México y la bipolaridad de su afición: se ilusionan por cinco minutos de buen nivel

México perdió contra Colombia luego de irse arriba por dos goles en el primer tiempo. (REDERIC J. BROWN/AFP via Getty Images)
México perdió contra Colombia luego de irse arriba por dos goles en el primer tiempo. (REDERIC J. BROWN/AFP via Getty Images)

En efectos prácticos, México la cruzazuleó ayer contra Colombia. El equipo tricolor, que tiene mucho corazón y en la cancha lo demostrará (así dice la canción), empezó ganando su amistoso de ayer en California contra una selección de buen nivel que, sin embargo, no estará en el Mundial. Un penal tempranero, provocado y ejecutado por Alexis Vega, colocó arriba en los cartones al equipo de Martino. Después, Gerardo Arteaga aumentó la ventaja. Todo caminaba bien, pero con el Tri hay una premisa que no falla: todo lo que pueda salir mal va a salir mal.

Colombia se puso a jugar en el segundo tiempo y empató las cosas en tres minutos con dos goles de Luis Sinisterra. La entrada al campo de Rafael Santos Borré, un delantero que ya quisiéramos tener, cambió el rumbo de las cosas. Por pura calidad, el hombre del Eintracht Frankfurt inclinó el partido para los suyos. México no estuvo jamás ni cerca de reaccionar ante el vendaval cafetalero. Al 68, Wilmar Barrios hizo un gol espectacular para sellar una superioridad que ya era grosera.

Y volver a lo mismo: nadie sirve para nada. A decir verdad, México jugó bien a medias durante el primer tiempo. De hecho, tampoco faltaron los comentarios que cuestionaron el nivel de Colombia: decían que por algo no había ido al Mundial. La ilusión se recuperó en tiempo récord, porque el Tri tenía muchísimo rato sin jugar mínimamente bien. En realidad, lo demostrado ayer no fueron sino apenas destellos de lo que este equipo llegó a ser allá por 2020 o 2019, cuando todo era miel sobre hojuelas. Esa es la métrica: tirar confeti por unos cuantos minutos de juego correcto. Sin más. Nada del otro mundo, pero suficiente para enervar la pasión tricolor.

Y en el Mundial podemos anticipar una variante exacerbada de la bipolaridad arraigada en el aficionado mexicano. El orden de los factores no altera el resultado: la "alegría" podrá llegar en el primer partido contra Polonia y acabarse contra Argentina. O al revés: un debut decepcionante contra los europeos y una gesta de fábula contra Messi y compañía. ¿Y por qué no? Ganar los dos primeros partidos y perder contra Arabia Saudita. Es parte de tener una selección adicta a lo impredecible.

Nadie esperaba que México perdiera, y menos de forma tan humillante, en el último mundial contra Suecia. El ego nacional estaba inflamado después de ganarle a Alemania, campeona del mundo, y a Corea del Sur. Pasó y el clima patriótico de triunfalismo mutó en una resignación inevitable ante la descontada derrota contra Brasil. Esa dinámica enfermiza parece gustar mucho a la afición mexicana, pues es la base en la que se fundamenta su manera de entender el futbol. Ya saben: ganamos y perdieron.

México llegó resignado a su partido contra Brasil en Rusia 2018. (Ryan Pierse/Getty Images)
México llegó resignado a su partido contra Brasil en Rusia 2018. (Ryan Pierse/Getty Images)

Al final, hay que hacer la pregunta del millón: ¿qué se puede esperar de México en Qatar 2022? La respuesta, que ya se había dado en este espacio a comienzos de año, no puede ser otra: lo mismo de siempre. Calificar de cualquier manera a Octavos de Final y la historia termina ahí. Pero imaginemos por un momento un escenario lejano pero probable (porque todo se puede en el futbolito, cómo no)_: México pasa al quinto partido. El Ángel lleno, el Zócalo a reventar —se rompe el récord de 280 mil personas de Grupo Firme— y todos los problemas del país se arreglan al menos por un día. Felicidad sin límites, como en el meme de Los Simpson donde imaginan cómo sería un mundo perfecto.

Luego, por esas cosas que tiene el balompié, se pierde de manera increíble en Cuartos de Final. Piense usted en cualquier variante de lo increíble: goleada, en último minuto, perder una ventaja que parecía imperdible, penales, tiempos extra. Lo que sea, contra quien sea, pero se acaba la ilusión y la rueda vuelve a girar como siempre: no sirven para nada, son unos ratones verdes, solamente de burlan de la afición y juegan con las ilusiones del país. Se puede decir bastante del Tri, pero las risas están siempre garantizadas. Y eso no cualquiera.

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