Argentina, una de las grandes canteras del fútbol, está a la baja

Ángel Di María nunca volvió a casa. El de 2007 había sido un buen verano. Tenía 19 años y pasó más o menos un mes en Canadá, representando a su país en la Copa del Mundo Sub-20. Se había destacado, marcó tres goles, y también lo había hecho su equipo: al igual que en 1995, 1997, 2001 y 2005, Argentina ganó el torneo.

Su estrella había crecido tan rápido que, cuando aterrizó el avión que llevaba al equipo de vuelta a Buenos Aires, Di María apenas pasó el control de pasaportes. “Cuando aterrizamos, se bajó de nuestro avión y se subió al que lo llevó a Europa”, dijo Hugo Tocalli, el entrenador de ese equipo. “En serio, directo”.

La primera parada de Di María fue el Benfica, el paso inicial de una jornada que lo llevaría al Real Madrid, al Manchester United y, ahora, al Paris St.-Germain. No fue el primer miembro de ese joven equipo en cruzar el océano. Tres de sus compañeros —entre ellos Sergio Agüero— ya habían sido fichados por clubes europeos. Tampoco fue el último: en un año, nueve miembros más del equipo de Tocalli habían sido llevados fuera de Argentina.

“Fue lo mismo cada vez”, dijo Tocalli, quien formó parte del cuerpo técnico de las cinco victorias de Argentina en ese periodo. “Fuimos a Catar y terminamos campeones. Fuimos a Malasia y terminamos campeones. Y después de cada uno, los jugadores se iban a Europa y luego pasarían a la selección de mayores”.

U20 SOCCER---07/19/07---Angel Di Maria celebrates his first goal of the game as Argentina and Chile play in the semi-final game at the Under 20 World Cup at the National Soccer Stadium at the Canadian National Exhibition grounds in Toronto, July 19, 2007. (Photo by Steve Russell/Toronto Star via Getty Images)
Angel Di Maria en 2007. (Photo by Steve Russell/Toronto Star via Getty Images)

Mientras él repasa los nombres, no resulta difícil entender por qué: Walter Samuel, Esteban Cambiasso, Pablo Aimar del equipo de 1997; Nicolás Burdisso, Maxi Rodríguez y Javier Saviola en 2001; Fernando Gago, Pablo Zabaleta y, claro, Lionel Messi del equipo que ganó en Países Bajos en 2005. Argentina, en esos años, parecía tener un suministro inagotable de adolescentes increíblemente talentosos, listos para tomar el mundo por asalto.

Tocalli todavía trabaja en el desarrollo de jóvenes, como parte del personal técnico en el San Lorenzo. Todavía pone sus ojos en innumerables prospectos. Y aún confía en que Argentina produzca jugadores de primera categoría. “El talento sigue allí”, dijo. “Todavía hay jugadores aquí”.

Puede que eso no haya cambiado, pero algo sí lo ha hecho. Hace una década, 47 jugadores argentinos figuraban en la Serie A de Italia; este año, solo están registrados 24. En 2014, la Liga Premier empleaba a 23 argentinos; esta temporada eso se ha reducido a 11.

Y, como ha señalado el periodista argentino Juan Pablo Varsky, aproximadamente la mitad —Agüero, Willy Caballero y Sergio Romero entre ellos— están en el ocaso de sus carreras. Sus herederos aún no se han materializado. Europa, no hace mucho, se llevaba a los jugadores tan rápido como Argentina podía desarrollarlos. Ahora, parece que la línea de producción se ha paralizado.

Juzgar lo que no puedes ver

Hace unos años, dos visores del F. C. Copenhagen, el principal equipo danés, llegaron a Avellaneda —una ciudad al sur de Buenos Aires— para ver a un prospecto jugar en el Racing Club. El único problema fue que no pudieron averiguar cómo, exactamente, entrar en el estadio.

