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El hallazgo científico que supone un "paso extremadamente prometedor” para combatir el alcoholismo

El alcoholismo es una adicción, una enfermedad, y como tal ha de ser tratada. A día de hoy la terapia es la forma más eficaz de enfrentarse a ella puesto que no hay un medicamento que funcione. Sin embargo, un hallazgo realizado recientemente en una investigación científica explicaría por qué hay personas que paran a tiempo y otras que beben una copa tras otra pese a los síntomas adversos. Un descubrimiento que podría abrir una puerta a un tratamiento en el futuro que ayude a combatir esta enfermedad.

El estudio ha localizado una zona del cerebro de los ratones en la que podría estar la clave a por qué hay quien no puede parar de beber pese a sentir náuseas o mareos o, incluso, vomitar. (Foto: Getty Images)
El estudio ha localizado una zona del cerebro de los ratones en la que podría estar la clave a por qué hay quien no puede parar de beber pese a sentir náuseas o mareos o, incluso, vomitar. (Foto: Getty Images)

Lo que ha localizado este grupo de científicos de Instituto de Tecnología de Massachusetts, la facultad de Medicina de la Universidad Vanderbilt y del Instituto Salk de La Jolla procedentes de ámbitos como la farmacología, el conocimiento cerebral y las adicciones es un circuito neuronal que reacciona de manera distinta entre quienes paran y quienes no lo hacen. Eso sí, antes de lanzar las campanas al vuelo, tanto los autores del estudio publicado en Science como los expertos en la materia consultados por El Mundo, coinciden en llamar a la precaución ya que por ahora su teoría solo funciona en ratones.

Cody Siciliano, principal autor del estudio, lo ha definido como “paso extremadamente prometedor” pero sin olvidar que “antes deben replicarse los mismos resultados en humanos”. A día de hoy, diversos estudios previos han puesto en evidencia que el 80% de la población adulta está expuesta al alcohol en algún momento de su vida. De ese porcentaje, un 30%, aproximadamente, tendrá problemas con él. Explicar el porqué más allá de los factores medioambientales o psicológicos era el sentido de esta investigación.

Para dar con la respuesta eligieron a varios sujetos y, en base a los resultados obtenidos con técnicas de neuroimagen, estudiaron las conexiones entre las dos zonas del cerebro (prefrontal medial y tronco encefálico) donde reside la impulsividad. Con esto sobre la mesa clasificaron a los ratones en tres grupos. “Bebedores bajos, bebedores sensibles a los efectos negativos y grandes bebedores inmunes a los mismos”, como los describen en El Mundo.

Los segundos dejaban de beber en cuanto sufrían los primeros síntomas de mareo, náuseas o vómitos, pero los del tercer grupo continuaban. La diferencia que encontraron entre las neuroimágenes de unos y otros es que las conexiones eran distintas y que manipulándolas se podía controlar el impulso.

En palabras de Siciliano, “un circuito neuronal en el cerebro de los ratones controla el desarrollo de trastornos de consumo compulsivo de alcohol” de lo que se deduce que un “biomarcador podría convertirse en un objetivo para las terapias; siempre que los hallazgos se demuestren en humanos”.

Es decir, localizado dónde reside el control de ese impulso que unos logran controlar y otros no podría tratarse directamente. Además, explican los expertos, también se podría saber quién está más predispuesto neurológicamente a padecer alcoholismo y así actuar antes con medidas de prevención.

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