La maldición del Banesto: cinco gregarios de Induráin muertos antes de los 60 años

Perico Delgado, Miguel Induráin y otros ciclistas en el pelotón durante una etapa del Tour de Francia de 1991.
Corredores del equipo Banesto, con Perico Delgado en el centro, durante una etapa del Tour de Francia de 1991. Más atrás, de amarillo, se ve a Miguel Induráin. Foto: Pascal Pavani/AFP via Getty Images.

La noticia de la muerte de Fabrice Philipot, ocurrida la semana pasada, no fue precisamente una de esas que ocupan páginas enteras de periódicos y encabezan los listados de las más leídas en las webs. Este ciclista francés tuvo una carrera bastante digna, con victorias de etapa en vueltas cortas, algún que otro podio en clásicas o, lo más destacado, el premio al mejor joven en el Tour de Francia de 1989 (que acabó 24º en la general), pero no era ni mucho menos una superestrella de la bicicleta. Más bien se trataba de un buen gregario, uno de esos compañeros imprescindibles para hacer el trabajo sucio y ayudar a brillar al líder.

Ese rol es el que desempeñó para Banesto entre 1991 y 1993. Cualquier aficionado con un poco de memoria vinculará inmediatamente ese equipo y esa época con un nombre: Miguel Induráin. El corredor navarro era el número uno indiscutible en el pelotón mundial; de hecho, en los cinco primeros años de la década ganó otros tantos Tours y dos Giros de Italia. Philipot formó parte de su séquito de escuderos en la ronda gala en el 91 y el 92, y en la transalpina en el 92 y el 93, antes de retirarse en 1994.

Lo sorprendente del óbito de Fabrice es que se ha producido precisamente ahora, en 2020. Sabiendo que había nacido en 1965, esto significa que falleció con apenas 54 años, una edad que no se puede considerar demasiado avanzada para los estándares que disfrutamos en Europa occidental (en concreto para Francia la esperanza de vida de los varones supera los 80 años). Llama la atención también que ninguno de los numerosos medios que se han hecho eco de la noticia, ni siquiera la prensa local, hayan especificado la causa del deceso. El Diario de Navarra cuenta que tras colgar la bicicleta se dedicó a las “labores agrícolas” y no se volvió a saber de él desde entonces.

El Movistar, nombre actual que recibe el mismo equipo Banesto tras numerosos cambios de patrocinador, ha publicado el mensaje de pésame pertinente, pero tampoco ha aclarado nada más al respecto. Lo que significa que, de momento, nos quedaremos sin resolver el misterio. Pero para hacer las cosas aún más inquietantes, resulta que no es la primera vez que toca dar una noticia parecida. Con Philipot son ya cinco los gregarios de Banesto que pierden la vida antes de llegar a la edad normal de jubilación.

El caso más reciente es el de Jesús Rodríguez Magro. Madrileño de Loeches, había nacido en 1960 y murió en septiembre de 2018, a los 58 años. Marca atribuyó el fallecimiento a una “súbita indisposición” tras un dolor de estómago que los médicos del hospital no pudieron ni identificar ni tratar a tiempo. Profesional entre 1982 y 1993, estuvo integrado en la estructura del equipo desde 1988 (cuando todavía se llamaba Reynolds) hasta su despedida, como escudero tanto de Induráin como, anteriormente, de Perico Delgado.

La desaparición de Armand de Las Cuevas tiene tintes más macabros. Francés de ascendencia española, militó en Reynolds-Banesto entre 1989 y 1993 (y después en 1997 y 1998), donde demostró que tenía condiciones para ser uno de los grandes talentos de su generación. De hecho, a principios de los ‘90 se le consideraba uno de los mejores contrarrelojistas del pelotón; se hizo famoso en el Tour de 1992, donde, contraviniendo las órdenes de equipo, se esforzó al máximo en la etapa de Luxemburgo y solo una actuación épica de su jefe Induráin pudo superarle. En etapas de montaña le costaba más seguir el ritmo (de hecho apenas unos días después llegó fuera de control en una jornada en los Alpes); eso y su no muy buena relación con Miguel acabaron sacándole de la plantilla. Le dio tiempo a ser campeón de Francia en ruta y, en pista, a ganar una medalla de bronce en los Mundiales, ambos logros en 1990.

Tiempo después de su retirada en 1999, se mudó a la isla de Reunión, territorio en el océano Índico, al sureste de Madagascar, que pertenece administrativamente a Francia. Allí siguió vinculado al mundo de la bicicleta hasta que, de pronto, en agosto de 2018, llegó la noticia de su fallecimiento. Medios como Le Monde, que le definían como un personaje “místico y original”, indicaron que se había suicidado. Acababa de cumplir los 50 años.

La de De las Cuevas llegó dos años después de la muerte de Dominique Arnaud, otro de los numerosos franceses que militaron en el Banesto en aquellos tiempos. Este perdió la vida un poco más mayor, a los 60 años, en julio de 2016; la explicación que se dio fue que sufría un cáncer. Profesional entre 1980 y 1991, había fichado por Reynolds en 1986, de manera que solo coincidió un año con Induráin; suficiente para ayudarle a ganar su primer Tour. También fue uno de los hombres en los que se apoyó Perico Delgado para llevarse a Segovia el maillot amarillo de 1988.

Y por supuesto, es imprescindible incluir en esta lista a José María Jiménez. Muchos aficionados quizás se ofendan por considerar “gregario” a un escalador tan talentoso como el Chava, pero hay que recordar que su debut profesional fue en 1992 y que hasta 1997 no pasaba de ser un actor secundario. Precisamente el año anterior había formado parte del séquito con el que Induráin intentó sin éxito su sexto Tour de Francia.

A partir de ahí, la carrera de Jiménez fue en ascenso meteórico; casi de forma inmediata le arrebató a Abraham Olano el título de nuevo jefe del equipo, quedó octavo en el Tour, tercero en la Vuelta (en la que ganó cuatro veces el maillot de líder de la montaña), logró proclamarse campeón de España en ruta y ganó innumerables etapas y carreras cortas. Pero en 2002, aún muy joven, dejó de competir como consecuencia, según los médicos, de una depresión y una embolia acabó con su vida en diciembre de 2003. Con el ídolo de El Barraco no solo se marchó un joven de 32 años, sino también el ciclista más carismático de su generación

De los nueve corredores que presentó Banesto en el Tour de 1991, ya han desaparecido tres. Y dos más que militaron en el mismo equipo poco tiempo más tarde. Pareciera como si alguien, celoso de los éxitos deportivos del grupo, hubiera echado alguna especie de mal de ojo. Ojalá no tengamos que lamentar más muertes prematuras en los próximos años.

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