En Europa, existe un acuerdo tácito entre los clubes para tomar disposiciones especiales para los visores: entradas de cortesía para lugares que ofrezcan una buena posición, normalmente entre sus pares, o en las partes más tranquilas del estadio, como el palco de los directores o los asientos de la prensa. En Argentina, la búsqueda de talentos siempre ha sido un poco más compleja. Finalmente, los dos visores daneses —a los que el club no les contestó las llamadas ni los correos electrónicos— no tuvieron más remedio que comprar las entradas y sentarse entre los aficionados detrás de la portería. No era el mejor lugar para evaluar a un posible fichaje.

El incidente inspiró al Racing a facilitar la vida de los visores visitantes, pero el coordinador de visores del club, Diego Huerta, dijo que aún podría ser “complicado” para los visores europeos ver los partidos en vivo en Argentina. Esto contrasta no solo con Europa, sino también —mucho más pertinentemente— con el gran rival continental de Argentina, Brasil.

SAO PAULO, BRAZIL - JUNE 12: Children play soccer in front of the graffiti mural of the striker of the Brazilian soccer team Gabriel Jesus on June 12, 2018 in Sao Paulo, Brazil.  The painting was done by a group of artists to pay homage to the attacker who grew up in the area, the Jardim Peri neighborhood that is one of the poorest neighborhoods in the city of São Paulo. (Photo by Victor Moriyama/Getty Images)
Niños jugando fútbol en Sao Paolo, Brasil. (Photo by Victor Moriyama/Getty Images)

Brasil —en parte por su historia, en parte por su escala— ha sido durante mucho tiempo el gran exportador del fútbol. En mayo, un informe del CIES Football Observatory mostró que había 1,535 brasileños jugando al fútbol profesional fuera de Brasil. Argentina nunca ha sido capaz de igualar tal cifra, por supuesto, pero no hace mucho tiempo se acercaba.

En 2014, de hecho, Argentina vendió más jugadores al extranjero que Brasil. En los años anteriores, Brasil se mantuvo a la cabeza por un margen muy pequeño. Ahora, sin embargo, como la línea de producción de Argentina ha colapsado —CIES encontró que exportó solo 78 jugadores en 2019— la de Brasil se ha disparado de nuevo.

Los involucrados en el reclutamiento en Europa atribuyen eso a dos tendencias. Una es el nivel de entrenamiento de los jóvenes en Brasil, que muchos consideran ahora a la par con el disponible en Europa. La otra es la relativa facilidad para hacer negocios con los clubes brasileños. “Te invitan, te dan una vuelta por la academia, te ofrecen un café, te hablan de los jugadores”, dijo el jefe de reclutamiento de un importante equipo europeo. “Son más transaccionales”.

El efecto, en el nivel superior, es claro. Hasta 2014, había más argentinos que brasileños en la Serie A. De 2014 a 2018, lo mismo ocurría con la Liga Premier. Ahora, incluso en España, donde un idioma compartido siempre ha facilitado el asentamiento de los jugadores argentinos, Brasil está en alza. En 2018, había 39 argentinos jugando en La Liga, y 21 brasileños. Esta temporada, la brecha se ha reducido sustancialmente: 25 argentinos y 20 brasileños.

Es tentador creer que la explicación es la accesibilidad. Los mejores equipos de Brasil invitan a los visores a un recorrido; los argentinos, en algunos casos, ni siquiera responden a los correos electrónicos. En un mercado que evoluciona rápidamente, los clubes favorecerán instintivamente al jugador del que saben más; no pueden juzgar lo que no pueden ver. La caída de Argentina es un fracaso no de talento sino de organización.

Para Huerta, sin embargo, hay un defecto en este argumento. “Todo eso también era cierto hace diez años”, dijo. “Ahora es complicado, pero antes era complicado. Y los tratos aún se hicieron”.

Expandiendo los horizontes

La mayoría de las oficinas de los equipos líderes tienen, en algún lugar de su encriptado software de reclutamiento, una lista que compara las fuerzas relativas de docenas de ligas en todo el mundo. En la mayoría de las listas, la Liga Premier y La Liga compiten por la supremacía; Alemania tiende a ser la tercera.

La lista funciona como algo entre una lista de información y una ecuación, una forma de ponderar los méritos de los jugadores a través de los países y a través de los contextos. Si un equipo observa dos delanteros, uno en Francia y otro en Portugal, la lista permite al equipo ver lo que significa el perfil de datos de cada jugador en relación con el otro.

