Mercosur desigual: Brasil le impone a la Argentina y al resto de Sudamérica el peso de una billetera impactante

La sonrisa de Matías Zaracho, futbolista argentino de Atlético Mineiro, es la de todo el fútbol brasileño: la supremacía de sus equipos en las competencias internacionales es notoria.
Fotobaires

En tiempos de Big Data, los números hablan: ninguno de los 13 equipos argentinos que arrancó la competencia internacional en 2021 llegó a semifinales. La final de la Libertadores 2018, con el superclásico en Madrid, se tiñe de sepia. Viejo. De otra época. Apenas River (Libertadores) y Rosario Central (Sudamericana) asomaron sus narices por los cuartos de final. Más allá de errores tácticos o la contundencia ofensiva de los rivales de turno, lo que ocurre en los escritorios explica la brecha entre los equipos argentinos y los brasileños. Los clubes de allá y los de acá. El fútbol local, empobrecido y acostumbrado a las volteretas organizativas, y el brasileño, cuyos equipos pueden jugar 80 partidos en un año sin que nadie proteste. O contratar figuras de clase mundial con contratos millonarios. Sin que nadie controle.

Brasil juega y juega y juega. Primera cuestión: el calendario brasileño no es “previsible”, sino “constante”. Siempre hay fútbol, e incluso lo hubo en el estadio Maracaná mientras a 200 metros de la cancha se instalaba un hospital de campaña durante la pandemia del coronavirus. A comienzos de año se juegan los estaduales. Y luego, desde abril, se disputa el Brasileirao. No se para ni siquiera por las fechas FIFA, algo que enerva a los hinchas: sus equipos pierden a sus mejores hombres en etapas decisivas, cada vez que son citados por Tite. Y hasta son llamados en forma testimonial: viajan con la delegación, pero juegan otros.

Los torneos estaduales se juegan casi por obligación. ¿Las razones? Políticas. El presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) es elegido por los representantes de las federaciones provinciales, cuyo torneo local es la principal fuente de financiamiento. Entonces, exigen atención exclusiva a cambio de votos. Equipos de un mismo estado compitiendo para ver quién es el mejor del pago chico. Los hinchas deliran: es el primer trofeo del año calendario. Incluso algunos equipos firman contratos de TV que los obligan a poner en cancha a sus estrellas, para evitar que “el producto” se resienta.

Diego Costa, jugador franquicia de Atlético Mineiro que regresó a Brasil desde España y será la piedra angular de su proyecto deportivo.
Diego Costa, jugador franquicia de Atlético Mineiro que regresó a Brasil desde España y será la piedra angular de su proyecto deportivo.


Diego Costa, jugador franquicia de Atlético Mineiro que regresó a Brasil desde España y será la piedra angular de su proyecto deportivo.

El mercado futbolístico brasileño es la locomotora del continente. La Serie A del Brasileirao tiene 20 equipos, seis menos que la Liga Profesional Argentina. Según el portal Transfermarkt, el valor de mercado de esos 20 planteles supera los 1000 millones de euros . Los equipos argentinos, en cambio, están cotizados en 788 millones. Primera diferencia importante: jugar en Brasil aumenta la cotización de un futbolista. Consecuencia obvia: los clubes brasileños venden mejor que los argentinos.

Hablar de ventas es indagar en otro triunfo por goleada del país vecino. En esta última ventana de transferencias, los clubes brasileños negociaron 223 jugadores. La balanza comercial registra superávit: ingresaron casi 118 millones de euros y apenas gastaron 21,5 millones de esa moneda. La primera división argentina, en cambio, vendió por 77,4 millones de euros y gastó algo menos de 20 millones. Con un detalle: un club (Boca) acaparó casi el 50% de esa inversión, gracias a los casi 10 millones de la moneda europea que pagó en futbolistas como Norberto Briasco, Luis Advíncula, Nicolás Orsini, Esteban Rolón y Juan Ramírez. Sin el gasto de los xeneizes, la diferencia entre ambos mercados hubiera sido aún mayor.

Renato Augusto
Toru Hanai


Renato Augusto, con la camiseta del seleccionado brasileño; el mediocampista ofensivo dejó el fútbol chino para jugar en Corinthians junto a otro trotamundos: Giuliano, ex Inter de Porto Alegre. (Toru Hanai/)

La televisión, que para muchos clubes argentinos implica cubrir el gasto total de sus planteles profesionales y es su principal ingreso ordinario, aporta mucho más dinero en Brasil que en la Argentina. La tabla de los que más cobraron en la temporada 20-21 la encabezó Palmeiras, con 200 millones de reales. Lo siguieron Flamengo (180 millones) y Gremio y Corinthians (ambos con 162 millones). San Pablo, con 127 millones, completa el Top 5. En total, los 20 clubes de la Serie A se repartieron 1756 millones de reales. O, lo que es lo mismo, 324 millones de dólares a la cotización actual. Eso equivale a casi ¡nueve veces más! que el contrato de TV de fútbol argentino. Lo explicó el presidente de Argentinos Juniors, Cristian Malaspina, en un tuit: “La TV es el principal ingreso de la mayoría de los clubes argentinos; en el año 2017 el contrato representaba 100 millones de dólares billete al año; en 2021 representa 43 millones de dólares billete al año. Sin plata no hay jerarquía, no busquen más: hay que actualizar”.

