El avance de la tecnología en el tenis: una tendencia efectiva que puede hacer desaparecer a los árbitros

Ante el avance de la tecnología en el tenis, especialmente con el Ojo de Halcón en Vivo, el trabajo de los árbitros y jueces de línea se convirtió en una profesión en riesgo.
Fuente: Archivo - Crédito: Uli Seit / New York Times

El arrebato de furia más icónico de la historia del tenis, aquel del "¡You cannot be serious, man!" de John McEnroe al umpire Ted James en Wimbledon 1981, después de que marcaran como malo un saque del estadounidense que levantó el polvo blanco del fleje, probablemente no hubiera ocurrido con el uso de la tecnología. Tal vez, con un software y un sistema de cámaras, Serena Williams no hubiera llegado a amenazar con meterle una pelota de tenis en la boca a la jueza de línea Shino Tsurubuchi por advertir una falta de pie, bochornoso incidente que a la estadounidense le costó su partido de las semifinales del US Open 2009. Otros hechos de este matiz se podrían haber evitado durante años con sistemas avanzados, pero la intervención humana en el deporte fue (y es) parte de la tradición; es su aderezo no industrial.

El tenis, como indica Rafael Nadal, "es un deporte que tiene margen para la evolución pero que cambió poco en los últimos 50 años" comparado con otras actividades similares. Sin embargo, se observa una tendencia en avance -y que se profundizó por la pandemia- que alarma a las distintas escalas del arbitraje: la utilización del Hawk-Eye Live (Ojo de Halcón en Vivo),un sistema automatizado que no sólo elimina a los jueces de línea, sino también la disposición del desafío con el que los jugadores pueden solicitar que los "cantos humanos" sean revisados por un sistema electrónico.

En el tenis, el Ojo de Halcón se utilizó en forma oficial por primera vez en 2006, en el torneo de Miami. El US Open, ese mismo año, fue el primer Grand Slam en usar el sistema y, en 2018, el primer major en ofrecer las "llamadas de línea electrónica" en todas las canchas para los partidos de singles y dobles del main draw. Con el tiempo, el sistema se fue perfeccionando y hasta los "challenge" se transformaron en parte del entretenimiento en las pantallas de los courts cuando los espectadores debaten si la pelota en discusión fue buena o no. Pero con el Hawk-Eye Live se fue un paso más allá y lo que era una herramienta para ofrecer equidad pasó a ser, prácticamente, la primera y última palabra. Probado durante las últimas temporadas del experimental Next Gen ATP Finals en Milán (el Masters de la Nueva Generación), en la World Team Tennis (una liga profesional mixta de EE.UU.) y en el torneo de Leyendas de Delray Beach, la necesidad de mantener el distanciamiento social por el Covid-19 quitó a los jueces de línea de los courts desde agosto y, en torneos como Cincinnati, el US Open [excepto en los dos estadios principales, el Arthur Ashe y el Louis Armstrong, que mantuvieron los equipos completos de nueve jueces de línea trabajando en turnos rotativos de una hora] y el Masters de Londres, fueron reemplazados por este sistema que probablemente aporta mayor precisión pero quita tracción a sangre y elimina puestos de trabajo. Así, Flushing Meadows, por ejemplo, redujo el número de jueces de línea de unos 350 a menos de 100.

La tendencia de los torneos, desde hace tiempo, es reducir costos y no utilizar al plantel de jueces es una opción concreta. Es verdad que contar con el sistema de Hawk-Eye Live representa un importante presupuesto de dinero, pero también significa un desembolso sostener a los árbitros. Un ATP 250 como el de Buenos Aires, por ejemplo, necesita 40 jueces para cubrir cuatro canchas durante una semana (más la qualy). Además de abonar los sueldos (20 o 30 dólares al día en el torneo porteño, más un plus por nocturnidad), el certamen se hace cargo de la comida, de la vestimenta, del seguro y del montaje de la carpa donde los árbitros descansan o dejan sus pertenencias (alojamiento únicamente reciben los umpire; los jueces de línea extranjeros suelen instalarse en los domicilios de sus colegas locales). Son aproximadamente cien los jueces de línea en el mundo que pueden vivir de esa profesión (entre los del staff permanente de la ATP e ITF, y los contratados part time): la mayoría tiene otros trabajos, dan clases de tenis o se toman vacaciones en sus trabajos para actuar como árbitros de tenis. En EE.UU. y en Europa también hay gente de mayor edad que se retira, ya tiene un sostén económico, aplica para ejercer como juez de tenis y aprovecha para viajar. En Roland Garros, los jueces cobran 100 euros al día; en Wimbledon, entre 50 y 150 dólares por jornada, dependiendo de la categoría y la experiencia.

