Para los atlantistas acaba viacrucis

Gabriel Cruz

CIUDAD DE MÉXICO, septiembre 6 (EL UNIVERSAL).- Trece años de exilio atlantista acabarán este domingo, cuando los Potros de Hierro reaparezcan en su vieja casa, el estadio de la Ciudad de los Deportes, el Azulgrana para ellos. Los Leones Negros serán los rivales y el torneo, la nueva Liga de Expansión, pero lo que importa, es el regreso del tradicional equipo a la Ciudad de México.

Es cierto, las gradas estarán vacías, pero los corazones azulgrana latirán a kilómetros de distancia, en la colonia Atlampa, el refugio de una pasión inquebrantable. La Guerra, una antigua pulquería ubicada en la calle Nopal, es la guarida de la porra "Tito" Tepito, un grupo que presume décadas de aguerrido apoyo. "Somos gente que nunca bajó los brazos, peregrinando con el deseo de ver al equipo de vuelta en la Ciudad de México. Cada quince días nos reuníamos en la Guerra, si se podía viajar, lo hacíamos, pero si no, ahí nos juntábamos. Ahí nos vamos a reunir este domingo para ver el partido", comparte David "Seven" García.

Y sí, "les guste o no les guste, les cuadre o no les cuadre", el Atlante regresa este domingo a la CDMX. Territorio en el que sobreviven, aliados a la esperanza, sus aficionados huérfanos, que han aguardado el momento del reencuentro durante más de una década. Algunos desempolvarán las playeras, guardadas por la decepción. Otros, como "El Seven", elegirán la favorita para la cita con el destino, ya que nunca las desechó, y desde aquel 2007, las cuida aferrado a la esperanza de volver a ver al amor que lo conquistó en su niñez.

Su antigua casa también está lista, pareciera que se mantuvo de pie con la fe puesta en el regreso de los Potros. "Hubo mucha incertidumbre, decepción y tristeza. Ahora que se dio la noticia del regreso, muchos se volvieron a poner la playera que tenían guardada. Estaba el sentimiento pero era un recuerdo lejano".

Él, se reconoce como un peregrino azulgrana, y es que seguir a los Potros por todo el país, fue la única manera de no olvidar la razón de su cariño. "Viajando a distintas partes, recibiendo hostilidad, pero nunca perdimos la fe y nunca guardé la camiseta, tengo tatuados los colores azulgrana".

A sus 38 años, recuerda que el exilio lo volvió parte de la "Tito" hace poco más de cinco, aunque su pasión azulgrana suma más de treinta. "Me hice atlantista por mi abuelo materno. Recuerdo que a los 5 años me enamoré del escudo, de los colores, de la manera en que mi abuelo disfrutaba los partidos y pensé que el equipo tenía algo especial. Volví a mi hermano atlantista, en la época de Ángel Capa nos íbamos al estadio a ver siempre golizas en contra, pero ahí estábamos, fieles. Mi hijo de 17 años también es atlantista".

Arturo Roldán se llamaba su abuelo, vivía en Nezahualcóyotl, y a través de sus recuerdos, conoció al "Trompo" Carreño, a "Manolete" y al "Mugrosito" Rivas, se fue enamorando del equipo sentado a su lado, callado y admirando su pasión por esos colores. "Ser atlantista es un homenaje a él. Somos un equipo que ha sufrido, pero con más de cien años de historia no nos rendimos para mantener la tradición".