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2017: El año de la metamorfosis de Cristiano Ronaldo

Se va un 2017 difícil de olvidar para Cristiano Ronaldo, ese animal competitivo que no sabe parar de demostrarse a si mismo que es capaz de todo lo que se propone. Y será difícil de olvidar este año no sólo por lo bueno, que hubo mucho, si no también por lo malo. O cuando menos, por lo desconcertante.

El año del portugués se podría resumir en títulos con su equipo (cuatro a expensas de lo que ocurra en el Mundialito), en goles (49 de momento, con tres o cuatro partidos por jugar, de nuevo dependiendo del Mundialito), o en galardones personales (sexto título de máximo goleador de la Champions League, segundo premio The Best, y quinto Balón de Oro). Se mire como se mire, su año ha sido para enmarcar, pero como ocurre siempre que el portugués pasa por un pequeño bache goleador, las alarmas han empezado a sonar.

A pair of Real Madrid legends heaped praise on the club’s current star, who won the Ballon d’Or for a record-equalling fifth time on Thursday
A pair of Real Madrid legends heaped praise on the club’s current star, who won the Ballon d’Or for a record-equalling fifth time on Thursday

Porque es cierto que en un año de los más espectaculares para el portugués, en el que incluso fue padre de tres hijos (gemelos a través de un vientre de alquiler y una niña con su novia Georgina Rodríguez), el primer tramo de la Liga 2017-18 se le ha atragantado. Tras perderse los primeros cuatro partidos del campeonato por la sanción después de ser expulsado en la Super Copa española, Ronaldo ha vuelto con la pólvora mojada. En 10 partidos sólo ha marcado dos goles, uno de ellos de penalti.

Este expediente X ha desenganchado completamente de La Liga al Real Madrid, que a dos partidos de cerrar el año se encuentra ya ocho puntos por detrás del Barça. Los goles del portugués han sido clave en estos nueve años que lleva en la capital española y en el momento que no llegan suele cundir la preocupación. Se da el caso además que Cristiano no ha variado un ápice su nivel goleador en la Champions League. Ha marcado nueve goles en seis partidos, convirtiéndose en el único jugador de la historia en anotar en todos los partidos de la fase de grupos. De ahí el desconcierto a la hora de calificar su situación actual: sin duda el año ha sido glorioso, pero ¿estamos ante la curva descendente de su carrera? El juicio dependerá mucho de la competición a la que se le preste más atención a la hora de hacerlo.

El momento de la metamorfosis

De lo que no cabe duda es que el 2017 ha sido el año del cambio definitivo para Ronaldo. El portugués, que siempre ha querido jugarlo todo y caer a banda para utilizar su potencia en carrera, entendió –o le hicieron entender– que a su edad algo debía cambiar.

Desde el arranque del año vimos a un Ronaldo mucho más recatado, aceptando sustituciones en partidos que el Real Madrid iba ganando a falta de 15 o 20 minutos (ese período de tiempo en el que a él le encantaba sumar volumén de goles) e incluso dejando de ir convocado a muchos partidos fuera de casa. Ese descanso luego lo aprovechaba con creces, pues desde enero la producción goleadora de Ronaldo aumentó desmesuradamente.

El momento en que esa metamorfosis se llevó a cabo de manera definitiva en los cuartos de final de la Champions League. Hasta ese momento, el portugués había marcado dos goles en el torneo, a partir de entonces, marcaría 10 en cinco partidos. Con esos tantos sobrepasaría a Lionel Messi en la tabla de máximos goleadores del campeonato continental, consiguiendo así el título de mejor goleador de la competición, y lo hizo sobre todo porque su posición sobre el campo cambió drásticamente.

La situación fue una amalgama de momentos que desembocó en la decisión de que Ronaldo se convirtiera en el delantero centro blanco, y a partir de ahí toda la estructura de Real Madrid ha girado en torno a este cambio. Por un lado, se dio el hecho de que Ronaldo estaba especialmente desentonado durante casi todo el año jugando en la banda. Su velocidad tras la lesión que sufrió en la Euro 2016 no era la misma, por lo que cualquier intentó de regate en carrera se convertía en un suplicio. Ayudó también la enésima lesión de Gareth Bale y el despertar de Isco. Zidane finalmente dio su brazo a torcer y colocó al malagueño como cuarto centrocampista, con lo que Ronaldo y Benzema se alejaban de sus antiguas posiciones en el 4-3-3 original y empezaban a moverse como un pareja de delanteros clásicos en el 4-4-2.

Por si fuera poco, la irrupción de Marco Asensio y la confirmación de Lucas Vázquez como jugador número 12 inclinaron la balanza de manera definitiva para que Ronaldo se convirtiera en el delantero de área que siempre llevó dentro, en busca de los centros de dos extremos a la antigua usanza.