Son aproximadamente cien los jueces de línea de tenis en el mundo que pueden vivir sólo de esa profesión: la tecnología pone en riesgo la profesión.
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Desde que se incorporó el Ojo de Halcón al tenis, los árbitros empezaron a conversar, con cierta preocupación, sobre su futuro. Hoy, casi quince años después, ya se podría decir que se trata de una profesión en riesgo, porque ser juez de línea es el camino indicado en el desarrollo de un umpire. También es verdad que si los torneos terminan eliminando a los jueces de línea se perderán un buen foco de visibilidad para la publicidad (que lucen en la indumentaria y las gorras). "Como tradición, me gusta más ver una cancha con los jueces de línea y los de silla, porque entonces al final, si queremos ir en esa dirección, el juez de silla tampoco es necesario si sólo está para cantar el resultado. Para tomar decisiones podría haber un video análisis automático y si hay alguna duda pides y ya está. También hay reloj para contar el tiempo. Es decir: creo que podemos estar nosotros dos solos en la pista si es por capacidad tecnológica. A mí me gusta que la parte humana intervenga dentro de lo que es el deporte, porque aporta, de alguna manera, más valor y tiene más gracia", dijo Nadal.

El sistema del Hawk-Eye Live puede fallar, pero está probado y suele ser efectivo y veloz: dentro de una décima de segundo después de que la pelota pica, envía señales visuales y de audio al juez de silla y al personal que desde un búnker de repetición controla los monitores. Los árbitros no pueden invalidar el fallo de las máquinas y solo asumirán el control si el sistema tiene un desperfecto. Además, si el sistema de audio fallara, una luz colocada en la silla del umpire todavía indicaría cuando la pelota fue mala. Para que el programa conserve un "matiz humano" tiene incorporadas voces grabadas que gritan "out (fuera)", "fault (falta)" o "foot fault (falta de pie)". Y se pueden utilizar diferentes voces e idiomas. "Tener una voz humana todavía gritando en voz alta en lugar de usar un pitido o algún otro sonido fue una parte importante para asegurarnos de que la sensación del deporte no cambiara", expresó James Japhet, ejecutivo de Hawk-Eye América del Norte, en The New York times.

"Con todo el respeto a la cultura de este deporte, no veo razón por la que todos los torneos del circuito, en una era tan avanzada tecnológicamente, no tengan lo que tuvimos en Cincinnati o Nueva York. Entiendo que esta tecnología es cara, así que hay un problema económico, pero creo que vamos dando pasos para que tarde o temprano estemos en esa situación", afirmó Novak Djokovic, el número 1 de la ATP. Y añadió, sin ruborizarse: "Los recogepelotas sí son importantes, pero los jueces de línea no veo por qué. Además, también ayudaría a que haya menos posibilidades de que pase lo que hice en Nueva York [NdR: en el último US Open fue descalificado en los 8vos de final después de arrojar un pelotazo hacia el fondo de la cancha que impactó en la jueza de línea Laura Clark]".

LA NACION contactó a Damián Steiner, director del Departamento Nacional de Arbitraje de la Asociación Argentina de Tenis, para conocer la mirada local de esta tendencia que alarma a todos los jueces del circuito, pero la réplica fue que "a nivel institucional" la AAT no se manifestaría "salvo que hubiera un hecho puntual que amerite una respuesta".

Consultado por LA NACION, el argentino Diego Schwartzman, 9° del mundo, dio su punto de vista sobre las dos caras de la situación: "Es difícil, porque laboralmente, por mí, que se queden los jueces, haya 25 en la cancha y que no corra riesgo el trabajo. Ahora, como sistema, es espectacular como funciona el Hawk-Eye Live. Ha tenido algunos errores, como que se canta antes, pero fueron muy pocos. A muchos les gusta el sistema, porque uno se olvida de pedir o no el challenge, es muy preciso. Igual, jamás diría que voy a elegir el sistema y que eso provocará que los líneas pierdan en lo laboral. Una cosa no tiene que ver con la otra".

El brasileño Bruno Soares, 7° en dobles y muy involucrado en lo "sindical" del tour, ya que es miembro del Consejo de Jugadores, apuntó: "Es un tema complicado. La tecnología está presente para ayudarnos y con una precisión mejor que el ojo humano. Pero hay un detalle importante: el factor humano y sus puestos de trabajo. Siempre me gustó jugar con el Hawk-Eye, otorga justicia y mayor precisión. Pero si me preguntas como persona, me da un poco de pena el factor humano, toda la gente que se prepara, que empieza como juez de línea para ser juez de silla. El Bruno ser humano piensa diferente del Bruno tenista".

El camino hacia la tecnología y menos gestión humana parece inevitable.