sintiéramos”, fue el balance que hizo el entrenador millonario.

Gallardo abraza a Leonardo Díaz, el arquero que pasó de ser suplente de la reserva a ser una de las figuras en el superclásico
River Plate Oficial


Gallardo abraza a Leonardo Díaz, el arquero que pasó de ser suplente de la reserva a ser una de las figuras en el superclásico (River Plate Oficial/)

Si en el fútbol cuentan los automatismos, Boca los impuso rápido ante los 11 que juntó Gallardo de un día para el otro, sin poder realizar una práctica. Lo que le costó a River acomodarse lo pagó con un gol. Entre Casco, Ponzio y Angileri desatendieron por la izquierda a Medina, que encontró campo despejado para ver y despachar el centro para la entrada de Tevez; lo que siguió también fue responsabilidad del árbitro Tello y su asistente, quienes no advirtieron que el capitán de Boca desplazó con un empujón a Maidana antes de ensayar una palomita que impactó la pelota con su hombro derecho, para mayor sorpresa de Leo Díaz. Tendría revancha el novato arquero contra el multicampeón Tevez.

Gallardo, orgulloso de su equipo: "Para nosotros esto no fue una derrota"

Aquel de Tello no fue el único error. Estuvo demasiado permisivo con el juego brusco. Dejó de amonestar al principio a Marcos Rojo por una entrada a Fontana y de expulsar a Jonathan Maidana, por una fuerte infracción desde atrás a Tevez, y a Villa, por un planchazo a Montiel.

Las ausencias de River se podían medir en datos. Le faltaban los autores de 18 de los 25 goles que había convertido en la etapa de grupos. Paradójicamente, la alineación titular armada de apuro no pecaba por inmadurez: tuvo un promedio de 28 años, contra los 27 de Boca, que baja mucho el rango etario con el juvenil mediocampo (Almendra, Varela y Medina) al que Miguel Ángel Russo respalda desde hace un par de meses. “Los chiquitos”, como los definió en más de una oportunidad Riquelme en TNT Sports.

Russo también remarca la juventud de esa línea media, de buenas condiciones técnicas, pero todavía sin el roce ni la autoridad que demanda esa zona neurálgica del campo. Entonces Boca tiene tendencia a saltearlos, a poner la atención en no perder la ubicación atrás y buscar las carreras de Pavón y Villa, demasiado individualistas este domingo.

Como Boca no necesita jugar bien para ponerse en situación de gol, Tevez pudo ampliar la ventaja en tres oportunidades antes del empate. River ya se había quedado sin el lesionado Enzo Pérez y Gallardo hacía debutar desde el banco a Tomás Galván y Daniel Lucero.

Riquelme habló de la satisfacción de "eliminar a los de enfrente" y de que "el hincha de Boca por fin va a estar contento"
captura TV


Riquelme habló de la satisfacción de "eliminar a los de enfrente" y de que "el hincha de Boca por fin va a estar contento" (captura TV/)

A este River le sale ir al frente, más allá de los intérpretes de esa idea. La combinación de dos de las piezas que esquivaron el virus –centro de Angileri y cabeza de Álvarez, que superó en el salto a Fabra- le dio el empate y lo animó a soñar con una jornada heroica. Los cuatro tantos que River anotó en los superclásicos de este año fueron de cabeza.

Llegaron los penales, que finalmente a los jugadores de Boca les dio más alivio que euforia. Para rebatir esa sensación, Riquelme dio la primera entrevista en su año y medio como vicepresidente. Puso en palabras lo que no transmitían los cuerpos y los gestos de sus jugadores. Elaboró un discurso como si estuviera anunciando una nueva era, distinta al legado del expresidente Daniel Angelici, y los entrenadores Rodolfo Arruabarrena, Guillermo Barros Schelotto y Gustavo Alfaro. “Necesitábamos ganar el mano a mano, por el hincha, aunque sabemos que tenemos que jugar mejor. Por fin en una eliminatoria directa lo dejamos afuera al de enfrente. Un clásico se gana. El hincha de Boca por fin mañana va a estar contento”, expresó Riquelme, un dique contra los que quieran bajarle el precio a la clasificación.