Naoya Inoue, el monstruo japonés que reina en el Mundo: nadie le puede ganar y volvió a ser campeón

Naoya Inoue festejando tras su victoria por nocaut técnico sobre Stephen Fulton. (KAZUHIRO NOGI/AFP via Getty Images)
Naoya Inoue festejando tras su victoria por nocaut técnico sobre Stephen Fulton. (KAZUHIRO NOGI/AFP via Getty Images)

Naoya Inoue necesitó de un round para dejar claro que iba derrotar a Stephen Fulton. La contienda duró ocho asaltos, pero desde los primeros tres minutos los cinturones tuvieron nuevo dueño. La Arena Ariake de Tokio atestiguó una exhibición categórica de su hijo pródigo. Inoue ha sellado una página más en la historia del boxeo y, de paso, ratificó sus estatus como el mejor libra por libra del mundo. La previa entregó todo tipo de teorías. Un rival más alto, como Stephen Fulton (1.69 contra 1.65), campeón unificado del peso supergallo (122 libras), debía ser la prueba definitiva para el japonés.

En sus dos peleas del año pasado, Naoya arrasó con la división de los gallos. Derrotó al legendario Nonito Donaire (nocaut en el segundo round) y detuvo al británico Paul Butler en diez capítulos. Su 2023 terminó con el reinado absoluto de las 118 libras. Como campeón indiscutido, no tenía nada más que hacer ahí. El reto era subir a la siguiente división y buscar al mejor nombre. Y ese era el del estadounidense Stephen Fulton, doble campeón e invicto en 21 combates (Inoue tampoco conoce la derrota; ahora su récord ha mejorado a 25-0, con 22 nocauts).

La misión era de alto riesgo no sólo por lo que representa subir de categoría, sino por el estilo de Fulton: rápido, técnico, elusivo. Con un mayor tonelaje físico, Fulton podía contar, en teoría, con la ventaja de estar habituado a enfrentar a rivales más grandes. Pero a la hora buena esas condiciones no valieron de nada. Fulton se quedó a medio camino. No fue hacia el frente de manera decidida, para proponer un intercambio de golpes, ni tampoco manejó la distancia para edificar una muralla de contención y alejar el poder de Inoue con tácticas defensivas. Sus ataques fueron lentos y su guardia deficiente.

El campeón defensor decidió pelear a la media distancia. No pudo cometer un error más grande. Naoya Inoue se sintió cómodo con la invitación a atacar y sin riesgos a cambio. Su jab, un golpe que en el boxeo casi siempre sirve para fijar distancia, se incrustó como taladro en el rostro de Fulton durante toda la pelea. La velocidad de Inoue es apenas una cara de su arsenal. No se cansa de lanzar golpes, pero no son tiros cualesquiera: llevan método y precisión.

Sabe cuándo y en dónde golpear. Combina impactos bien aterrizados arriba con los desgastantes golpes al cuerpo. Y lo hace con tanta velocidad que al oponente rara vez le da tiempo de reaccionar. Cuando lo intentan, como fue el caso de Fulton, Naoya ya está otra vez a salvo, lejos del refuego y listo para lanzar nuevas combinaciones. El norteamericano jamás encontró una alternativa en la pelea. Intentó abrazar para buscar la desesperación rival, pero en cambio chocó contra un Inoue frío, enfocado, que en los primeros rounds se dio el lujo de lanzar un par de gestos provocativos —diciéndole a Fulton dónde debía pegarle—.

Hubo algunos intentos de reacción, pero ni Fulton tenía verdadera convicción en ellos. Lo hacía por inercia. En el quinto round asestó una buena combinación que, sin embargo, no tuvo dividendos. Al contrario: reforzó la confianza de Inoue en sí mismo. Sintió la mejor pegada de Fulton y no se echó para atrás. No sólo por su buena asimilación de golpes, sino porque de ese modo él también tenía el espacio propicio para atacar. Fue así que su camino quedó pavimentado para lucirse en casa.

En el octavo asalto, Inoue asestó una poderosa combinación que llevó a Fulton a la lona. No hubo recuperación ni misericordia. El japonés liquidó la contienda con una ráfaga de puñetazos que obligó al referí a detener el combate. Inoue ganó así los cinturones mundiales CMB y OMB del peso supergallo, y firmó un tetracampeonato del mundo en sus libros históricos (campeón minimosca, supermosca, gallo y supergallo). Al final del combate, posó con el filipino Marlon Tapales, el otro campeón de la categoría, como antesala de un posible futuro enfrentamiento. No hay nadie en el panorama que reúna los méritos y el poder para vencerlo. Y quizá, en todas las divisiones, sólo un par de peleadores puedan igualar su talento (Spence y Crawford, que pelean el próximo sábado). Es su momento, un reinado hegemónico que los rivales padecen, pero el boxeo disfruta.

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