México y la absurda indignación por las 8 mil tabletas donadas a Cuba para un censo poblacional
México ha enviado 8 mil tabletas a Cuba con la finalidad de apoyar su censo poblacional. El acuerdo pretende fortalecer a la Oficina Nacional de Estadística e Información de Cuba. A través de una pacto colaborativo la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Amexcid) y el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) han sellado el envío. Aunque se trata de un acuerdo diplomático, ha habido muchas críticas al gobierno mexicano por participar en esto y, desde luego, por supuestamente demostrar así su afinidad con el régimen castrista, formalmente representado por el gobierno de Miguel Díaz-Canel.
La realidad es tan simple como que se trata de un acuerdo diplomático y listo, como los que se tienen con tantos países más: 46 tratados de libre comercio, 32 acuerdos para la Promoción y Protección Recíproca de la Inversiones, 9 acuerdos de alcance limitado en el marco de la Asociación Latinoamericana de Integración, por mencionar unos cuantos ejemplos. Las relaciones internacionales están en todos lados, pero suele haber una mirada especial cuando se habla de Cuba. Y es ahí también cuando brota la vena más nacionalista: dicen, por ejemplo, que esas tabletas mejor debieron quedarse en México y no regalarlas a otro país.
No sólo es preocupante que se desestime el ámbito de la cooperación, sino que fantasiosamente se crea que una tableta tiene el poder suficiente para cambiar el destino de vidas enteras. Claro, el gobierno tendría que —y no lo hace— garantizar el acceso a la educación y la tecnología en todo el país. Pero esa misión es mucho más grande que ocho mil tabletas de un tratado diplomático. No va a pasar nada por donar esas tabletas y también sería conveniente que esas personas que alzaron la voz por las regiones del sur del país, regiones que lastimosamente siempre quedan al margen, lo hicieran consistentemente y no ahora que en su discurso encaja bien hablar de esa región para ejemplificar un presunto mejor uso de esas donaciones.
El día de hoy compañeros de @AMEXCID e @INEGI_INFORMA enviaron a #Cuba 8 mil tablets para apoyar a la Oficina Nacional de Estadística e Información de la isla @CubaONEI a realizar sus censos. @EmbaMexCuba #CooperarEsCompartir pic.twitter.com/weiI5XXJcC
— Laura Elena Carrillo Cubillas (@LauraElenaCC) May 13, 2023
La mista historia se repite cuando se habla de migrantes centroamericanos y caribeños, que son tratados con racismo y violencia en el país, y por todos los niveles: gobierno y sociedad. Pero cuando hay la menor propuesta de ofrecerles empleos vuelve la cadena a girar: hay que darle empleos a los mexicanos. Cuando se trata de apoyar a países europeos que sufren desastres naturales, cuando hay que seguir la tradición histórica de abrir la puerta a exiliados por conflictos bélicos, sobran los aplausos y lagrimas de emoción. Esa es la diplomacia buena.
Lo de donar tabletas (tabletas, no supercomputadoras de capacidad aeronáutica) es diplomacia mala, como también lo es inscribir a trabajadores guatemaltecos al IMSS. De todas formas, la hipocresía es conocida en ambos lados. Cuando un ciudadano de Estados Unidos es asesinado en suelo mexicano el caso es resuelto en tiempo récord, algo que desearían centenas de miles de mexicanos que no saben cuándo podrán conocer ni la justicia ni la reparación del daño, o al menos la mínima noción de qué pasó y cómo pasó.
Pero en ese juego de hipocresías hay quien elige jugar a la segura: poner el grito en el cielo cuando algo tiene que ver con Cuba, porque es la posición más cómoda y la que augura mayor aprobación. No tiene sentido indignarse por unas tabletas que tienen un fin muy específico y útil. ¿Por qué en otros casos no se dice que primero hay que atender a los mexicanos que sufren estragos naturales recurrentes (no se necesita de espectacularidad ni repercusión mediática, los impactos para los menos favorecidos están en todos lados) o de que hay que darle seguridad a todas las personas que viven en zonas de guerra. Eso no se dice porque queda mejor ir a la segura. Con Cuba todo está mal y no hace falta ni explicarlo.
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