No podían entender que, por disposición de un tribunal que respondía a la demanda de uno de los seiscientos acreedores, el club debía ser clausurado y sus bienes liquidados en un plazo de cuatro meses.Los hinchas sufrían la quiebra del club Cuando ya había caído la noche, llegó desde el juzgado de La Plata el presidente Daniel Lalín, el hombre que había decretado la quiebra con continuidad como fórmula para sanear la economía de un club que tenía más de 40 millones de dólares de deuda. Veinte años después, aunque ya no puede ir a la cancha y sus negocios no se inscriben en el fútbol sino en la minería y la industria del petróleo, Lalín sigue convencido de que aquella era la única salida.