Su precisión en el remate admite pocas comparaciones en el mundo, ni que decir de su potencia en el salto y su gan remate de cabeza. Si en la banda sufría, a partir del cruce con el Bayern de Múnich en cuartos de final de la Champions League empezamos a ver a un Ronaldo disfrutando enormemente jugando dentro del área. El juego combinativo blanco, que manoseaba por dentro con Isco, Kroos y Modric, para sorprender desde las bandas con centros de Marcelo o Carvajal –o de Asensio y Lucas en las segunda partes–, por fin encontraba un finalizador fijo y del mayor calibre posible.

Las noches de Ronaldo en Múnich y Madrid en cuartos de final de la Champions League, o en la ida de las semifinales ante el Atlético de Madrid en la que marcó un hat-trick, quedarán para siempre inmortalizadas en la memoria histórica de la carrera del portugués, aunque no serían las únicas. Cristiano no se limitó a brillar en su competición favorita, dio también un paso al frente en La Liga, marcando goles clave en los partidos que definían el campeonato: ante el Sevilla, el Celta de Vigo y el Málaga.

Haciendo un repaso de sus mejores goles durante todo el año, vemos que la inmensa mayoría los convirtió a un toque y desde dentro del área. Es la confirmación de que estamos ante un nuevo Ronaldo, uno que no necesita de conducciones largas llenas de potencia para golear, si no que puede acompañar en el juego y golear más, pero con menos esfuerzo.

Noches mágicas en 2017

Sin lugar a dudas a Cristiano Ronaldo el año le deja, además del aluvión de títulos personales y a nivel de club, dos noches que jamás olvidará.

Un fue el 3 de junio en Cardiff. El portugués llegaba a su quinta final de la Champions League con ganas de hacer historia. Por un lado, sabía que ganar el torneo dos años de manera consecutiva era algo que ningún club había conseguido hasta ese momento. Por otro, llegaba pletórico de fuerzas, como nunca antes había llegado a una final, beneficiado obviamente por su decisión de parar en varios partidos, y sabiendo que con dos goles en la final se convertiría en el máximo goleador de la Champions League.

El portugués no dejó pasar la ocasión y marcó su doblete, ayudando con ello al Real Madrid a ganar su segunda Champions consecutiva, tercera desde que Cristiano está en el club y duodécima en toda su historia. En Cardiff Ronaldo ganó el Balón de Oro 2017, aunque no se le otorgaría hasta diciembre, porque su demostración de furia y fútbol entre abril y junio fue tan brutal que nadie podía dudar que el premio fuera a parar a otras manos.

A Ronaldo se le vió disfrutar como nunca ante en una final de la Champions League y con sus dos remates de delantero centro dejó muy claro al club blanco que él ya era el 9 del equipo, con lo que le abrió la puerta de salida de par en par a Álvaro Morata y puso en tela de juicio la necesidad de fichar a algún otro hombre de área.

El verano pasaría plácidamente para el portugués, aunque no conseguiría levantar el trofeo de la Confederaciones con su selección. Tras casi mes y medio de vacaciones, Ronaldo se puso manos a la obra para iniciar una temporada en la que el Real Madrid se jugaba mucho prestigio. Volvió y jugó 10 minutos ante el Manchester United de José Mourinho en la Super Copa de Europa, pero su verdadero punto de mira estaba puesto en el doble enfrentamiento con el FC Barcelona en la Super Copa de España.

Zidane no contó con él de inicio en la ida, pero si que lo sacó mediada la segunda parte ante la inoperancia de Gareth Bale y Karim Benzema. En 23 minutos sobre el campo, Ronaldo demostró estar en un momento de forma incuestionable. Intentó una chilena, conectó a la perfección en ataque, marcó un gol anulado por un fuera de juego bastante fino y firmó un gol de bandera rompiendo a Gerard Piqué en el recorte y taladrando la escuadra de Ter Stegen en el disparo.

Nadie podía imaginar que minutos después, tras una falta al borde del área de Samuel Umtiti cuando Ronaldo enfilaba el camino hacia el portero culé, la reacción del portugués –empujando levemente al árbitro en señal de protesta– le costaría la segunda amarilla y con ello una suspensión de cinco partidos que le hizo arrancar la temporada con un muy mal sabor de boca.

El desconcierto y las ganas de reiniciar

Tras la sanción llegó el desconcierto que ya hemos contado. 2 goles en 10 partidos en Liga, pero 9 en 6 en la Champions. ¿Quién es capaz de definir el momento de Cristiano Ronaldo? Sin duda la situación no aclara para nada el rumbo que puede tomar el 2018 para el portugués y su club, pero clama al cielo que CR7 necesita reiniciarse.

Quedan objetivos aun por cumplir en 2017, como el Mundialito y un Clásico en 23 de diciembre que podría ser clave para que el Real Madrid se reenganche a la Liga, pero ocurra lo que ocurra, Ronaldo ha dejado ya una marca indeleble en un año que será muy difícil de olvidar.

Por eso el portugués debería aprovechar el parón de navidad, recuperar fuerzas y volver en 2018 como hizo 12 meses antes: con ganas de reinventarse y superarse a si mismo.

Queda Cristiano Ronaldo para rato.