México y la absurda ilusión de que un DT cambiará todo lo que está mal en el futbol mexicano

México tiene nuevo entrenador para su Selección: Diego Cocca, presentado ante la prensa en el Centro de Alto Rendimiento. (REUTERS/Henry Romero)
México tiene nuevo entrenador para su Selección: Diego Cocca, presentado ante la prensa en el Centro de Alto Rendimiento. (REUTERS/Henry Romero)

Cuando el reloj de Qatar 2022 le dio la hora a México el destino fatídico quedó cumplido. Todo lo que podía salir mal salió mal. El Tri quedó fuera de la Copa del Mundo en primera ronda por primera vez desde 1978. Si durante muchos años se habló de un estancamiento, la realidad no podía ser más clara: ni siquiera se estaba en el lugar de siempre, se había dado un paso para atrás. Y en ese momento, con la indignación como sentimiento preponderante, se quisieron resolver todos los problemas en un pestañeo: se auguraba un cambio de aires, porque, supuestamente, eso es lo que debe pasar tras un fracaso.

Las decisiones tardaron dos meses en concretarse. Primero se anunció a la nueva cabeza directiva: Rodrigo Ares de Parga, director ejecutivo de Selecciones Nacionales. Luego entre él y Jaime Ordiales, director de Selecciones Nacionales, eligieron al nuevo entrenador de México: Diego Cocca. La elección sorprendió al medio futbolístico del país, pues Cocca tenía contrato con Tigres y llevaba apenas cinco partidos dirigidos.

Tigres no dudó en expresar su molestia. Ellos dieron el anuncio antes que la propia Selección Mexicana. A partir de eso, el nuevo proceso ha empezado con el pie izquierdo. Pero en el volátil futbol mexicano todo puede cambiar a la velocidad de la luz: bastará un partido bueno, un par de goles bien hechos, alguna declaración en la que se hable de 'amor por los colores', y la preferencia por Cocca, en medios y afición, será unánime. Le ha pasado a todos los entrenadores de la Selección: en diferente prolongación, pero todos tuvieron una luna de miel con su nuevo cargo.

Y nadie ha terminado bien. Ningún entrenador nacional al finalizar su gestión despertó el consenso de que debía seguir en su cargo. Muchos de ellos se fueron al grito de "no vuelvas más". El director técnico de México llega con un aura de infalibilidad que lo hace lucir confiable, sereno, omnipotente, cómo no. Hoy Diego Martín Cocca ha llegado con una sonrisa. En él se depositará todo. Porque si llega al Mundial de 2026, será recordado por siempre pase lo que pase: el entrenador que dirigió a México en su tercera Copa del Mundo en casa.

Pero a él también se le cargarán las culpas, los desaciertos, las torpezas, los dolores de la derrota, los goles que pudieron entrar y se quedaron a un centímetro. Podría Cocca preguntarle a todos sus antecesores cómo estallaron sus nervios en esa silla: un día fueron los salvadores del futbol mexicano y, cuando menos lo notaron, ya estaban en el aeropuerto soportando insultos de aficionados exigentes de felicidad perfecta y eterna.

¿Puede Diego Cocca hacer jugar mejor a la Selección Mexicana? Puede hacerlo, sí. Porque la vara está muy baja y porque entre sus cualidades destaca la de sacar agua entre las piedras. También es cierto que deberá presentar más alternativas que jugar al orden defensivo y a los balones largos. Contra Polonia, en la Copa del Mundo, México asumió el rol de poseedor del balón y no supo qué hacer con él. Pero, de cualquier modo, esos detalles no dejan de ser contextuales: la Selección de Cocca podrá jugar mejor o peor, y nada cambiará de fondo. Y no habrá milagros, porque dependerá del talento que exista, y ese talento es más escaso que nunca en los últimos veinte años.

Cocca es un entrenador diferente a Martino, por lo que se puede entender que los directivos no querían que quedaran vestigios de la idea del anterior entrenador. Si en la anterior sucesión, Osorio-Martino, mínimamente se había seguido una línea conceptual, el futbol mexicano vuelve a caer en su vieja tradición del resultadismo: como tuvo éxito con el Atlas, lo puede tener acá, y aquí, en el futbol del 'ya merito', se necesitan resultados.

Es el camino más corto. Más difícil sería formar a jugadores de calidad y darles las herramientas para competir, y ni hablar de lo cansado que sería reformar el futbol mexicano y quitarle todos sus lastres. Por eso se fue por la vía rápida: el entrenador con mejores resultados del tiempo más reciente. Porque si fue campeón con el Atlas, no una sino dos veces, está a una capa de ser Superman.

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