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Nairo Quintana vuelve a demostrar el grave error de Movistar

Nairo Quintana ganó este domingo el Tour de la Provence. Foto: Luc Claessen/Getty Images
Nairo Quintana ganó este domingo el Tour de la Provence. Foto: Luc Claessen/Getty Images

Aún en la estructura del Café de Colombia, Nairo Quintana ganó el Tour del Porvenir en 2010. Era el primer triunfo de un colombiano en dicha prueba en veinticinco años y de alguna manera se apuntaba ahí un cambio de paradigma. Los "escarabajos", prácticamente desaparecidos durante finales de los 90 y los 2000, tiempos negros del dopaje sanguíneo en el ciclismo internacional, estaban de vuelta y tenían por fin al campeón que llevaban buscando durante años y años. Un digno heredero de Fabio Parra y Lucho Herrera, el único que había conseguido ganar una grande: la Vuelta de 1987.

Quintana fue un fenómeno temprano. Su madurez llegó mucho antes de lo habitual, como le sucedería después a Miguel Ángel López o a Johan Esteban Chaves o al mismísimo Egan Bernal. En 2013 (23 años) quedó segundo en la clasificación del Tour, solo por detrás del imbatible Chris Froome. En 2014, ganaría el Giro de Italia. En 2015, de nuevo segundo en el Tour. En 2016, campeón de la Vuelta a España. Quintana lo tenía todo: se manejaba como nadie en los abanicos, probablemente fuera el mejor escalador del pelotón y se defendía aceptablemente en contrarreloj. Sin excesos pero sin grandes catástrofes.

Ahí fue donde se perdió todo. A Quintana se le exigió que fuera mejor que el Quintana que ya habíamos visto y eso no pudo ser. Su relación con el entorno Movistar y con los aficionados españoles empezó a agriarse. El corredor combativo de años y años empezó a convertirse en alguien con dudas. Alguien que ataca y mira hacia atrás a los cien metros. Alguien que cuando siente a otro ciclista cerca en plena escalada saca el codo de inmediato para pedirle un relevo. Incapaz de asaltar la fortaleza de Sky en el Tour, Quintana fue ganando fama de "perdedor" y él mismo empezó a mostrarse más huraño, más distante, hasta que en 2020 decidió salir de Movistar rumbo al Arkea.

Es cierto que Quintana nunca dio el salto definitivo, pero también es cierto que le tocó una época muy complicada. Aquel Sky era imbatible. Y el año que el Sky dio tregua (2014), su equipo decidió que hiciera el doblete Giro-Vuelta. Ganó el primero, como ya hemos comentado, y tuvo que retirarse de la segunda cuando era líder, tras una caída en una contrarreloj individual. Tal vez, aquel habría sido el año grande de Nairo y esa espina francesa no se habría quedado clavada durante tanto tiempo.

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Sin embargo, pese a la impresión de decadencia, Nairo ha seguido ganando todos estos años, demostrando el gran campeón que es. Ya en sus últimos años en Movistar y pese al evidente mal rollo que rodeaba al equipo, era de los pocos que conseguía triunfos de relumbrón: en 2017, ganó la Tirreno Adriático y una etapa en el Giro; en 2018, ganó una etapa en el Tour y otra en la Vuelta a Suiza; en 2019, su último año con el equipo, ganó una etapa en el Tour, otra en la Vuelta y fue segundo en la París-Niza. Algo que, por supuesto, no se ha vuelto a repetir.

Basta comparar esos resultados con los que ha obtenido el Movistar a partir de entonces para darse cuenta de lo necesario que era Nairo en la estructura navarra y lo poco que se le cuidó. ¡Cómo se burlaba todo Twitter de él cada vez que sacaba el codito! ¡Cómo hacían bromas incluso los comentaristas de televisión! Y, sin embargo, Nairo ahí seguía, ganando y ganando. A otro nivel, de acuerdo, pero sin venirse abajo. Incluso en su primer año en Arkea, empezó como un tiro, ganando el Tour de la Provence, el Tour des Alpes Maritimes y la etapa reina de la París-Niza. Todo apuntaba a un regreso esplendoroso... cuando se cruzó el coronavirus.

La pandemia destrozó a Nairo, al que apenas hemos visto en el último año y medio. En el Tour de Francia 2021 intentó meterse en la lucha por la montaña, pero no hubo manera. Ahora ya sí, el nombre de Nairo Quintana parecía pertenecer mucho más al pasado que al presente del ciclismo... hasta que llegó el Tour de la Provence de este año y volvimos a ver una versión estelar del colombiano. A ver, por supuesto, el Tour de la Provence es una prueba menor, que no está ni en el World Tour, pero para ganarla, Nairo tuvo que hacer una buena crono inicial, ser de los más activos en el abanico de la segunda etapa que decidió la carrera... y sentenciar a Alaphilippe, a Pierre Roger Latour y a la gran esperanza estadounidense de Movistar, Matteo Jorgenson, en la montaña.

La facilidad con la que se despegó de todos en un ataque seco, el medio minuto que sacó a todos sus rivales en pocos kilómetros, nos reconcilió con el Nairo de hace años, el que no miraba hacia atrás. Puede que sea un espejismo y su nivel vuelva a bajar en las grandes pruebas... pero estamos a mediados de febrero y Nairo Quintana, doce años después, vuelve a tener una muesca en su palmarés. El talento no se agota tan fácilmente. Ojalá lleguen más triunfos y nos demos cuenta de hasta qué punto le despreciamos injustamente. Si alguien se merece una reivindicación, sin duda es el colombiano.

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