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México y el mito de que los jugadores del llano pueden ser mejores que los profesionales

México, el país que no sabe dónde encontrar referentes en el futbol. (Mustafa Yalcin/Anadolu Agency via Getty Images)
México, el país que no sabe dónde encontrar referentes en el futbol. (Mustafa Yalcin/Anadolu Agency via Getty Images)

En México hay una historia que suele escucharse en cualquier sobremesa: "yo conocí a alguien que jugaba muy bien, pero no llegó a ser profesional porque...". Y ahí empieza el desfile de lugares comunes: se lesionó una rodilla, le pidieron dinero para llegar a las Fuerzas Básicas, prefirió estudiar, algo pasó. Lo que sea, pero pasó y privó al país de conocer a una estrella. Una estrella que no fue y que en esas suposiciones pudo ser mejor que muchos profesionales.

Porque con cada fracaso del futbol mexicano profesional, a nivel de clubes y selección, siempre hay voces que buscan volver a las bases: "El verdadero talento está en el llano". Y nadie puede negar que hay talento en los llanos y calles del país, pero es que los postulados suelen ir más allá: "Deberían tomar a once jugadores de ahí y llevarlos como seleccionados, lo harían mejor". Un mito. Es lo que es.

Históricamente, muchos jugadores mexicanos han pasado por la calle. Los mejores lo han hecho: Hugo Sánchez, Rafael Márquez y Cuauhtémoc Blanco. Ninguno de ellos provenía de una familia acomodada. Hay milagros que pasan una vez en la vida, sí. Carlos Salcido, en una historia de película al 100%, llamó la atención del Oro de Tercera División tras jugar un partido amateur y cuando no era precisamente tan joven (19 años, edad en la que ya debía haber pasado por un proceso formativo en Fuerzas Básicas, y no, nunca había jugado futbol organizado, todo aficionado).

Así que no puede decirse que en México el talento callejero ha tenido cerradas las puertas de Primera División. Lo ha habido. Y el caso de Salcido es una evidente excepción, porque no todos los jugadores amateurs pueden saltar al profesionalismo de manera espontánea. Hay un mar de diferencias. Damián Ruso Zamogilny, exjugador de clubes como Puebla y Tecos, lo explicó en Twitter en respuesta a un usuario que clamaba la superioridad del futbol llanero sobre el profesional: "Eso es una completa y absoluta mentira. Yo me cagaba de risa en el llano, jugaba con una mano en la cintura en las mejores ligas. Hasta de 10 jugaba. Es una mentira que se ha repetido mil veces", explicó el ahora comentarista de televisión.

Y es que puede haber casos milagrosos, pero para llegar a ser profesional de alto rendimiento, en el futbol y cualquier otro deporte, se necesita todo un compendio de hábitos, de una disciplina perfectamente estructurada. "Es algo que se repite demasiado y no es verdad. En el barrio hay buenos jugadores pero no al nivel de un profesional. Puedes encontrar la excepción, debe haber algunas, pero no es una normalidad. Yo estuve en ambos lados, tuve que decirlo para que se entienda", ahondó Zamogilny.

Llegan al futbol profesional los que deben llegar y listo. No hay hilo negro porque, como dejó dicho también el Ruso, si alguien es impresionantemente bueno, hay muchas puertas que pueden abrirse cuando una se cierra por corrupciones —que nadie metería las manos al fuego para decir que no existen, pero también están los citados casos de jugadores con talento que llegaron y lo habrían hecho ante cualquier adversidad burocrática—. Claro, en el barrio, en los llanos, hay talento y seguramente si ese talento se pule con conceptos organizados y metódicos llegar al futbol profesional es una opción. Pero no pasaría porque sí. La diferencia entre el profesionalismo y el amateurismo es abismal en el futbol y en cualquier deporte.

Brian Scalabrine, exjugador la NBA que en su última temporada, con los Bulls, promedió un solo punto, era considerado un fiasco por prensa y aficionados. ¿Qué hizo tras su retiro? Desafió a sus críticos en un juego bautizado como Scallenge, en el que cualquier persona podía enviar videos con sus habilidades para retarlo. Jugó contra cuatro rivales, uno de ellos incluso estaba varios escalones arriba de un fan normal (jugó a nivel colegial en la NCAA). Arrasó con todos. A dos de ellos ni siquiera los dejó hacer puntos. Y en un podcast con Duncan Robinson lanzó una frase que lo explicó todo: "Yo estoy más cerca de LeBron de lo que tú estás de mí". El peor de los mejores es mejor que el mejor de los peores: "Puedo ser un asco para un jugador de la NBA. Esos muchachos son bastante buenos. Pero no soy un asco en comparación contigo".

El ejemplo puede aplicarse a otros casos todavía más cercanos al profesionalismo, como el boxeo. En el ámbito amateur, en realidad, los peleadores ya tienen bastantes fundamentos. No puede decirse que sean "aficionados" aunque con ese concepto se nombre la etapa. Hay peleadores que pueden ser medallistas olímpicos y luego no pueden reafirmar ese éxito cuando llegan al profesionalismo, al boxeo de paga: Luke Campbell fue campeón olímpico en Londres 2012 y subcampeón mundial amateur en 2011. Ha fracasado en sus tres intentos de ser campeón mundial profesional.

El talento de la calle existe y ciertamente, cuando llega al profesionalismo, ofrece el futbol que le gusta a todos: atrevido, mágico, sin ataduras. Pero para llegar hay que pasar por todo un rito que exige paciencia, disciplina, años de entrenamiento y mejora. Dicho en términos de Scalabrine, un jugador de la Liga MX está más cerca de Messi de lo que está un jugador llanero de uno de Liga MX.

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