La empresa de análisis 21st Club —que suministra datos y perspectivas a varios equipos de toda Europa— tiene su propio modelo. La primera división de Brasil, la Serie A, es sexta; la Superliga de Argentina es octava. “Consideramos que los mejores equipos de Argentina son marginalmente mejores que los de Brasil, pero en la cima del fútbol brasileño hay más fuerza en profundidad”, dijo Omar Chaudhuri, jefe de inteligencia del Club 21.

Para los reclutadores, eso hace que Brasil sea un mercado más fácil para trabajar. “Las ligas con una gran dispersión en la calidad pueden ser más difíciles de explorar”, dijo Chaudhuri. “Cuando ves a Boca Juniors, por ejemplo, contra un oponente débil, puede ser difícil medir cuán impresionante es realmente un desempeño individual”.

Ese problema se agravó en 2015, cuando la Superliga se amplió a 30 equipos. Aunque ese número se ha reducido ahora a 24, está previsto que vuelva a aumentar en respuesta al impacto financiero de la pandemia del coronavirus.

“Es imposible que el nivel no baje”, dijo Huerta sobre una liga de ese tamaño. “Cuando los equipos ven los partidos aquí, ven ocho o diez equipos para ver, y además el nivel es realmente bajo”.

Eso es típico de la forma en que el problema se enmarca en Argentina, como un asunto al menos en parte creado por el propio país. Huerta señala una variedad de factores, que van desde cuestiones económicas más amplias que obligan a los clubes a recortar los presupuestos de desarrollo hasta la pérdida de Tocalli y de su mentor, José Pékerman, antes que él, del sistema juvenil del país. Tocalli lamenta la falta de previsión entre los equipos de la Superliga.

Solo hay un par de clubes con proyectos” dijo. “Para muchos, el resultado, incluso en las categorías inferiores, es lo más importante, no el desarrollo del jugador. Piensan en el hoy, no en el mañana”.

La caída de Argentina, sin embargo, no puede ser atribuida enteramente a un daño autoinfligido. La existencia de esas matrices de datos que comparan ligas es prueba de una nueva realidad del mercado: los horizontes de los clubes se han ampliado mucho más allá de los mercados tradicionales. Los equipos considerados de vanguardia —Udinese, Lyon, Oporto y todos los demás— consideran ahora a Argentina, al igual que a Brasil, como un mercado de primera categoría. Creen que hay mucho más que ganar en Chile, Colombia y Uruguay.

Y saben cómo encontrarlo: escudriñan las resmas de datos proporcionados sobre esas ligas históricamente menores, y luego usan servicios como Wyscout para ver tantos partidos como quieran. Ese cambio tecnológico ha ampliado los horizontes del fútbol: Nigeria ahora exporta más jugadores que los Países Bajos. Ghana tiene más expatriados que Bélgica.

Al mismo tiempo, Europa ha industrializado su propio desarrollo juvenil. “En el pasado, no tenías estos jugadores alemanes altamente técnicos, jugadores ingleses, jugadores españoles de este nivel”, dijo Huerta.

El fútbol europeo solía recurrir a Argentina —y a Brasil— por la magia que le faltaba. Ahora, dijo Huerta, tiende a buscar jugadores “combativos” en Sudamérica. ¿Talento? Lo puede cultivar por sí mismo.

Espera que la caída de las exportaciones de Argentina sea solo un bajón en el ciclo, una laguna natural antes de que los jugadores empiecen a emerger de nuevo. “Hay algunas generaciones realmente interesantes aquí, jugadores de 15, 16 y 17 años”, dijo Huerta.

Tocalli tiene razón, en ese sentido. Argentina nunca ha dejado de producir jugadores. Es solo que, en estos días, Europa no los necesita tanto.

Rory Smith es el corresponsal principal de fútbol, con sede en Manchester, Inglaterra. Cubre todos los aspectos del fútbol europeo y ha reportado tres Copas Mundiales, los Juegos Olímpicos y numerosos torneos europeos.@RorySmith

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company

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