Los últimos nombres que sedujo el mercado brasileño dan una idea de su importancia en el tablero del fútbol mundial. Detalle: el real es una moneda mucho más fuerte que el peso argentino. Las restricciones cambiarias, además, hacen que los clubes argentinos ya no firmen contratos en dólares sino que lo hagan en pesos, con valores tope para el billete estadounidense.

El venezolano Jefferson Soteldo con la camiseta de Santos, club en el que jugó pese a que jamás se le pagó su pase a Huachipato, de Chile; el torneo brasileño no tiene fair play financiero.
El venezolano Jefferson Soteldo con la camiseta de Santos, club en el que jugó pese a que jamás se le pagó su pase a Huachipato, de Chile; el torneo brasileño no tiene fair play financiero.


El venezolano Jefferson Soteldo con la camiseta de Santos, club en el que jugó pese a que jamás se le pagó su pase a Huachipato, de Chile; el torneo brasileño no tiene fair play financiero.

Llegaron a clubes brasileños jugadores como Diego Costa (Mineiro), Renato Augusto y Giuliano (Corinthians), Kenedy (Flamengo), Matheus Fernandes (Palmeiras), y se espera la llegada de Andreas Pereira a Flamengo, procedente de Lazio, de Italia, y cuyo pase pertenece a Manchester United. A Brasil también arribó el argentino Gabriel Mercado (ex River y Racing) para vestir la camiseta de Internacional de Porto Alegre.

El caso de Diego Costa sobresale del resto. El hispanobrasileño, exfutbolista del seleccionado español, viene libre de Atlético de Madrid y, según reportes de la prensa brasileña, ganará cerca de 300 mil dólares por mes, un sueldo impagable en el fútbol argentino. Es el jugador franquicia de un plantel que tiene capitán argentino (Ignacio Fernández, ex River) y que cuenta con figuras como el brasileño Hulk y el chileno Eduardo Vargas o el también argentino Matías Zaracho. Curiosidad: Mineiro contrató a Costa sin estar clasificado para las semifinales de la Copa Libertadores. El contrato de Costa no dependía del dinero de Conmebol por eliminar a River. El equipo de Minas Gerais está construyendo un estadio nuevo, que espera inaugurar a finales del año que viene. Lo hace propulsado por un mecenas como el empresario de la construcción Rubens Menin. Otro detalle: Menin es amigo de Bolsonaro. Segunda cuestión: cuando el argentino Jorge Sampaoli se convirtió en entrenador del equipo mineiro, su contrato se suscribió en la casa de...Menin. Tercer dato: la prensa brasileña habla de Rafael Menin, hijo de Rubens, como el “presidente de facto” del verdugo de River y Boca en la Libertadores.

¿Podría Mineiro contratar a jugadores de clase mundial sin la ayuda de inversores externos? La respuesta es no. ¿Por qué lo hace? “Doping financiero”, dice una fuente experta en el fútbol brasileño. Suena tajante, pero no le falta razón: el Brasileirao no tiene fair play económico. Hace un tiempo, la Confederación Brasileña contrató a César Grafietti, experto en economía y gestión de clubes, para redactar las normas. El asesor entregó su trabajo hace dos años, pero jamás se implementó. Otras fuentes explican las razones: “Hay que buscarlas en las relaciones políticas de la CBF con los clubes”. Traducido: nadie quiere controlar porque a todos les conviene que el fútbol brasileño sea un descontrol.

Ese caos económico-financiero le permitió a Santos, por ejemplo, jugar la semifinal de la Libertadores 2020 contra Boca con el venezolano Jefferson Soteldo en el plantel. Nunca le pagó por su pase al club de origen del atacante, Huachipato de Chile. Hubo quejas formales y hasta una resolución de la FIFA. Soteldo terminó en la MLS pero, mientras tanto, jugó como si nada. Lo mismo ocurrió con Cruzeiro o Botafogo, que gastaron mucho más de lo que les permitían sus economías. Pagaron sus excesos con el descenso.

Como si fuera poco, además de la TV, de los capitales externos y de la falta de control, los clubes brasileños tienen la Copa de Brasil, un torneo que otorga 12 millones de dólares al campeón. Esa cifra, astronómica para una copa doméstica, es parecida a la que recibió Palmeiras por quedarse con la Final Única de la Copa Libertadores 2020: US$ 15 millones. En este escenario, al fútbol argentino le queda mirarse en el espejo y aprender de sus casos de éxito. Defensa y Justicia, con mucha menos billetera que Palmeiras, se trajo la Recopa de San Pablo. Y fue este mismo año.