Y si Bielsa es tan bueno, ¿por qué no dirige al Real Madrid?

"Quereme para ganar, no me quieras porque gano".

La frase expresa mucho más que un juego de palabras. Es casi una declaración de principios. Formar parte de un proyecto liderado por Marcelo Bielsa es sumarse a una verdadera cruzada. Ser parte de su plan de trabajo implica aceptar y asumir ciertas condiciones que transformarán a todos los engranajes que sean parte de la maquinaria.

Un vecino en jogging: Bielsa, la vida ordinaria de un hombre extraordinario

Cuando muchos desde la crítica se preguntan por qué el entrenador rosarino -que este martes cumple 65 años- evita dirigir equipos cuya historia y billetera los destaca del resto, aludiendo a una supuesta falta de valentía, desconocen la personalidad de un hombre que en cada uno de sus desafíos deportivos se vuelve un constructor.Bielsa necesita tener todo bajo control. Sus proyectos son integrales y sus equipos, "de autor". Da todo y a cambio exige lo mismo. Sin términos medios, sin matices. La intromisión dirigencial, el ego de grandes estrellas o la sensación de conformismo atentan contra el convencimiento. Para ganar hay que querer y para querer hay que convencer.

Jugadores en su mayoría jóvenes o sin grandes logros, un cuerpo técnico con voracidad por el aprendizaje, dirigentes respetuosos de los roles y aficiones con identidad y alto sentido de pertenencia. Los lugares en los que el técnico ha trabajado respetan siempre el mismo patrón. Es en ese hábitat desde donde nacerá cualquier proceso que lo entusiasme.

Vidal, Isla o Alexis Sánchez en Chile. De Marcos, Ander Herrera o Javi Martínez en Athletic de Bilbao. Imbula, Mendy o Payet en Olympique de Marsella. Phillips, Harrison o Roberts en Leeds. Futbolistas que cuando llegaron a las manos de Bielsa necesitaban un trampolín que les diera un valor agregado para poder dar el tan ansiado salto de calidad. Del mismo modo, apellidos con más recorrido fueron receptivos al mensaje y la propuesta y también se sumaron a la aventura. Desde Tata Martino en Newell's hace 30 años hasta Pablo Hernández en Inglaterra, todos se sintieron atraídos por un líder que siempre buscó internalizar su propuesta desde la idea del protagonismo. Ciudades en las que la pasión por el fútbol es un tópico cotidiano y cierta dosis de sufrimiento o postergación que le agreguen algo de épica y familiaridad en el ambiente, completarán el combo para que todas las variables queden ordenadas. En todas ellas dejó una huella indeleble.

Bielsismo, éxito y fracaso

Como toda corriente que despierta tantas adhesiones, el fanatismo poco ayuda al debate de ideas. Quienes caricaturizan a Bielsa exaltando hechos comunes solo logran rechazo. Que compre sus víveres en el mercado o tome café en un bar no lo vuelven noticia. Que salude a los aficionados o se tome fotos con ellos, no lo humaniza. La batalla interna de Bielsa se libra entre ese hombre cuya caparazón lo protege de la mirada y la evaluación de la prensa muchas veces prejuiciosa y su deseo de conectar con la vida cotidiana de aquellos a los que con el fútbol como vehículo buscará entregarles una alegría. Si su personalidad muestra a un hombre tímido e incómodo en la exposición de su rol público, ni el propio Bielsa se sentirá feliz cuando se farandulizan acciones comunes. Ningún "ismo" tiene sentido.

La parábola de la vida deportiva de Bielsa y su vigencia con unánimes elogios del mundo del fútbol resulta intolerable para muchos que asocian al éxito con el triunfo y a ambos como sinónimo de felicidad.

No habrá debate posible si como único elemento de análisis se pone sobre la mesa al mundial de 2002. Ni el mismo Bielsa puede explicarlo quitando a la palabra fracaso para evaluarlo desde lo deportivo. Sin embargo, no tiene sentido, salvo para los necios, quedarse anclado solo en ese lugar. Las derrotas no tienen fecha de vencimiento, pero evolucionar es salir de esa tristeza infinita. Se pueden agregar derrotas y segundos puestos en cada lugar donde dirigió. Es más fácil ese reduccionismo que observar dónde estaban esos clubes antes de su aparición y cuánto potenció a sus jugadores en su tiempo de trabajo.

Bielsa prefiere demostrar antes que prometer. Buscará socializar el conocimiento desde su generosidad y su seguridad. Querrá ganar como todos y se mortificará ante cada traspié, pero es una saludable respuesta y una bofetada al mensaje tortuoso que solo premia al que gana que aquellos que coleccionan títulos y llenan sus vitrinas elogien de forma unánime a un "perdedor serial".

Tan humano como todos, con errores y virtudes, Bielsa encarna un fenómeno aspiracional. Solo dirige equipos de fútbol pero al mismo tiempo es capaz con sus actos, repetidos en el tiempo, de hacer y decir lo que a muchos nos gustaría, sabiéndonos incapaces de cumplirlo. Su falta de versatilidad y su previsibilidad en sus planteos de juego admiten cualquier discusión, finalmente se trata de fútbol. Su coherencia y respeto por la ética no van a debate. Esos valores son los que provocan que los fanáticos del Leeds ahora -y tantos otros antes- lo amen "mucho más de lo que alguna vez sabrá".