Nils van der Poel, hazaña sobrehumana de oro en una pista de hielo de Beijing 2022

Nils van der Poel de Suecia al lograr la medalla de oro en los 5000m de patinaje de velocidad en los JJOO de Invierno de Beijing 2022. (Foto: Douwe Bijlsma/BSR Agency/Getty Images)
Nils van der Poel de Suecia al lograr la medalla de oro en los 5000m de patinaje de velocidad en los JJOO de Invierno de Beijing 2022. (Foto: Douwe Bijlsma/BSR Agency/Getty Images)

Nils van der Poel fue víctima de la dictadura del éxito que prevalece en el deporte de alto rendimiento. A todo aquel que no gana se le cuelga la medalla de fracasado. No importan los medios ni el precio: en la escala de valores, nada está por encima de la gloria.

Fue Vince Lombardi quien dijo aquello de que ganar no es importante, sino lo único. De esa frase se han colgado muchos perdedores para castigar a quienes tienen la valentía de decir: "no puedo, necesito un respiro". Siempre es regocijante criticar los errores ajenos, aquellos que uno jamás se atrevería a cometer.

Hoy Van der Poel es el mejor patinador de velocidad en el mundo. Su récord mundial (conseguido hace un mes) y el récord olímpico en la prueba de velocidad de 5,000 metros lo certifican como un atleta único en la élite de su disciplina. En Salt Lake City, hace un mes, dejó la marca en 06:01.56. Y ahora en Beijing 2022 detuvo el cronómetro en 06:08:84.

Nils van der Poel celebrando su medalla de oro en la prueba de 5,000 metros. Todavía le queda la carrera de los 10, 000 metros. (REUTERS/Phil Noble)
Nils van der Poel celebrando su medalla de oro en la prueba de 5,000 metros. Todavía le queda la carrera de los 10, 000 metros. (REUTERS/Phil Noble)

Con tres vueltas restantes, el sueco Van der Poel llevaba una desventaja de dos segundos en relación con Patrick Roest, competidor de Países Bajos que ya había impuesto un récord olímpico con su participación (06:09:31). Ante la adversidad en la gélida pista, Nils no tuvo mejor idea que rebelarse contra la derrota.

Hace cuatro años, en los Juegos Olímpicos de Pyeongchang este patinador de 25 años se cansó del deporte que lo había llevado a los sitios estelares del olimpismo. Quedó en el lugar catorce de la misma prueba de velocidad que hoy le ha dado un oro. No existía el perdón propio. Pocas cosas pesan más en el ser humano que los golpes de realidad que derriban las expectativas autogeneradas.

Claro que la decisión no era fácil. Pero, al final de cuentas, ¿qué importaba? Era su decisión. Con el poder inquisidor del ratón y el teclado hasta el más pobre diablo adquiere valor para postularse al tribunal supremo.

Nils se hartó. Tomó dos decisiones drásticas: cambió el patinaje sobre hielo por las carreras de montaña y decidió enlistarse en el ejército para completar el curso de guardabosques. Cualquiera podría pensar que, ante tamañas decisiones, su ánimo de volver a deslizarse en el hielo era nulo. En ese momento, nadie imaginaba que aquellos arrebatos entrañaban un plan maestro.

Nils remontó en las tres últimas vueltas una ventaja de hasta 2 segundos de Patrick Roest. (REUTERS/Phil Noble)
Nils remontó en las tres últimas vueltas una ventaja de hasta 2 segundos de Patrick Roest. (REUTERS/Phil Noble)

Vistas en retrospectiva, sus acciones fueron una declaración de intenciones: alejarse de una pasión para, en la distancia, revalorarla. Ante la derrota hay quienes se cobijan en la excusa. Nils no es de esa estirpe. Él comprendió a tiempo que cuando más experto se asume alguien en algo es cuando más cerca está de fallar.

El plan fue ejecutado a la perfección, con drama incluido. Van der Poel llegó como favorito, pero su lugar en la cima del podio estaba en entredicho. Así fue durante casi toda la carrera.

Cuando Patrick Roest se comía las uñas mientras Nils acortaba la distancia zancada a zancada, no había duda de quién sería el ganador. Un instante en este deporte marca la diferencia entre el triunfo y el olvido. La precisión, por absurdo que suene, se ha vuelto la más arbitraria de las formas de suministrar justicia.

El rostro de Nils lo decía todo. No era la victoria por la victoria, no era la cima del podio como expresión del deber cumplido. No. En sus ojos podía leerse la alegría de quien antes de tocar el cielo se atrevió a decir las dos palabras malditas: "No puedo".

En Beijing 2022, se ha reencontrado con el éxito, ese arquitecto de certezas absolutas y condenas imperdonables. Van der Poel se alejó, tomó la distancia que sus emociones requerían, y se colgó dos medallas: la de oro, que premia su grandiosa capacidad atlética, y la más importante, la que está construida de intangibles: la medalla que demuestra que los ganadores también tienen derecho a decir que no pueden.

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